Capítulo 4
—En definitiva, odiar a los hombres es una personalidad y es la mía —establece Laura mientras le da un sorbo al café que se ha comprado.
—Estoy de acuerdo contigo —intervengo, ocasionando que Laura abra la palma de su mano para chocarme los cinco.
—Sabéis que estáis aquí sentadas con un hombre, ¿no?
Hemos comenzado el horario de clase habitual y entre clase y clase los profesores se han habituado a dejarnos unos minutos para descansar. Por eso nos encontramos en la cafetería de nuestra facultad.
Parece mentira que haya pasado una semana desde que estoy aquí. El tiempo ha transcurrido muy rápido, pero a su vez, muy lento. Es un sentimiento agridulce que me hace pensar más de lo que debería.
A pesar de mensajearme y hablar cada día con ellos, he echado mucho de menos a mi familia y amigas. A veces me dan bajones, sobre todo por las noches cuando estoy sola en mi habitación, pero por lo general me encuentro muy cómoda en Barcelona gracias a Laura y a Guille. La verdad es que he tenido suerte a la hora de encontrarlos. Con mis compañeras de piso también me llevo bien, pero no es la misma relación que con ellos, ya que apenas están en casa.
Suspiro para mis adentros, deseando que este bienestar se mantenga durante los nueve meses que tengo que pasar aquí. Pero, conociendo mis antecedentes, tal vez se trata de un deseo demasiado ambicioso.
—Sí, pero a ti no te incluimos dentro de esa escoria —le responde Laura a Guille, divertida—. ¿Verdad, Mar?
Yo asiento con la cabeza un poco distraída y Guille me mira con una intensa profundidad tras mi respuesta, como si intentase leerme la mente. Me siento expuesta ante sus ojos y retiro la mirada para fijarla en el zumo de piña que me he pedido, acomodándome el pelo nerviosamente.
No ha ocurrido nada interesante con él durante estos días. Simplemente hemos hablado, con Laura siempre delante, e intercambiado alguna que otra sonrisa amistosa, pero nada más allá. Tengo claro que es un capricho que se me ha antojado porque me ha dado un poco de atención y que pronto se me pasará.
O eso espero.
Compruebo el móvil, ansiosa. Hoy he quedado con Aren en la salida de la facultad para darle el dinero que pagó por mí en la comisaría. Puede parecer un poco tarde, pero tenía que ser lo más disimulada posible a la hora de sacar el dinero o mis padres se enterarían de los movimientos sospechosos en mi cuenta bancaria.
Ya tuve suficiente cuando les hice saber que había perdido el bolso. En un principio casi me matan, pero luego comprendieron la situación y fueron comprensivos conmigo. Sí, tal vez había distorsionado un poco la versión para que esto fuese así. Sin embargo, era una situación de supervivencia, me vi obligada a mentirles para seguir con vida, así que no me siento mal por haberlo hecho.
A pesar de estos impedimentos, por fin había logrado reunir los doscientos euros para soldar la deuda y olvidarme de volver encontrarme con Aren. Por lo menos, de encontrármelo durante mi estancia en Barcelona.
Desde mi descubrimiento, no era capaz de mirarlo con los mismos ojos. Kaira había reaccionado igual que yo, muy sorprendida de que su hermano se estuviese viendo con una chica de nuestra edad, pero las dos habíamos acabado olvidándolo.
—Mar... —me llama Laura. Estaba tan sumida en mis pensamientos que no he escuchado que se han levantado—. Sé que se está muy bien la cafetería, pero tenemos que irnos a clase.
Yo recojo rápidamente las cosas, pidiéndoles disculpas, pero detenemos nuestro paso antes de salir de la cafetería. Esta vez no es mi culpa, ya que es Laura la que se ha quedado pasmada mirando a alguien.
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Cambio de aires | COMPLETA
Teen FictionMariana tiene diecinueve años y nunca ha tenido pareja. Mar busca desesperadamente una relación, pero siempre que está cerca de tenerla, huye. Mar sigue siendo la única virgen de su grupo de amigas y ese pensamiento no la deja dormir por las noches...