๛ diecisiete.

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CHARLOTTE BRZENSKA.

Abrí mis ojos al sentir un fuerte movimiento, el avión estaba aterrizando.

Habíamos llegado a Nueva York.

Me encantaría decir que luego de lo que ocurrió anoche, ocurrieron más cosas, pero no. Tenía la ilusión de despertar al lado de Jean, pero no, desperté completamente sola ya que él estaba duchándose; luego, se comportó completamente normal.

Normal, cómo se comportaba antes de ir a San Francisco, cómo manteniendo la relación jefe–empleada, cómo si tuviese miedo de algo más. No se lo señalé, la verdad es que tenía miedo de su reacción, sin embargo creo que notó que me di cuenta, pues al salir del hotel mantuvo nuestras manos entrelazadas todo el tiempo.

Aún así se sentía lejano.

—Marco ya está esperándome..—murmuró observando su teléfono una vez descendimos del avión— ¿Te irás sola a casa?

—Floch vino por mi.

—Ah...—dijo con desgano— Entonces vamos.

Comencé a caminar tras su ancha espalda para que nos entregaran las maletas, podía sentir el ambiente algo tenso, pero no me atrevía a hablarle o cortar la tensión. Mi mirada se alternaba entre el suelo y Jean, sin saber muy bien que decir o hacer.

No se suponía que las cosas ocurrieran así.

—Ten, tu maleta.

Tomé con fuerza el mango de aquel objeto y comencé, nuevamente, a caminar tras la persona quien era mi jefe en total y absoluto silencio. ¿Estará molesto porque no quise tener relaciones con él anoche? No lo creo, él dijo que no importaba... ¡Dios! Los hombres son complicados cómo el demonio.

Nuevamente me encontré frente a las gran puerta transparente de salida del aeropuerto. Es todo, no hubo conversación con Jean, un abrazo o un beso, simplemente no y eso quizás, sólo quizás, me dolía. Logré divisar el auto de Floch gracias al llamativo color azul metálico de este y suspiré fuertemente, ya era hora de volver a casa.

—Bien...—murmuré— Tengo que irme, ¿te veo mañana?

—Sí, avísame cuándo llegues.

—Está bien, adiós Jean.

—Adiós.

Me di la media vuelta y comencé a caminar con lentitud hacia el auto de mi mejor amigo, quién ya estaba esperándome recargado sobre el capó de su auto. Estaba caminando de forma lenta a propósito, no creo que Jean sea tan idiota cómo para no captar una indirecta.

Por favor, ven a decirme que me quieres.
Ven a besarme, o cómo mínimo, un abrazo.

Pero no, no ocurrió absolutamente nada de eso, simplemente seguí con mi camino hasta llegar a Floch quién me miraba sonriente, aunque claramente su expresión cambió al verme el rostro.

Seguramente debía tener cara de funeral.

—Bonita, ¿qué pasó? —cuestionó una vez llegué a su lado, sin embargo no le respondí. Dejé la maleta a un lado y simplemente dejé caer mi rostro en el hueco de su cuello, mientras él sólo me abrazó por la cintura y me pegó más a él— Tu jefe está mirándome con cara de querer matarme.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora