Cap. 2 (parte 1). Primer Volumen; EN NUESTRO REINO

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     ¡Ayer el termómetro subió a cuarenta grados en Taipei! Los periódicos dijeron que era el verano más caluroso y seco en más de veinte años. Ni una gota de agua cayó en todo el mes de agosto. Los árboles del parque estaban tan recalentados que humeaban. Una manta de aire caliente y vaporoso se cernía sobre las palmeras, los corales verdes y los cocoteros.

     Los escalones de cemento y la balaustrada de piedra alrededor del estanque de lotos se quemaban por el sol durante el día, hasta escupir vapor caliente cuando se enfriaban por la noche. El calor que subía de los escalones era tan intenso que las personas que estaban sobre ellos se sentían mareadas y entumecidas.

     El cielo estaba denso y negro, la capa de nubes parecía lo suficientemente baja como para tocar el suelo. En un rincón vacío de la noche, una gran luna redonda colgaba sobre los cocoteros, del color rojo oscuro de un trozo de carne cruda humeante y fétida. Ni un soplo de viento en ninguna dirección. Los árboles estaban mortalmente inmóviles en la oscuridad. El aire era denso, caliente, húmedo, como una masa gelatinosa.

     Como era una noche de fin de semana, estábamos todos allí, de pie, hombro con hombro formando un círculo en los escalones del estanque de lotos apoyados en la balaustrada. Un mar de cabezas humanas asintiendo y moviéndose en la oscuridad, una aquí y otra allá, haciendo que el estanque pareciera estar en movimiento. En la oscuridad fantasmal pudimos ver una cabeza calva flotando por aquí, una cabeza encanecida por allá y, por todas partes, las amplias miradas llenas de brillante deseo de innumerables pares de ojos, como pupilas de gatos arrojando destellos de luz en la noche. Los susurros de conversaciones privadas empezaron a zumbar por todos lados.

     De vez en cuando, la quietud se rompía con una fuerte risa, que estallaba repentinamente en la espesa noche cálida y se desvanecía en cascada sobre el área para luego apagarse. Por supuesto, todos sabíamos que la furiosa risa pertenecía a nuestro maestro, el Jefe Yang. Llevaba un jersey ceñido color carmesí que acentuaba su enorme barriga, y un par de brillantes pantalones negros de orlón [1] sostenían su trasero firmemente en su lugar: haciéndole parecer como si estuviera escondiendo un par de globos inflados, uno delante y otro detrás.

     El Shifu [2] Yang, en sus rondas a lo largo de los escalones, se abría paso entre la multitud saludando apresuradamente a todos. Sostenía en su mano un abanico plegable de papel de sesenta centímetros de largo; cada vez que lo abría, resaltaban ocho grandes personajes al estilo de "vuelo de dragones, danza del fénix" [3]. De frente aparecían las palabras "Brisas ligeras vienen lentamente" y en el reverso "Dulces sueños son suaves". Caminaba gritando, resoplando y riendo a carcajadas, y cada vez que se movía, los bultos carnosos, delante y detrás, comenzaban a temblar, como olas que se elevaban.

     El Maestro Yang, lleno de arrogancia, había asumido una gran apariencia y se consideraba a sí mismo el líder absoluto del parque. Según le gustaba repetir, había contado cada brizna de hierba de nuestro nido y el número de sus discípulos, o discípulos de discípulos, que supera, como mínimo, los cuarenta. Con frecuencia agitaba su abanico como la batuta de un director, lo blandía brutalmente ante nuestras narices, mientras corría hacia nosotros gritando obscenidades:

     "¡Malditos mocosos!. Dejé mi huella en este parque cuando todos vosotros todavía os retorcíais en el útero de vuestras madres. ¿Y aún os atrevéis a haceros los listillos frente a mí? ¡Pandilla de hadas come mierda!".

     Pequeño Jade [4] llegó una vez vistiendo una camisa roja escarlata con cuello vuelto y pantalones acampanados azul zafiro. Se contoneaba de un lado a otro en los escalones con un par de botas de media pierna, elegante y muy atractivo. Por alguna razón desconocida, ésto hizo enfurecer a nuestro maestro, que lo agarró por la muñeca, y con un giro le torció el brazo detrás de la espalda mientras se burlaba:

HIJOS DEL PECADO (Crystal Boys)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora