CAPÍTULO V

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Esa noche, al llegar a casa, Thalía se apresuró a los brazos de Morfeo en el instante en que su cabeza rozó la suave almohada.
Por otro lado, nuestra morena apenas pudo conciliar el sueño debido al ya tan acostumbrado malestar en su pecho.

Se dio por vencida tras varias horas dando vueltas por la cama, por lo que decidió sentarse en el banco de ventana admirando el suavemente iluminado bosque mientras analizaba los acontecimientos de la noche con mente fría.

Odiaba perder el control. Desde muy pequeña le habían enseñado que eso era algo que solo los niños, y los débiles, hacían.
Bien sabía que lo de esa noche había sido un error que debía pagar.

No recordaba que le había hecho sentirse como se sintió. De hecho, casi no recordaba nada.
Solo una sensación de calor por todo su cuerpo que nunca antes había experimentado, como un fuego incontrolable que ansiaba ser liberado.
Como si Fuego te hubiera poseído, recordó las palabras de Thalía echando una mirada a la cama con una media sonrisa.
Perra. Pensó.
Thalía tenía razón, como siempre.

Pocas veces se había visto a nuestra chica perder el control de esa manera, lo que la hizo sentirse aún peor que antes.
Por supuesto no quería asustar a nadie, aunque bien sabía que eso era exactamente lo que había hecho.

Suspiró derrotada, entendía que todo el miedo que sus compañeros de clase le tenían había aumentado considerablemente.
Lo que más le dolía era le hecho de haber arrastrado a su mejor amiga a ese pozo de oscuridad y terror en el que estaba atrapada.

Permaneció en esa posición, con las piernas pegadas al pecho, abrazándose a sí misma y la barbilla apoyada sobre una rodilla por lo que parecieron horas, hasta que la voz ronca de su medio hermana la trajo de vuelta a la realidad.

− No le des más vueltas, ¿quieres? - Brina asintió, bien sabiendo que no sería capaz de algo así – Bibi, no fue culpa tuya, además, nadie resultó herido, así que no hay necesidad de que te preocupes así.

− Lía, tenías razón, no era yo. Y podría haber hecho daño a alguien, incluso algo peor. Y yo, yo ... te juro que yo ... - soltó un quejido mientras intentaba contener las lágrimas.

− Ven aquí -

La rubia arrastró el delicado cuerpo de su mejor amiga hasta tener su cabeza en su pecho, donde empezó a juguetear suavemente con su pelo en un intento de calmar la ansiedad que sabía que estaba sintiendo.

Se mantuvieron en silencio, cada una con la mente en un sitio diferente, hasta que Nadiya irrumpió débilmente en la pieza avisando a su hermana mayor de la aparición de su tío.

Se vistió tan lento como pudo.
No le apetecía salir de casa únicamente para recibir puñetazos que le dejarían marca, pero pensó que tal vez le ayudaría a despejarse un poco y liberar algo de tensión.

La rubia salió por la ventana de su habitación alegando que no le apetecía ver al novio de su madre al tiempo que ella bajaba con parsimonia las escaleras.
La escena frente a ella le hizo sonreír de lado.

Su tío Zander miraba con incredulidad y desprecio a Darcio, quien le recriminaba que "alguien como él", es decir, alguien de Agua, no podía ni debía entrenar a alguien de Fuego ni tener una relación tan estrecha como la que ellos mantenían.

− Si no quieres que la entrena, entrenala tú. Y como me apuesto mis dos ojos a que no serías capaz de formarla como lo estoy haciendo yo, cierra el pico antes de que te arranque la lengua y se la de de comer a mi gato -

La morena soltó una risita que disimuló con una tos cuando la mirada de ambos adultos se dirigió a ella.
Cogiendo una manzana del frutero de la cocina, siguió a su tío que prácticamente huía de la casa.

− No tienes gato – fue lo primero que le dijo tras subirse a la preciosa camioneta que había intentado robarle tantas veces.

− Lo sé, pero él no. Te juro que no entiendo como Ira lo aguanta – Ira era el mote cariñoso con el que adoptó a su madre cuando se conocieron en el instituto. - ¿Has oído eso de que NO puedo entrenarte? Ese no sabe quien soy yo. ¿Sabés qué? Voy a volver ahí dentro y le voy a demostrar lo que puedo y lo que no puedo hacer. Ya verás, le van a temblar hasta esos perfectos dientes -

𝑺𝒆𝒓𝒆𝒏𝒅𝒊𝒑𝒊𝒂 ~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora