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Recuerdo aquel día con total precisión. Fue un 17 de septiembre del año 1512, yo no andaba lejos de cumplir los 22 años.
Por aquellos tiempos era un genocida despiadado cuyo único lenguaje eran la muerte y la sangre, disfrutando de la melodía que era para mí la agonía de mis víctimas. Trabajaba, por decirlo así, para el que era mi maestro. Una deidad sin corazón alguno que solo quería ver el mundo arder y yo, una marioneta de inmenso poder, acataba sus órdenes sin protestar.
Tenía una libreta que se renovaba cada cierto tiempo en la cual aparecían todos los datos de mis víctimas, era un sicario por así decir.


—Aquí tienes, Bones. Esta vez tienes una misión algo complicada.
—JA, complicada dices. Sabes bien que para mí nada es complicado.
—¿Podrás con un demonio?
—Con uno y veinte más, podría liquidar el infierno entero si me lo pides.— dije mientras acariciaba el filo de un cuchillo.
—Estoy seguro de ello, ahora ve y sigue cumpliendo mis expectativas jejejeje...
—Por supuesto, Maestro...— y comencé a reírme como el loco que era antes de desaparecer de aquel lugar, aunque solo era mi desmesurada velocidad.


Como ves yo era un creído, me sentía el mejor pero no lo era. No había ninguna persona por encima de mí, eso es verdad, pero no era más fuerte que una deidad. Aún así, yo cumplí con lo que era mi deber y mi vida. Nadie que estuviese en la mira de Maestro saldría con vida. A excepción de... Una persona.
Unos días más tarde de lo que has visto decidí ejecutar mi siguiente asesinato. Debía ir a por un hombre con gigantismo o algo similar el cual era una amenaza para los negocios de Maestro. Solía visitar un bar específico casi todos los días, así que era imposible que huyese de mí. Y allí lo encontré.
Un humano de tal vez dos metros y ancho como un armario, su cuerpo era bastante deforme a causa de esto. Era muy violento y tenía sangre fresca en sus manos la mayoría del tiempo. Todo eso hasta que acabé con él.
Al llegar allí observé desde lejos, subido en una colina, el panorama. Una especie de posada con un bar al lado era lo que más llamaba la atención, esos dos edificios creaban un callejón donde estaba mi víctima, seguramente meando o atacando a alguien. No me importaba eso, porque pronto estaría muerto. Lo siguiente que se oyó en el lugar fueron gritos que decían: "¡Dios nos acaba de abandonar!" "¡No podemos huir de él!" "¿A por qué alma viene?" "¡Es el Hueso de la traición!" Y demás. Todos me temían y hacían bien, cualquiera que se hiciese el héroe y me confrontase era quien peor quedaba.
Aquel titán oyó los gritos de desesperación de la gente y se dio la vuelta solo para ver a un hombre al que le sacaba una cabeza, de pelo blanco, ojos morados y sonrisa demencial. Parecía darle igual y fue en ese momento en el que cruzamos miradas que pude oír los gimoteos de alguien en el callejón, alguien a quien no podía ver por el tamaño del tipo y que él estaría atacando. Fue solo por un momento pero, tuve un presentimiento extraño.
Como solía hacer con gente imponente le provoqué para que viniera hacia mí. Era un idiota y fue muy fácil. Con sus pasos temblaba todo el suelo, nada nuevo aún así. Trató de golpearme con uno de sus puños que debía ser tan grande como todo mi pecho, pero como si nada me giré dándole la espalda a la vez que esquivaba su golpe, no fue capaz ni de ver como me movía. Levanté una mano y señalé hacia arriba con un dedo, acto seguido un hueso enorme salió del suelo y atravesó de lado a lado el brazo de aquel tipo, destrozando su codo. Solté una carcajada al escucharle gruñir de dolor y cuando me giré para verle la cara solo veía confusión, algo que consideraba entonces... Delicioso.
Con toda la calma del mundo me acerqué más a él mientras su miedo crecía, quien imponía ahora era yo. Con un suave salto fui capaz de ascender hasta su cabeza y con un giro pateé su cara con tal fuerza que desencajé su mandíbula, pero no era capaz de tirarle al suelo. De alguna forma sacó su brazo del hueso, pero ya era inservible. Una vez toqué el suelo se escuchó como el aire se cortaba, todo gracias a un rápido movimiento de un cuchillo que cortó su otro brazo que cayó al suelo. El cuchillo apareció en mi mano goteando sangre. Ni siquiera un gigante podía hacer frente a mi velocidad.
Con la mayor cara de espanto gritó, gritó como seguramente no lo había hecho antes. Perdió el equilibrio al perder un brazo y terminó en el suelo. Me subí a su pecho y miré sus llorosos ojos, ambos sabíamos que se había terminado para él. Por debajo de mis pies salieron huesos afilados que perforaron todo su pecho, incluyendo los pulmones y el corazón, pero sin matarlo, para que sufriese sus últimos momentos antes de que diese su último suspiro. Solo podía reír y regocigarme al comprobar que cuanto más grandes son más dura es la caída. Y así estuve hasta que murió del todo y tiré su cadáver a un pozo que funcionaba como contenedor del callejón. Fue entonces, cuando terminé mi trabajo, que la vi ahí parada, mirándome con los ojos más preciosos que había visto nunca.
Una fauna, o eso parecía, con rasgos de conejo y piel blanca. Se veía sobretodo en sus orejas que debían de medir casi medio metro, aunque estaban dobladas hacia delante. Su pelo era liso y de un color verde similar al musgo, llegándole hasta la mitad de la espalda. Su cara tenía cicatrices, pero se veía muy dócil y tierna, aunque también con el sonrojo típico del alcohol, seguramente había estado bebiendo. Los iris de sus ojos eran de color carmesí y relucían como el rubí, quizás también era culpa del alcohol y las pocas lágrimas que tenía en la cara. La verdad, no era muy alta, posiblemente rondaría el metro sesenta. Estaba vistiendo ropa bastante extraña, parecía una túnica marrón que le cubría todo el cuerpo, apenas podía ver sus manos que estaban entrelazadas y temblando, y de sus pies no era capaz de de ver nada. Pero con solo ver eso yo ya me estaba sintiendo extraño, no era alguien común. Y prácticamente llorando, se lanzó hacia mí y me abrazó con todas sus fuerzas.


—Gracias... Gracias... Muchas gracias...


Yo no sabía como reaccionar. En otra situación la habría matado por atreverse a acercarse a mí, pero yo... No quería. No tenía claro que debía hacer en ese momento, solo podía inclinar la cabeza y mirarla. Lloraba, lloraba a moco tendido, pero incluso en una situación así solo era capaz de contemplar lo hermosa que era. Estaba teniendo unos sentimientos desconocidos para mí hasta ese entonces, me sentía bien... Demasiado bien.
Durante unos minutos en los que la gente que no había huído contemplaba como un asesino acaba de ser apaciguado, aquella mujer siguió abrazándome y agradeciendo que la hubiese salvado mientras yo seguía estático sin saber que hacer. Incluso hubo un aventurado que trató de acercarse a nosotros, pero le lancé una mirada fulminante con la cual decidió escapar. Fue entonces cuando recordé que no debería haberme quedado tanto tiempo ahí , hacer ese tipo de cosas me podían llevar a la muerte. La aparté con cuidado de mi y, sin darme cuenta, le sonreí con ternura demostrando que tenía más sentimientos de los que parecía. Le acaricié la cabeza como me hacían a mí de pequeño y en un abrir y cerrar de ojos yo ya no estaba allí.
Llegué jadeando hasta la puerta de donde yo vivía. Una casa en el bosque pero con muy buena calidad, era realmente acogedora, aunque no solía estar en ella. No jadeaba de cansancio ni nada similar, era por culpa de todas las emociones nuevas que acababa de experimentar. No comprendía nada, pero decidí entrar a mi casa y comer algo para calmarme. Un poco de chocolate negro, mi comida favorita. Agarré una tableta de la cocina y fui comiendo mientras buscaba mi libreta de objetivos para prepararme. Una vez la encontré marqué a aquél gigante como eliminado y miré las siguientes páginas:


—"Nombre del objetivo: Spring.
AKA: Heredera al trono del infierno." Vaya, este es el demonio que mencionó Maestro, parece interesante.


Seguí leyendo los datos que tenía disponibles hasta que me cruce con la siguiente descripción: "Ya que es un demonio de alto rango no posee una forma física específica. Sin embargo ha optado por la forma física de una fauna conejo de grandes orejas y largo pelo verde. Sus ojos son de color rojo y tiene cicatrices en la cara. Siempre viste con una túnica para ocultar sus marcas demoníacas en el resto de su cuerpo"


—E-esta descripción... Es aquella chica. Tengo... ¿Tengo que matarla? No... No puede ser, tiene que haber un error.


¿Por qué decía eso? Nunca había desobedecido ni cuestionado órdenes de Maestro, pero no podía creer que aquella persona que tan bien me había hecho sentir tuviese que morir. Sencillamente no podía ser cierto. Fue en ese momento cuando todo cambió. Me cuestioné cuántas personas había matado y me habrían podido hacer sentir igual. No podía asegurarlo y a fin de cuentas había cumplido con mi deber, pero a partir de ese día decidí observar durante una semana a cada uno de mis objetivos con la excusa de que quería buscar la mejor forma de torturarlos, Maestro se lo creyó y así fue como me di cuenta que la mayoría de gente que debía matar no lo merecía.

Decidí... Cambiar. Y con ello mi mente se fragmentó y mi alma lo haría pronto.

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