Amistad con Edurne

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La propuesta había sido rechazada por parte de la mayor parte de comunidades de vecinos del barrio y también por diferentes asociaciones de vecinos, pero evidentemente las instituciones y los políticos no podían rechazar una oportunidad como esta.

Todo el mundo recordaba lo ocurrido la última vez en la que Edurne, la cantante española, había sido aumentada de tamaño en Barcelona; no es plato de buen gusto para nadie recordar aquel episodio nefasto. También existen otros cientos de ejemplos en los que proyectos de este tipo acaban saliendo mal. No obstante, chanchullos y comisiones de por medio, este acabaría saliendo adelante.

"No más de 30 metros". Esta era la única premisa obligatoria para el evento de esta ocasión, ni uno más ni uno menos. Lamentablemente para los vecinos, tendrían que esperar hasta el momento de la verdad para comprobar si esta nueva norma era respetada o quebrantada.

La mayoría de los ocupantes del avión dormían. María observó las tres columnas de asientos que llenaban el aparato, por las ventanillas solamente se veían nubes bañadas por la luz del Sol. Ya hacía rato que no pasaba ninguna azafata por los pasillos y, de repente, por megafonía se pidió a los pasajeros que se abrocharan los cinturones antes travesar una zona de turbulencias que empezaron inmediatamente. De este modo, entre turbulencias que sacudían el avión de arriba abajo, la visión del interior del avión se desvaneció al tiempo que María se despertaba tras una larga siesta. Incapaz aún de abrir del todo los ojos, notó cómo una sacudida como las turbulencias del avión movía el sofá del salón en el que estaba tumbada. Segundos después, otra sacudida hizo que las vitrinas donde guardaban los cubiertos y los vasos repiqueteasen tímidamente.

Consciente de que aquello no era demasiado normal, María hizo el esfuerzo de incorporarse en el sofá mientras observaba la tranquilidad del comedor de su casa. Otro temblor llenó la estancia y, antes de que le diera tiempo a levantarse, la luz que entraba por las ventanas se atenuó hasta el punto de dar paso a una penumbra proyectada desde un gran muro blanco que, repentinamente, se detuvo delante del balcón principal del piso.

Indignada y extrañada, María se acercó para echar una buena bronca a los obreros o a los operarios que, seguramente, acababan de extender una lona publicitaria en la fachada del edificio sin permiso. Aunque la realidad que se mostró ante sus ojos al acercarse al gran ventanal superaba cualquier cosa que jamás podría haber imaginado y cualquier sueño que jamás habría podido tener.

Horrorizada, contempló cómo el enorme vestido blanco se extendía hasta más allá de la ventana del piso de abajo y, por debajo de este, unas piernas interminables culminadas por dos enormes pies femeninos, con las uñas pintadas de blanco, calzados con unos zapatos de tacón tan grandes como su propio coche y que agrietaban el asfalto alrededor suyo.

Aquello no podía estar pasando, no allí, en su calle; delante de su propia casa. Los rodajes con chicas agigantadas habían pasado de moda, ya no estaban a la orden del día y, además, estaban prohibidísimos...o eso creía recordar. Lentamente fue levantando la vista, sin llegar a abrir la ventana para no llamar la atención, tratando de ver quién era la chica que se estaba apoyando literalmente en su edificio como quien se apoya a un mueble o a una pared.

El bello rostro de Edurne era inconfundible para ella, pues en su juventud había seguido bastante la carrera musical de la cantante y, siempre que podía, veía alguna edición del "talent show" que presentaba ella en una de las cadenas de televisión...

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El bello rostro de Edurne era inconfundible para ella, pues en su juventud había seguido bastante la carrera musical de la cantante y, siempre que podía, veía alguna edición del "talent show" que presentaba ella en una de las cadenas de televisión españolas. Sonreía mucho, mirando probablemente a las cámaras que se encontraban al otro extremo de la calle, pero desde su punto de vista era aterrador. ¿Dónde estaba la policía? ¿Es que nadie estaba controlando aquello? A diferencia del resto de personas que la rodeaban, María sí recordaba el trágico accidente que tuvo Edurne en Barcelona la última vez que la hicieron gigante. ¿Quién le aseguraba a ella que esta vez no volvería a suceder nada pese a no haber crecido tanto como aquella vez? Empezó a agobiarse mucho pese a que la joven cantante prácticamente no se había movido desde el momento en el que se detuvo frente a su casa ni había hecho nada amenazante ni peligroso.

María buscó rápidamente su teléfono por el sofá para llamar a la policía y pedirles que hicieran algo. Mientras lo desbloqueaba y marcaba el número, hablaba consigo misma, nerviosa y al borde de un ataque de pánico. El sueño reparador que había tenido durante la siesta se había esfumado en cuestión de minutos.

Cada leve movimiento de Edurne provocaba en María un pequeño grito de espanto, pero el momento en el que la cantante habló por primera vez causó en ella un estado de pánico absoluto.

¿Estoy bien aquí, chicos? ¿Me muevo un poco más hacía vosotros? – preguntó seguramente todos los fotógrafos y cámaras de la calle. Su voz sonó tan exageradamente fuerte para María que tuvo que gritar de miedo, pensando que probablemente todos los cristales de la casa iban a estallar, pero lo cierto es que habían temblado más por culpa de sus pasos que por su voz. Es más, los gritos de María seguramente eran a más decibelios que la voz de Edurne.

El simple gesto de bajar la mano que tenía apoyada en la parte superior de la cornisa del edificio horrorizó a María, que no conseguía marcar los tres dígitos del número de la policía en el teléfono. Pudo ver la enorme mano de Edurne, limpia, cuidada y con la manicura de blanco en sus uñas, detenida justo frente su balcón. María empezó a marearse hasta el punto de tener que sentarse en el suelo del salón para, pocos segundos después, acabar tumbada en el suelo, inconsciente.

Lo último que pudo ver antes de perder del todo el conocimiento fue cómo Edurne posaba sus dedos en la barandilla de su balcón, tirando las dos macetas con flores que tenía de decoración al suelo del propio balcón.

Se despertó en una habitación de hospital, sedada y todavía mareada. No obstante, recordaba perfectamente lo último que había visto y aquel recuerdo le hizo venir ganas de vomitar de nervios. Lo que no esperaba por nada en el mundo era que, al abrirse la puerta de su habitación, entrara un doctor acompañado del último rostro que había visto antes de desmayarse.

¡Por fin! ¿Cómo te encuentras, bonita? – María tardó unos segundos en reaccionar a la pregunta que Edurne, ya con su estatura normal, le había formulado. – No te imaginas el susto que me diste cuando te vi tumbada en el suelo...no hacías buena cara.

María escuchó la explicación de Edurne, tratando de asimilarlo todo, mientras el doctor revisaba sus ojos, sus oídos y le comentaba que estaba en perfecto estado para salir del hospital.

Por lo visto, el sonido de las macetas cayendo al suelo alertó a Edurne, que se agachó para mirar al interior del piso y pedir disculpas. Fue entonces cuando vio a María tumbada en el suelo, pálida y con el teléfono en el suelo a varios metros. Le aseguró que trató de abrir la puerta y la ventana del balcón para socorrerla, pero le fue imposible hacerlo sin romperla, de modo que avisó al equipo de producción para que llamaran a una ambulancia y la ayudaran.

Pese a estarle muy agradecida, María no hacía más que pensar en "la suerte" que había tenido al desmayarse en aquel momento. Solo de imaginarse el gigantesco rostro de Edurne mirándola de cerca a través de la ventana, como si fuera un hámster enjaulado, y su enorme mano golpeando con el dedo índice a su ventana le daba escalofríos. 


fuente de la foto: @bigactresses / Instagram

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⏰ Última actualización: Jan 09, 2022 ⏰

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