Capítulo 17

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Marina

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Marina

Siempre resulta terrorífico saber que jamás se conoce del todo a alguien.

Aunque pases años junto a una persona, eso no es garantía de que luego, un día, al despertar, simplemente veas en él un nuevo rasgo nunca antes percibido.

Las máscaras decaen y te presentan a un ser completamente nuevo.

Podría decirse que es normal y parte de la idealización que hacemos de quienes nos rodean cuando les atribuimos rasgos amorosos e ilusamente asumimos que son solo eso, seres libres de crueldad.

Nos refugiamos en la bonita ilusión de que quienes amamos son los buenos.

Cuando vemos la crueldad de nuestros seres queridos, algo nos empuja a la negación. Queremos justificar aquello que no concuerda con la imagen mental que teníamos, y, en muchos casos es posible lograr esa ceguera y continuar.

Lo he hecho toda mi vida, al ignorar la maldad que me rodeaba.

Sin embargo, a veces es imposible mitigar el horror y eso, es lo que me pasó a mí cuando descubrí el secreto de los Brown.

Se me pueden cuestionar muchas cosas acerca de ese día, mayormente sin dudas es cuestionable mi falta de sensatez, tendría que haber llamado a la policía o acudir a mis padres. Pero no lo hice porque algo en mí quería darle otra explicación a la horrible imagen que tuve aquella tarde de mi hasta entonces adorable novio.

Pero ¿Pueden juzgarme? Antes de eso, era una chica común con una familia normal de padres felizmente casados, tenía un par de amigos adorables, un hermano que servía de saco de boxeo, un novio perfecto, buenas notas...
A esa chica que ahora era solo un recuerdo, completamente ajena a mi yo actual, no se le podía pedir ser sensata cuando la persona que más amaba en el mundo fue encontrada en aquel sótano formando parte de la imagen más inhumana de lo que había sido espectadora en mi vida.

4 meses antes

Como fanática del cine de horror sabía muy bien lo que un sótano representaba: fantasmas, monstruos, asesinos y personas decapitadas. Sin embargo, el sótano de los Brown era más bien una sala de recreación muy bien equipada para pasar el rato y quienes hacían gran uso de ella éramos Ty y yo; pasábamos allí horas jugando con la XBOX, haciendo competencias en el metegol o viendo nuestras series favoritas en la TV de la que siempre me reía por ser tan exageradamente grande, en serio, esa cosa ocupaba casi toda una pared.

Me dirigí a su casa ese día con el corazón en una mano, temerosa de lo que podía pensar Ty con la noticia que le llevaba, pero envalentonada por la posibilidad de estar embarazada.

No había premeditado mucho antes de correr a su casa, estaba dispuesta a dejar de lado todo lo que sus padres pensaban y a ignorar el hecho de que éramos jóvenes porque creía que aquel embarazo no podía estar mal si lo llevábamos juntos.

Marina: Lie or DieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora