Meryl Row

2 0 0
                                    


Todo me parecía tan ruidoso pero a la vez tan fascinante. La gente, las luces, las bocinas, los gritos, todo tan caótico pero formando un todo tan asombroso que no podía apartar la vista de la ventana del tren. Sentía ese terror de la ciudad, pero a la vez el deseo de recorrer sus calles e investigar sus rincones. Nueva York parecía tan viva ese día. Su humo y suciedad, al contrario de parecerme repugnante, me parecía la perfecta decoración para ese ambiente. La multitud eufórica también me parecía extraordinario, miles de personas conviviendo en una ola de locura, y me reconfortaba saber que podría pertenecer a ella, pero no ahora, no todavía, tenía otros asuntos a los que atender.

De repente un empujón de alguien intentando pasar por la multitud me devolvía a la realidad. Bajando del tren con tan solo una pequeña maleta, me incorporé a esa multitud de locura e intenté encontrar mi camino. Extendí mi mano a mi bolsillo y saqué la pequeña carta que había guardado todo el viaje.

一 Disculpe oficial 一 dije 一 ¿me podría decir donde queda este lugar? 一

一 Por supuesto 一 tomó el trozo de papel, y enseguida me devolvió una mirada confusa 一 Todos saben donde queda Meryl Row. ¿No es de aquí verdad? 一 respondió con una sonrisa burlona 一 Créeme chico, no querrás ir a aquel lugar 一

一 ¿Por qué no? 一 pregunte confundido, retomando el papel 一

一 Si lo que buscas es dinero 一 siguió 一 seguro encontrarás montones para un chico de tu edad, pero créeme, hay gente verdaderamente peligrosa ahí dentro muchacho. Si fuera tu, volvería a casa, no hay nada en esta ciudad para ti 一

一 Gracias, pero voy por asuntos personales 一

一 De acuerdo 一 suspiro 一 sigue esta calle, luego gira a la derecha, y un poco más arriba verás el cartel 一

一 Gracias 一

一 Ten cuidado chico. No me gustaría encontrar tu cara en algún archivo policial 一

Extrañado por la reacción del policía, seguí sus instrucciones y subí por aquella calle. Empujado por la gran avalancha de gente, me costaba caminar, y más todavía ubicarme. El policía ciertamente no había sido lo demasiado específico, por lo que intentaba preguntar a cualquiera que pasase a mi lado, pero simplemente parecían no verme o ignorarme. Tal vez era mi vestimenta, todos aquellos señores con finos trajes y más finos relojes, maletas negras de cuero colgadas de sus manos y miradas serias completan la vestimenta. Yo por otro lado, lucia una vieja camisa blanca y todavía mas viejos pantalones negros. Por supuesto ninguno había sido comprado por mi, no podía permitirme esos lujos. La maleta marrón que llevaba casi no podía mantenerse cerrada. Seguro cualquiera de los trajes de aquellos caballeros podría comprar 10 maletas como la mía, eso incluyendo los trapos viejos que se encontraban adentro, que yo orgullosamente llamaba ropa.

Varios minutos recorrí la ciudad buscando aquel lugar donde indicaba la carta, sin quitar la mirada de aquellos altos monumentos de cemento que llamaban edificios. Cansado, decidí volverme más insistente en la petición de indicaciones, sin embargo no encontré ninguna voz dispuesta a ayudar. Ojeaba de vez en cuando el papel en mi mano, deseando que por lo menos tuviera alguna dirección escondida en alguna esquina. Lo único que decía era "Maryl Row", en una extravagante letra roja. Los carteles luminosos tampoco eran de ayuda, sin importar la cantidad, ninguno poseía las palabras precisas. Me hubiera encantado saber cómo usar un taxi, pero honestamente pocas veces había visto un automóvil, y resultaban más aterradores que cualquier carruaje que hubiese visto.

Fue justamente uno de estos lo que llamó mi atención tan repentinamente, más precisamente su bocina. Me di la vuelta para ver que había sido ese ruido, ya que a diferencia de otros similares, este había sido seguido por una serie de gritos e insultos. Nunca fui un hombre alto, por lo que poco pude ver desde mi posición. Decidido a acercarme, los insultos se hicieron más presentes, y ahora podía ver una multitud pequeña de hombres curiosos formando un círculo en el costado de la calle. Poco a poco me abrí paso entremedio de aquellos hombres. El disturbio parecía ser afuera de algún tipo de bar, el más lujoso edificio con el que me había cruzado. Enorme e imponente, representaba al milímetro la idea que rodeaba aquella ciudad. Si me hubieran hecho dibujar una representación de la ciudad donde me encontraba, ese lugar hubiese sido el indicado, con sus luces y sonidos. Finalmente pude apreciar el espectáculo que tenía a todos fascinados. Un hombre completamente borracho se encontraba tirado en el piso siendo pateado por tres hombres bien vestidos. Aunque me sentía apenado, no tenía la valentía suficiente para hacer algo al respecto. Al poco rato, un hombre que parecía ser un cantinero, salió del bar, y trajo con él una serie de gruñidos capaces de dispersar la multitud expectante. En cuanto a los protagonistas del ataque, pateó a algunos lo suficiente para que se fueran, e incluso la víctima lastimada recibió algunas de esas patadas. Me sorprendió ver a un hombre de unos 50 años tan energético y furioso. Ya sin nadie mirando, yo era el único allí presente, por lo que el cantinero me consideró su próxima víctima.

Meryl RowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora