Cuando el telón termina su recorrido. Anuncia el final de la obra. El publico aclama una nueva aparición, pero vos y yo sabemos la verdad. Esa nueva obra no va a llegar. Así como las obras , las personas también poseen momentos decisivos, momentos felices y una conclusión inevitable. la muerte nos iguala a todos, la aparición del telón nos iguala a todos, como conjunto de actores que ayudo a la creación de una gran historia. que aunque haya sido representada miles de veces, cobra un nuevo sentido, adquiere la matiz de personalidad que se la otorga cada actor, poniendo toda su improvisación, todas sus capacidades, a disposición de aquellos pocos eternos que triunfaron tanto al tiempo como a la muerte, volviéndose tan inmortales como sus trabajos, volviendo a sus propias obras un ejemplo a seguir, una obra exitosa.
Ahora es mi turno, como el de todos los vivos que pisamos la tierra en este momento, de actuar. Te veo allí, no demasiado lejos, y el publico aplaude cuando la luz te ilumina como en la vida real, pero con un tinte mas dramático que tan característico es de las actuaciones. yo me aproximo, indeciso, puesto que toda improvisación es complicada, y cada ser independiente es capaz de tomar decisiones de forma autónoma. Tal como lo esperaba, ella se aproxima también, y en sus ojos puedo ver algo que solo puede ser descripto como una llama que arde intensa e incesantemente. Desde donde yo, aquel actor que se aproxima, puedo ver, era una llama sin altibajos, una de las llamas mas bellas que he visto,que aunque no destaque en nada, destacaba en todo. En ese momento supe que estaba perdido, que aquella llama era la que buscaba sin buscar, y aun así sabia que la iba a encontrar, que casualidad que fuera justo en ese momento, justo en esa improvisación, frente a frente, enfrentados por nuestras obras, que recién pude apreciar aquella llama que ardía allí.
Era mi oportunidad, por lo que me aproxime a su lado y le pregunte algo tan tonto como la hora. ella me respondió, aunque yo ya estaba perdido en su mirada, que era mas o menos lo que el publico esperaba de mi, pero también lo que yo esperaba de mi. Le pregunte que hacia allí, y me dijo que esperaba el colectivo y que no le vendría mal un poco de mi compañía, en ese momento el pulso se me acelero y se subió hasta lo mas alto de mi cabeza, por lo que accedí con gusto a su invitación.
Al principio vacilaba demasiado, como si no estuviera seguro de sentarme en aquel banco de utileria, pero las expresiones del publico me incitaron a seguir, tanto por los que se reían de la situación como los que se sentían terriblemente identificados, porque todas las obras tocan alguna fibra de la vida de por lo menos un espectador. y por sobre todas las cosas, esa es la capacidad de la improvisación, el arte del azar, la grandeza de lo cotidiano, que era por lo que se encontraban limitadas en cierto sentido todas sus obras, las grandes obras también. Una vez había escuchado una frase que decía: esta dentro de sus capacidades, Refiriéndose a lo que había pensado, lo que había echo. Quien es quien juzga que esta dentro de nuestra ilimitada imaginación? Es necesario manifestar cada una de nuestras acciones para que sepan que somos capaces de ello?. La idea resulto absurda, pero sabia que no había tiempo para filosofar, la obra debía continuar.
Se sentó a su lado e inmediatamente los nervios lo atacaron, necesitaba romper el silencio urgentemente, antes de que se prolongara para transformarse en un incomodo momento, y la perdida de una oportunidad, se tenia que arriesgar.
- ¿Sabes hacer malabares? - era lo que mejor se le daba, pero aun así le pareció algo estúpido para iniciar una conversación, aunque las cartas ya estuvieran sobre la mesa.
- La verdad que no, pero siempre me hubiera gustado intentarlo – dijo con mirada provocativa y cautivadora, lo solprendio su rápida respuesta. Y así es como comenzó todo...
Y el telón se bajo mágicamente, y sin darse cuenta todo finalizo de forma bastante feliz, pero sumamente inconclusa. Debe ser un error, pensaba cuando la chica se levanto riendo y le explico que era parte de la gracia de esa obra, que finaliza cuando uno menos se lo espera, que hay que hacer lo que se pueda mientras aun quede tiempo, porque el telón no espera a nadie.