1 | la nuit noire

609 45 23
                                    

1817

—Sírvase un poco más de coñac, Lord Jaeger. Y dígame, qué lo trae a Francia. — podía notar su nerviosismo aunque tratara de ocultarlo, no se esperaba mi visita, y yo no planeaba venir.

—Vine para hablar con nuestro querido rey, Luis de Francia, sobre unos asuntos, últimamente han habido problemas con la exportación, y me gustaría hablar con él.

—¡Es una barbaridad lo que dice, mi lord! ¿Problemas? ¿Qué clases de problemas?

Una gota de sudor comenzó a bajar por su frente.

—Problemas monetarios, la paga incompleta, y nos falta una gran parte de algunos materiales, oh, y el armamento es una gran mierda. Así que vine para hablar con le Désiré acerca de este asunto en persona, así que necesitaré una carroza para ir a Versalles.

Él estaba pálido, estaba asustado.

—Lord Jaeger, no p-puede ir a molestar a su alteza, esto es tan nefasto.

—William, se supone que tengo que hablar de estos inconvenientes contigo, después de todo, tú eres encargado de ver qué sale y entra del puerto, ¿No es así? Así que comienza a mover tu maldito culo velludo y deja de robar mis exportaciones para luego venderlas al extranjero y luego gastar el dinero en tus malditas mierdas. ¿Acaso piensas que soy estúpido? Sé que has estado robando mi dinero, así que lo quiero de vuelta. ¿Quedó claro?  O yo mismo seré quién te asesine.

—S-sí, mi lord.

Salí de aquella pequeña casucha que se encontraba en el puerto.

—¿Cómo fué todo, señor? —preguntó Armin quién estaba fuera esperando, derecho y con el rostro serio.

—Si en un mes no tengo mi dinero, tendremos que volver, mientras tanto, seremos visitantes de este lugar.

—¿Y qué es lo que hará un mes aquí, a parte de esperar? Recuerde que su compromisos con lady Reiss es dentro de poco.

—No te preocupes, llegaremos a tiempo.  Busquemos una recidencia, necesito un buen baño, el clima aquí es horrible. 

MIKASA

Salí de esa habitación corriendo a penas se había quedado vacía y expulsé todo almuerzo del día (un pan) en una cubeta que había en el pasillo, me sentí aliviada, pero también me sentía sucia, el asqueroso sabor de líquido seminal seguía en mi boca.

—Tranquila—, susurró alguien a mis espaldas mientras sostenía mechones de mi cabello a los costados para no ensuciarlo. —Vamos a refrescarte.

—Gracias, Annie.

Estaba atontada, con la mirada perdida y cansada, y con algo de vómito en mis labios. Annie me llevó hacia la calle, donde comenzamos a recibir silbidos acompañados de comentarios asquerosos, oh, y también miradas de desaprobación de parte de algunas señoras que pasaban por allí.

—Zorras— murmuró una mujer que pasaba por al lado nuestro, claramente lo hizo con la intención de que podamos oírla. Y preferí quedarme callada a generar una pelea con alguien, pero Annie hizo todo lo contrario.

—¡Seremos zorras, pero somos las favoritas de su marido!— exclamó Annie en un tono provocativo y alsando el dedo medio.

—Annie ya basta. —Murmuré, quería alejarme del caos y cualquier cosa problemática que me genere dolor de cabeza.

Annie ignoró los murmureos de la otra mujer y me abrazó por la espalda baja llevándome hacia la plaza, donde había un pozo de agua.

—¿Mejor?—preguntó mientras yo tragaba sedienta el agua.

El Perfume De Su Piel | eremika | (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora