Prologo

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Valeria


Nadie estaba en casa. Era raro ya que por lo menos Daniel debería estar en su cuarto. Nada. Ni una nota siquiera.

Valeria se encaminó hasta el segundo piso para terminar comprobando que efectivamente no rondaba ni un alma. Deben haber ido por comida pensó.

Su madre hacía eso seguido, dejarlos solos y volver como si nada hubiera pasado, a veces en estado de ebriedad o mucho peor. No era la mejor madre del mundo pero era lo que tenían como sustento. Daniel tan solo tenía ocho años, no podía valerse por sí mismo y Valeria lo amaba con todo su corazón, había aprendido a ser una madre para él por la ausencia de la suya. Su padre en cambio l,,os había abandonado cuatro años atrás; desde entonces Veronica había entrado en depresión y con ello problemas de alcoholismo y drogadicción.

La pelinegra se adentró a su habitación cerrando la puerta con fuerza, había sido un día pesado, se echo sobre la cama quedando boca arriba mientras observaba el techo de madera con mucho detenimiento. Casi estaba dormida cuando un estúpido y crispante ruidito proveniente de su "cacahuatito" sonó por toda la habitación.

Contestó el teléfono y al otro lado se escuchó una familiar vocecita. 

—¿Vale?

—¡DANI! —Vociferó la mayor —. ¿Dónde estás niño? ¿Y mamá? ¿Fue por ti a la escuela?

—Tranquila estoy en casa de Juli, su mamá me invitó a almorzar, llego a casa en unos minutos.

—¿Quieres que vaya por ti?

—Hermana estoy a unas casas, puedo llegar solo. Recuerda que Juli vive en el mismo vecindario.

—Lo sé, está bien, aquí te espero Dani.


La escuela de Dani está literalmente a la vuelta de la esquina, comúnmente él siempre viene y va solo a la escuela, pero hay veces en la que su madre —Si es que está sobria— va por él y pasan la tarde juntos. Valeria no tiene ese tipo de relación con su madre, cuando no se están ignorando están peleando, no hay ningún tipo de vinculo afectivo, pero a Valeria no podría importarle menos, esa mujer nunca estaba en la casa. No le hacía falta ni lo haría nunca.

Así es como era su vida, no le esperaba nada bueno ni hoy ni nunca, las cosas no iban a cambiar y ella estaba resignada a vivir de esa manera.

Aunque no por mucho tiempo.

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