Capítulo único

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Los integrantes de Bonten estaban compartiendo unos tragos en un restaurante lujoso. Se encontraba Koko, quien vestía una chaqueta de tela elegante y unos pantalones del mismo material de tonalidades rojo oscuro, Mikey quien vestía un traje elegante, al igual que Kakucho y Sanzu. Los integrantes de Bonten bebían vino como si su vida dependiera de ello. Se empezaban a emborrachar, pero no Koko. Él no podía ahogar sus penas en el alcohol, debido a que ni eso le llenaba el vacío que había dejado su separación con Inupi. Sabía de igual manera que él había sido el que pidió que se alejaran. Pero jamás creyó que sentiría un vacío insaciable. Nada podía llenarlo, ni mujeres, ni el alcohol, ni el dinero, nada. Habían pasado años, pero seguía sin poder olvidarlo. Era tan sencillo como eso. Así que hastiado tomó su copa de vino y vio el lugar. Este era elegante con varias mesas a su alrededor y tenía personas acaudaladas. Se podía notar por las ropas elegantes que usaban y porque ahí la comida y el alcohol eran caros.

Entonces, Koko estaba por volver su vista a su mesa cuando al mirar por el baño que se encontraba no tan lejos de ahí, lo vio. Era el mismísimo Inupi, que se dirigía al baño. Usaba una chaqueta blanca de tela, una camisa y unos pantalones blancos.

Koko de inmediato se disculpó diciendo que tenía que ir al baño. Oh sí. Esto él lo iba a disfrutar. Inupi sintió que alguien más entró al baño y se dio la vuelta con agilidad. Fue tanta su sorpresa que profirió un grito ahogado, mientras que Koko se acercaba a él con lentitud.

—¿Koko? —dijo Inupi retrocediendo hasta chocar con la pared.

Su corazón comenzó a latir de forma salvaje, y es que, ¿qué hacía él ahí? ¿No era suficiente que él le pidiera que se alejaran y ahora él lo volvía a buscar, después de todos estos años? Koko finalmente lo terminó acorralando a medida que apoyaba su mano en la pared al lado de la cabeza de Inupi, con el fin de no dejarle escapatoria.

—No sabes lo feliz que estoy de verte Inupi —Koko le sonrió de forma juguetona y después le sacó su lengüita.

—Koko por favor aléjate de mí. Tú ya...nosotros ya no somos nada —le dijo Inupi con toda la fuerza de voluntad que tenía, de hecho, intentó empujarlo colocando ambas manos en el pecho de él, pero Koko no se alejó en lo más mínimo, es más se apegó más a él como respuesta.

—¿Ah? Inupi tú sabes que me alejé de ti por tu propio bien ¿no? Además, ya no estábamos en la misma sintonía —le dijo Koko.

Ese comentario rompió mucho más el corazón de Inupi, sus ojos se aguaron, pero no contaba con lo que diría Koko a continuación.

—Pero eso no significa que en todos estos años no me hayas hecho falta —le susurró en su oído—. ¿Sabes? Desde que nos separamos he sentido un vacío inconmensurable que nadie ha podido llenar, de hecho, sólo tú puedes hacerlo.

—Pero ¿qué dices? —dijo Inupi. E iba a replicar, pero una acción le impidió su cometido.

Koko lo besó sin más, sus ansias locas de besarlo le daban a indicar que todo en él lo necesitaba. Lo extrañaba mucho, y en su actual pandilla no podía recurrir a nadie para contarle sus males, sus malos días, sus buenos momentos. A Nadie. Esta soledad lo estaba volviendo loco, además, no había persona alguna capaz de reemplazar esa vacante que Inupi había dejado y lo había comprobado.

A pesar de que en un principio Inupi se resistió al beso, bastaron un par de segundos para que él le correspondiese a ese gesto. Tomó el rostro de Koko entre sus manos para profundizar el beso, y Koko tenía sus manos sobre la espalda de Inupi. Koko e Inupi saboreaban gustosos ese sabor embriagante que los volvía locos. Y todo por aún sentirse atraídos uno al otro, al parecer el tiempo no había cambiado sus sentimientos.

Un reencuentro arriesgadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora