Capítulo 5

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Michael no vino por mí, en cambio, mandó un auto negro de alta gama con un chófer para llevarme directamente hacia el jet privado alrededor del mediodía. No esperaba esto, pero bueno que más da ¡Tokio me espera! Sentía una terrible ansiedad en cada paso que daba. Es la primera vez que iba a visitar aquella gran ciudad con su gran cultura. Scott no aparecía, tal vez algo lo había retrasado, intenté convencerme. Sabía que tenía dieciséis horas de vuelo por delante, menos mal que cargué algunos de mis libros en un pequeño bolso de mano, junto a algunos objetos personales y de higiene. Cuando estábamos por despegar, Michael se dignó a aparecer y se sentó frente a mí. Ofreciéndome un "hola", seco y distante. 

Claro, yo no estaba tan bien como anoche, aparte de mis terribles ojeras que sabía que se iban a notar, porque no había dormido hasta altas horas de la madrugada planeando lo que iba a llevarme a este viaje. Mi vestimenta era cómoda como para realizar un vuelo de tal magnitud. Llevaba una calza y un suéter de hilo, el pelo recogido en una cola de caballo y mi maquillaje era apenas un poco de corrector y polvo. Michael, en cambio, se veía radiante. Pantalón de vestir, zapatos y camisa con los dos botones superiores desabrochados, dejando entrever un poco de su torso desnudo... Una pequeña sombra de barba se asomaba y no dejaba de tocarla mientras se veía pensativo, evitando mi mirada. ¿Este hombre jamás descolgaba el traje de negocios y se ponía cómodo? Sin embargo, parecía cansado, sus ojos estaban rojos como si estuviera debatiendo contra sí mismo, vaya a saber qué cosa.

Dormí la mayor parte del viaje, desperté envuelta en una manta, con mi asiento reclinado, cuando estaba la comida. Unos deliciosos canelones con salsa blanca se erguían ante mí, puestos en la tabla del medio que creaba la distancia entre mi jefe y yo. Intercambiamos un par de oraciones como "Esto es delicioso" O "¿Quieres postre?", nada que pudiera salirse de contexto. Esto era realmente incómodo. A la madrugada, llegamos al hotel. Me acompañó en silencio hasta mi cuarto y me dijo que él se encontraba en la habitación trescientos seis, un piso arriba del mío. 

Si mi suite era increíble, no quería imaginarme la de Scott. Tenía una cama doble y el colchón parecía que estaba relleno de plumas. Contaba con un minibar lleno de aperitivos, un increíble vestidor, que lo que traje en mi maleta no cubría ni un cuarto del mismo y un baño que, por favor, ¡Era enorme! Una ducha donde salía agua por todos lados en fuertes chorros. Una bañadera con un increíble surtido de espumas y sales, con varios olores diferentes... Era como un mini spa. Me relajé en esa ducha, que increíblemente tenía potencia para destensar todo mi cuerpo rígido, después de un vuelo de tantas horas. Hice una pequeña anotación en mi cerebro para mandar a instalar una similar en el baño de mi casa, cuando mis ahorros sean suficientemente sustanciosos como para cubrirlo, claro. Agarré mi pijama, nada sexy, compuesto por remera de tiras y pantalón de algodón con un tierno estampado de corazones y me recosté, en menos de cinco minutos caí en un sueño profundo. 

Me levanté el domingo a media mañana, sabía que hoy no había nada que hacer, salvo, encontrarme con Michael para que me informe que planes tenía, desde el lunes hasta el miércoles, donde ya estaba programado nuestro regreso. 

Pedí servicio a la habitación para desayunar. Leí un poco hasta que el sonido de mi celular me sacó de mi mundo. "¿Aceptas salir a cenar conmigo mañana después del trabajo?".

Nuevamente, ese número desconocido, sabía que era Jensen, pero igualmente pregunté "Disculpa, no te tengo agendado ¿Quién eres?".

El muy cínico contestó "El amor de tu vida".

Puse los ojos en blanco y le escribí "Lo siento amig@ número equivocado".

Golpearon la puerta y me levanté de mi cómodo colchón, abrí, sin darme cuenta de que todavía estaba en pijamas. De repente vi un Michael alto, relajado, con una vestimenta muy casual que me hizo recorrerlo con la mirada: zapatillas, un pantalón deportivo y una remera blanca, que apenas se notaba un poco de sudor de entrenamiento. Cuando mi teléfono volvió a sonar, esta vez con una llamada, no podía moverme, me quede quieta ante tan hermosa visión. Una sonrisa burlona se asomó a sus labios y sus ojos apuntaron al aparato que nos estaba molestando. Fui en busca de este que no dejaba de chillar. Vi el número e instantáneamente corté la llamada. 

Mi Futuro [Terminada]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora