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Dedicado a todos esos lectores que ansiaron una tercera parte. Los amo.

Un año después...

Su capa roja de terciopelo galopaba a su espalda, siendo golpeada férreamente por la brisa. Jinyoung se encontraba a unos pasos de la casa de su abuelo Jaebum, cargando en su cesta una deliciosa tarta de fresas, esta vez, preparada por sí mismo. Ahora tenía una razón muy buena para cocinar como si esa fuera su pasión más grande, incluso mejor que su madre, y es que amaba sorprender a esa persona en todo sentido.

Sorprenderlo a él.

El bosque estaba tranquilo y sereno a esas horas de la mañana, cuando el sol apenas calentaba el lugar y apagaba las sombras entre el follaje de los árboles. Hoy parecía ser un día cálido y despejado, a diferencia de la época de lluvias que atravesaron hace unos días. Los imponentes árboles limitaban su vista, pero sabía que el cielo estaba hermoso, tan azul como sus ojos. A su alrededor los pájaros cantaban con brío, alegres, y los animales salían en busca de comida, creando sonidos entre las ramas, despertando sus sentidos.

Incluso su sombra lograba alertarlo. Él podría aparecer en cualquier momento y en cualquier dirección.

Sus pensamientos divagaban en tantas cosas que a veces sentía que no pensaba nada en realidad, siempre le pasaba cuando caminaba solitario por aquellos caminos silvestres. En todo este tiempo no había visitado a su abuelo Jaebum, y ya ansiaba verlo con todas sus fuerzas. Extrañaba sus consejos, abrazos y su comida a leña, también cuando le regalaba prendas de vestir elaboradas por el mismo. Eran las mejores y lo protegían del frío.

Poco a poco sus botas dejaron de maltratar las ramas esparcidas por el suelo. Alzó su vista y se encontró el hermoso jardín de Jaebum. Este había agrandado el espacio para sembrar una amplia variedad de flores de distintos colores y especies. Su cabaña se veía aún más preciosa, como en las de los cuentos que solía contarle de pequeño, en esos donde existían las hadas, todo tipo de criaturas fantásticas y, por supuesto, lobos.

Pero estos últimos estaban más vivos que nunca, y eran tan reales como cualquier humano común y ordinario.

Jinyoung abrió la pequeña puerta de la cerca que encerraba la parte frontal del Jardín y caminó por el sendero de piedra hasta llegar a la entrada. Tocó tres veces con un ritmo característico que le indicaba a Jaebum que era él.

Luego de unos minutos, el rubio hizo acto de presencia y Jinyoung no dudó en saltar a sus brazos.

— ¡Jinnie!

— ¡Oh, mi cielo! Que alegría tenerte por aquí. ¿Cuántas lunas y soles sin verte?.— Sonrió con emoción y secó una pequeña lágrima que escapó por su mejilla en medio de la euforia.— Vamos, entra. Tengo algunas cosas para ti.

— Yo también, Jinnie.— Comentó y se adentró a la cálida cabaña. Su interior era como siempre, familiar y acogedor, con todo perfectamente ordenado. Dejó su cesta en la mesa de la cocina y de inmediato su olfato captó el olor a estofado de ovejo y arroz recién hecho.— Huele delicioso.— cerró sus ojos y disfrutó del bombardeo a sus fosas nasales.

— Aún le falta un poco, querido. Antes, vamos a revisar unas cosas que preparé para ti.

Jinyoung asintió y subió junto a él por la escaleras chirriantes de roble viejo. Ambos entraron a la habitación de Jaebum, quien no podía aguantar un segundo más sin mostrarle lo que había hecho para él. El menor se quitó el gorro su caperuza y su hermoso y brillante cabello rojo salto a la vista. Lo sacudió de lado a lado y luego fijó sus ojos en las manos de Jaebum. Este le tendía unos hermosos guantes que dejaron a Jinyoung boquiabierto.

¡𝕯𝖊𝖛𝖔𝖗𝖆𝖒𝖊 𝖑𝖔𝖇𝖔! // JINSONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora