I | El inicio del fin

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Capítulo dedicado a maartaferr, feliz cumpleaños, cerda! Espero que no tengas muchas ganas de matarme cuando lo leas. Y sino, recuerda que si estoy muerta nunca podré firmarte un libro en papel (si es que llego a publicar algún día) y mi fantasma te atormentará el resto de tus días. Tkm <3

El inicio del fin

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El inicio del fin

Fayna se removió inquieta entre las sábanas, ahogando un grito.

Por mucho que intentara despertarse, no era capaz. Sentía las llamas lamiendo su piel, quemándola en una tortura silenciosa de la que no conseguía escapar. El rugido del viento irrumpía el silencio en el que se había sumido el lugar, recorriéndole un escalofrío de pies a cabeza. Una serie de sombras sin forma concreta la rodeaban mientras el calor abrasaba su cuerpo por completo.

Ella se quedaba ahí, estática, observando como se consumía ante el fuego.

Lo último que vio antes de caer en la inconsciencia fue una mirada sangrienta que destacaba sobre el humo que había a su alrededor.

Abrió los ojos de golpe en busca de aire.

Apoyó una mano sobre su frente, notándola pegajosa mientras que una serpiente de sudor parecía reptar por su columna, arrancándole varios espasmos involuntarios. El recuerdo del fuego seguía latente en su cabeza, impidiéndole respirar con normalidad. Volvió a acariciarse la frente antes de rodearse la nuca y soltar un suspiro tembloroso.

Se recordó a sí misma que estaba en casa, que estaba a salvo, que tan solo había sido una pesadilla, pero aun así no pudo quitarse la sensación de alerta de encima.

No importaba cuánto tiempo pasase, ni lo que hiciese para evitarlas, siempre las tenía. A lo largo del tiempo parecían empeorar, volviéndose más asfixiantes.

Más mortales.

Se abrazó las rodillas y ocultó la cara en ellas, suspirando, resignada.

Ni siquiera en su dieciocho cumpleaños querían darle una tregua.

Intentó centrar la atención en otra cosa que no fuese el par de ojos carmesí que la habían observado mientras el fuego la consumía.

—¿Fayna? —preguntaron al otro lado de la puerta, cortando el hilo de sus pensamientos—. Vas a llegar tarde al instituto si no te marchas ya.

—Estoy terminando —mintió con descaro.

Se dejó caer hacia atrás, rebotando contra el colchón. No se movió hasta que oyó a su madre alejándose de la habitación. Se elevó por los brazos, paseando la mirada por todo el cuarto en busca del ordenador. Al localizar una pequeña luz parpadeante, oculta parcialmente por las sábanas, estiró el brazo para alcanzarlo. Cuando levantó la tapa se encontró con la página web que había encontrado bien entrada la madrugada.

Yin. El bien dentro del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora