꧁Capítulo 32꧂

386 22 1
                                    




~●~●~●~●~●~●~●~●~●~●~



Apoye mi cabeza en el cristal y elimine, de nuevo, las lágrimas de mi rostro. Desde que había tomado el tren para volver al Capitolio, para la inauguración de la nueva tienda de Tigris, no había dejado de llorar. Llevaba más de un día encerrada en mi cuarto del tren sin dejar de llorar y sin haber querido hablar con nadie, ni siquiera había probado algo de comida. Sabía que tenía varias llamadas perdidas de Seneca y de Tigris, pero opte por no contestar ninguna. ¿Por qué? Finnick se enteró de que me habia besado con Seneca y habia terminado nuestra relación, él no quería seguir con esto y la peor parte es que me informaron que estaba viéndose con una chica en secreto y que tenían una relación, eso rompió mi corazón, estaba hecho cenizas.

Finnick no lograba entender que yo debía de fingir con Seneca que ambos teníamos una relación sentimental y que debía de ser lo más creíble posible, por lo que sus celos habían salido a la luz. Me sentía realmente destrozada, no sabía que hacer ahora con mi vida, él era mi mundo y ahora... ya no lo tengo, nada de lo que hago me ayuda a olvidarlo. Ni siquiera mi padre pudo sacarme de aquí.

Sin embargo, lo entendía perfectamente y solo podía aceptar los hechos y llevarlo de la manera más correcta posible. Pero no podía, era demasiado para sobrellevarlo junto con estar en el Capitolio con Seneca, y estar feliz por estar con él.

"No puedo continuar con esto Alana. No puedo dejar que juegues conmigo, Lo siento" Esas palabras seguían resonando con fuerza en mi cabeza, con el mismo tono de dureza que había dicho Finnick. Tras esas palabras, habia colgado la llamada dejándome sin palabras, estaba segura de que en cuanto volviera al distrito doce nada sería lo mismo, mi vida no sería la misma. La puerta del vagón se abrió dejando ver a un agente de la paz.

—¿Qué quieres?—pregunté con dureza sin mirarlo tan si quiera.

—Tienes una llamada importante

—He dicho que no quiero hablar con nadie hasta llegar al Capitolio. ¿Sabes entender una norma? Por qué parece que no.

—Sí, pero es tu padre. Me ha dicho que es muy importante que te pongas, que está en juego mucho más que tu llanto de niña pequeña—gire la cabeza con brusquedad, mirando al agente de la paz y me acerque al teléfono—, eso fue lo que él me dijo que te digiera.

—Puedes irte ahora—conteste haciéndole una señal para que se marchara y me concentre en la llamada con mi padre—, ¿Qué quieres? No estoy de humor

—Deja ese enfado para ti misma. Alana, ¿Qué estás haciendo? Estás poniéndote en peligro, y no solo a ti. Estás poniendo en peligro a toda tu familia. ¿A qué juegas? Dime.

—Sabes muy bien lo que pasa papá, Finnick me ha dejado y ahora sale con otra persona.

—¿Crees que ese enfado le durara para siempre o su relación? Alana, se quieren, no, se aman. Solo tenéis que adaptaros a vuestra nueva forma de vida, por mucho que esta sea complicada. Él tiene que entenderte

—No. Tú no escuchaste sus palabras, esta vez es de verdad. ¿Por qué me llamas? Si lo haces es por algo importante.

—Porque Seneca me ha llamado, preocupado y enfadado por no contestarle las llamadas y por tu estado. Él sabe que has estado llorando todo el trayecto. He tenido que mentirle. Quería avisarte de la mentira, para que la supieras y no descubra la verdad. Tienes que contestar sus llamadas

Ave de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora