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Se encontraba frente al espejo, acomodando el cuello de su camisa por fuera del saco de su impecable traje. Tomó la corbata, y sus recuerdos comenzaron a salir a flote, como si no tuvieran algo mejor que hacer.

¿De verdad es necesario?

Si quieres sobresalir en esta vida, debes casarte con ella.

Jungkook volteó hacia el frente luego de que su madre se lo indicara, observando cómo la puerta del gran salón era abierta. Nunca en su vida había tenido el corazón tan acelerado como ese día, a la espera de ver a la jovencita que conocería en ese preciso momento, deseando que fuera buena persona, pues al parecer su matrimonio ya estaba destinado, escrito en letras doradas y firmado.

No le quedaba de otra.

Su sorpresa fue enorme, y sus desenfrenados latidos disminuyeron, dando paso a una extraña tranquilidad, con tan sólo ver aquella chica que entraba con una serena sonrisa en el rostro. Jiwon se levantó de su lugar, indicándole con un golpe disimulado a su hijo que hiciera lo mismo, y el castaño, luego de parpadear un par de veces, se levantó con un poco de torpeza.

Sunah, cuánto tiempo. -Le sonrió la madre de Jungkook a la madre de la jovencita. La elegante mujer le sonrió de vuelta, mientras iba del brazo de su esposo, haciendo que Jiwon inevitablemente sintiera un poco de celos y melancolía, pues ella iba sola.

Jiwon, lo mismo digo. —Acarició los rubios cabellos de su hija, quién no dejaba de tener contacto visual con Jungkook. -Ella es mi hija, Somi.

Mucho gusto. Dijo la hermosa adolescente.

Mucho gusto. —Respondió Jiwon. —Él es mi hijo, Jungkook.

Mucho gusto. —Respondió el castaño, haciendo una reverencia, y los padres de la chica le sonrieron como respuesta al educado jovencito.

¿Y tu esposo?

Aquella pregunta hizo que Jungkook volteara a ver a su madre, quien trataba de disimular que la sangre le hervía en el rostro y al mismo tiempo se sentía paralizada.

No pudo venir. —Contestó al fin, Jungkook sin decir una sola palabra ante la mentira de su madre.

Ese fue el día que conoció a Somi, su ahora esposa.

Terminó de atar el nudo de su corbata, alisó las pequeñas arrugas de su saco con la palma de su mano, y una vez terminado, salió de su habitación.

—El desayuno ya está listo, señor Jeon.

Jungkook asintió ante la mucama, odiaba que le dijeran "señor" cuando apenas tenía 25 años.

—Gracias. —Le sonrió a la amable señora, la cuál dió una reverencia y estaba dispuesta a salir, hasta que Jungkook la llamó de regreso. —¿Dónde está mi esposa?

—Oh, la señora Jeon salió al jardín. —Jungkook volteó a su costado, y a lo lejos pudo ver a la rubia sentada en la mesita de descanso que tenían en su enorme y bello jardín. Estaba sentada, bebiendo una taza de té mientras leía una especie de revista. Jungkook sonrió al observarla, parecía una princesa victoriana con su vestido blanco.

—Gracias, puedes retirarte.

La mujer dió otra inclinación y salió hacia la cocina. Jungkook desayunó rápido, miró su costoso reloj de muñeca y se apresuró a levantarse de su silla, no sin antes despedirse de su mujer, así que salió al jardín.

EN LA AVENIDA MAPO (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora