¶=Qué pasaría en un mundo donde los Potter no murieron el 31 de octubre. Dónde la pelirroja no tenía los ojos verdes, si no azules.
¶=Donde August Gray y James Potter comparten la custodia de su hijo; Harry Potter. Con el detalle que ella vive en E...
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"Nuevo lugar, nueva vida, pero el mismo corazón roto."
August
Navidad americana, esa donde un sujeto de un traje rojo y blanco te trae obsequios, donde hay un gran árbol verde decorado con un sentenar de adornos, dónde hay una cena que hace que quedes más que satisfecho. Y lo más importante, pasarlo con las personas que más amas. Con esas que te hacen sentir como en una navidad americana siempre.
Una pelirroja de nuevo en la gran ciudad de New York, esa donde creció hasta sus once años. Donde vivió los primeros años de su vida. Ahí estaba, de regreso. De regreso en un lugar que amaba, aunque con el sentimiento de amor por los suelos.
Los grandes edificios decorados de colores rojos, verdes y dorados. Donde te sentías como en un sueño. Rodeado de alegría y amor.
La ojiazul solo dio un último vistazo a su taza de café, pagó la cuenta y salió del aeropuerto con aire desolado.
—¡Taxi! —grito la pelirroja con un buen acento marcado británico.
Un auto amarillo con cuadros negros se detuvo enfrente de la chica, haciendo que ésta misma se apartará un poco.
—Central Park, por favor. —dijo la ojiazul ingresando al auto.
—¿Usted no es de aquí verdad? —pregunto amablemente el conductor a la chica Gray.
—En realidad si, crecí aquí los primeros años de mi vida. —respondió con una pequeña sonrisa la pelirroja.
—¿Enserió? Cualquiera que la escuchara pensaría lo contrario.
—Si, estuve estudiando por mucho tiempo en Londres. Algo se quedó. —dijo la ojiazul soltando una risa casi sin gracia.
El trayecto del aeropuerto a la casa que la estaba esperando le costó veinte dólares a la ojiazul. Y un poco de nostalgia en el camino.
Cuando la mujer abrió la puerta de su nuevo hogar le entraron unas repentinas ganas de llorar. El labio le tembló y sus piernas de pronto fallaron.
El cuerpo de la mujer Gray se dejó caer de rodillas en la entrada de su casa sollozando. Todo era tan distinto. Ya no había alfombras rojas en honor a la casa Gryffindor, una hermosa chimenea cubierta por una estantería llena de fotografías, ya no estába el tazón de chocolates de bienvenida, ya no habían como tres pares de lentes distintos regados en la sala. Ya no estaba él.
Ya no habían suéteres de colores con su olor, ya no estában sus tontas bromas en momentos inadecuados, ya no había un ciervo en media sala haciéndola saltar del susto.
Solo está ella, solo ella un montón de cajas, solo ella y sus tontos tacones, solo ella y su estúpida cabellera pelirroja que él ama.
