Prólogo

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Las calles no estaban tan habitadas en ese horario, eran las 16:00p.m. y la temperatura de primavera era perfecta, ir al parque parecía una buena opción después de una jornada laboral agotadora y demasiado estresante. Si bien tenía mucha energía porque ¡Vamos! Aún es joven, digo ¿Qué son 26 años? Es un buen número y aún no era un anciano al que le costara moverse, está en perfecto estado físico pero aún así se cansaba un poco, culpa de ese trabajo que lo ponía a correr de un lado a otro.

¡Vaya vida es la de un adulto totalmente independiente!

Pero no era momento de quejarse, era momento de relajarse, de respirar aire puro, disfrutar de esa hermosa brisa y los bellos colores que adornaban el parque. Ese era el momento de sentarse en el corto pasto, bajo la sombra de los árboles, cerca de ese pequeño lago y descansar un momento, quizás leer algunos capítulos del libro que hace unos días le obsequio su mejor amiga Maia, el cual le estaba resultando interesante pero no disponía de tiempo para leerlo de corrido. Sin dudarlo otro segundo, tomó su mochila y sacó la obra titulada "Al sur de la frontera, al oeste del Sol", acomodó su espalda contra el árbol y pronto se dejó llevar por la lectura.

(...)

Sin darse cuenta el tiempo había pasado demasiado rápido, él ni siquiera notó cuando el sol bajó lo suficiente como para teñir el cielo con tonos anaranjados, lo cual lo dejó sorprendido. Tomó su celular para revisar la hora y este marcaba las 19:00p.m. Estiró sus brazos y decidió que ya era momento de ir a su departamento y pensar qué hacer para la cena, claramente no pediría comida rápida otra vez.

Mientras se levantaba y juntaba sus cosas, notó a un grupo de jóvenes entrenando, algunos corrían de un lado a otro - que flojera - pensó. Luego comenzó a caminar, notando que tenía que cruzar por el espacio que el grupo estaba ocupando para su actividad, lo cual le resultó incómodo ya que no quería molestar. Se dispuso a ir por un costado, en ese lugar estaban cuatro personas solamente estirando, ellos eran adultos, como de su edad - quisiera tener tanta energía - se reclamó internamente.

Cuando iba atravesando el lugar, se distrajo viendo lo que hacían, aún con su autocrítica en la cabeza, por lo cual no pudo notar que un cuerpo venía corriendo a toda prisa y frenó en seco frente a él. Al mirar a la persona, quedó paralizado, porque no se trataba de algún desconocido, era él, era el dueño de esos ojos esmeralda que iluminaron sus días en más de una ocasión, que en ese momento parecían resplandecer junto con la luz tenue de ese atardecer, que combinado con el verde de los árboles creaban una imagen perfecta, tanto así como para poner celoso al mejor pintor. Esos eran los ojos más bellos que alguna vez allá visto. Su cabello color chocolate, rizado y con una caída hermosa, digna de un príncipe. Unos labios rojizos, que recuerda su sabor a fresa, sabor a gloria. Porque sí, ya los conocía, ya los había probado y pudo perderse en ellos en varias ocasiones.

Ambos hombres conectaron sus miradas, verde y azul se fundieron en una mirada, con una intensidad que podría congelar un volcán y derretir glaciares; incluso frenar el tiempo, o al menos así se podía sentir.

Y en ese instante en que se vieron, después de tantos años, todo a su alrededor pareció borrarse. Ahí estaban, con sus corazones latiendo fuertemente, con la felicidad brotando por sus poros, con tantos sentimientos guardados... Ahí estaban, una vez más el destino los volvió a cruzar. Ya convertidos en adultos, con sus vidas hechas, pero con un amor tan fuerte en su interior, grabado a fuego para nunca borrarse, como un tesoro esperando a ser desenterrado.

—Hola Louis— saludó el hombre frente a él. Su corazón comenzó a latir con violencia, casi saliendo por su boca.

—H-Harry... Hola ¿C-Cómo es...— las palabras parecían no querer salir correctamente. Extendió su mano para saludar, pero fue sorprendido por un tirón, de repente los brazos del contrario lo estaban rodeando en un fuerte abrazo, uno que hablaba por si mismo, que trasmitía diferentes emociones, entre ellas la nostalgia.

Después de tantos años, después de diez malditos años, ambos hombres se estaban fundiendo en un abrazo, sintiendo la danza de sus corazones como cuando eran jóvenes, perdiéndose en el aroma del otro, transmitiendo los sentimientos que por mucho tiempo estuvieron ahí guardados en un rincón de sus corazones, totalmente reprimidos. Fue como la última vez que se vieron, cuando se alejaron con una profunda tristeza, pero con la esperanza de que el destino juegue a su favor. Habían pasados unos minutos, ni siquiera lo notaron, como tampoco a las personas que los veían con confusión en sus rostros, para ellos el mundo se detuvo y no existía nadie más, sólo dos almas que se reencontraron. Ninguno quería romper esa unión mágica, pero se obligaron a hacerlo, al separarse pudieron notar un brillo particular en los ojos del contrario, entonces lo supieron...

El amor verdadero perdura, sin importar cuánto tiempo pase siempre estará ahí presente, como una llama que lucha por no apagarse.

Siempre Has Sido Tú ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora