Peppered kisses

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O,

Donde a Annabeth le acaban de sacar las muelas del juicio y Percy está ahí para consolarla.





Percy realmente amaba a Annabeth.

Ella era simplemente perfecta en todos los sentidos. Por las noches, se acurrucaba muy cerca de él y por las mañanas le sonreía como si fuera la única cosa en su mundo. 

La dormida y lánguida Annabeth tenía que ser su cosa favorita en todo el mundo, pero en este momento, al verla así, realmente quería llorar.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja, sus ojos recorriendo su rostro lloroso.

Annabeth sólo gimió, presionando la bolsa de hielo contra sus mejillas en lugar de responder. La realidad era que no podía responder: sus mejillas estaban demasiado hinchadas para hacer nada.

Percy se sentó al lado de su forma acurrucada en el sofá, ajustando su manta.

—¿Duele?

Ella asintió, otras pocas lágrimas cayendo de sus ojos. Hizo que su corazón se rompiera, sabiendo que no había nada que pudiera hacer para ayudarla. Estaba tan drogada que era difícil distinguir si en realidad tenía dolor o si solamente se encontraba demasiado emocional, pero de todos modos él se sentía muy mal.

—Lo siento mucho —susurró, frotándole la espalda.

Nunca antes había visto a Annabeth así y era extremadamente preocupante. Ella se encrespó más profundamente debajo de la manta, cerrando los ojos con fuerza.

—Sacarte las muelas del juicio no es divertido, ¿verdad? —bromeó—. ¿Quieres que vaya a luchar contra tus dientes?

Annabeth se las arregló para soltar una pequeña risita que rápidamente se transformó en una mueca de dolor por el tirón de los puntos en su boca.

—Probablemente podrías pasar por una ardilla listada con esas mejillas tan gordas —trató, queriendo que ella sonriera de nuevo—. ¿Sabías eso?

Su siguiente mirada no era una sonrisa en lo absoluto, pero era suficiente de una imagen de ella para hacer que su corazón se calentara un poco.

—Lo siento, ¿eso fue cruel?

—Mmm —Annabeth asintió y extendió los brazos hacia él, saliendo de debajo de la manta.

 Tomó la invitación, deslizándose bajo las cálidas sábanas. Un brazo se posó de inmediato sobre su cintura y el otro se movió para descansar debajo de su cabeza.

Percy presionó un beso en su sien y luego en cada uno de los puntos surcados por lágrimas en sus mejillas antes de llevar la cabeza de Annabeth a descansar sobre su pecho. Mientras lo hacía, se tomó un momento para admirarla. 

Incluso con esas mejillas infladas y sus ojos rojos, seguía siendo tan hermosa. Claro, su punto de vista como su novio podría estar sesgado, pero la verdad no le importaba si así fuera.

—Eres tan bonita —le susurró al oído, intentando traer otra sonrisa a su rostro, aunque fuera una pequeña—. ¿Lo sabías?

Annabeth soltó un sollozo a medias y apenas logró pronunciar un ahogado "Sí".

Percy sonrió en la parte superior de su cabeza.

—Te amo.

—Continúa.

Un leve ceño tiró de sus labios ante sus palabras arrastradas y sus leves jadeos sin aliento, pero aun así hizo lo que pidió.

—Eres tan bonita e inteligente —le dijo, acariciando con la mano los diminutos cabellos sueltos que descansaban en su frente y colocándolos detrás de su oreja—. Y eres tan fuerte, y estás sólo un poquito drogada.

Annabeth le dio una ligera palmada en el estómago que no contenía fuerza alguna y él aprovechó para sujetarla de la mano, entrelazando sus dedos.

—Eres mi persona favorita y me pone triste verte tan mal, así que necesito que sonrías para que no llore. Si empiezo a llorar, tú tendrás que cuidarme a mí a pesar de que eres tú a la que acaban de sacarle los dientes —dijo con una risa—. Entonces, ¿puedes sonreír? ¿Puedes hacer eso por mí?

Annabeth procedió a fruncir el ceño deliberadamente.

¡Oye! —Percy le hizo cosquillas en el costado hasta que algunas otras risitas alegres escaparon de su garganta—. ¿Acaso quieres que llore? —preguntó con tono ofendido muy poco real.

Ella colocó un dedo debajo de uno de los ojos de Percy, le dio dos pequeños toques y asintió antes de volver a descansar su cabeza contra su pecho. Él se contentó con simplemente abrazarla durante unos minutos más, observando cómo sus ojos se cerraban lentamente. Podía decir que estaba tratando de luchar contra el sueño, pero las drogas que le habían inyectado en el dentista estaban ganando.

Incluso al borde del sueño, se veía tan adolorida y miserable que él no pudo evitar intentar quitarle el dolor con un beso.

Percy besó su barbilla, seguido por su frente y luego la punta de su nariz. Cuando volvió a besarle la nariz, ella la arrugó a propósito. Continuó en cada mejilla y después al lado de su ojo. Dejó pequeños besos por toda su cara hasta que ella abrió los ojos de nuevo, con un atisbo de una sonrisa adornando su rostro.

Así como así, el hielo que rodeaba su corazón se derritió cuando vio su impresionante sonrisa. Su cara estaba hinchada, roja y húmeda, y sin embargo estaba tan radiante, sonriendo por él, y ella realmente era su todo.

—Estás cansada —señaló—. Pobre bebé.

Annabeth volvió a acurrucar su rostro contra su pecho, estirando las piernas para enredarlas con las de él.

—Después de que tomes una siesta, podemos quedarnos despiertos toda la noche, ver algunas películas y comer todo el helado del mundo, ¿sí?

Annabeth tarareó de acuerdo.

—Y todavía tenemos todo ese budín en la nevera —recordó—. Vas a recibir todos los abrazos que puedas soportar y esa es una orden.

Ella no pudo responder, pero él sabía que quería hacerlo, así que cuando Annabeth le dio tres golpecitos en el costado del cuello, él entendió el mensaje silencioso.

Te amo.

—Yo también te amo —susurró para nadie excepto ellos dos, atrayéndola con fuerza.

La abrazó mientras ella se quedaba dormida, contemplando cada curva y línea de su rostro. Contó sus pestañas y escuchó su respiración, asombrado por esta mujer que yacía aquí a su lado, quien realmente era hermosa en cada forma posible.

Daba igual que tuviera lágrimas secas en la cara y las mejillas llenas de gasa porque era Annabeth. Percy nunca había visto a alguien más deslumbrante, dedicado y fuerte que ella, pero era mucho más profundo que una simple atracción física.

La mano de Percy fue a acariciar su rostro, su pulgar rozando suavemente la piel de su mejilla. No estaba seguro de cuánto tiempo se quedó allí, sosteniéndola contra su pecho, pero mientras la tuviera a salvo entre sus brazos, nunca le importaría. Él siempre estaría a su lado y siempre estaría allí para consolarla y protegerla, incluso si fuera de algo tan tonto como haberse sacado las muelas del juicio. Cuando se trataba de ella, todo lo demás era dejado a un lado.

Mientras Annabeth fuera feliz, Percy sería feliz, y si estaba sufriendo entonces haría todo lo que estuviera en su poder para detenerlo porque ella era lo único que importaba para él.

Aunque sabía que ya no podía oírlo, se inclinó hacia ella. Con una sonrisa cariñosa, le susurró algo destinado únicamente para sus oídos.

—Te amo más que a nada. Nunca lo olvides.

PERCABETH ONE SHOTS «Canon Version»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora