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Ese mismo día en dónde creyó estar metida en una especie de burbuja abrumadora que le traía recuerdos de un chico que la hacía sentir como en Otoño; llegó a casa con el corazón a mil y trató lo más que pudo en centrarse y hacer sus tareas para poder tener la tarde con Samuel, quién le había enviado la hora a la que llegaría a su casa. Agradecía profundamente que el inquilino que vivía junto a ellos trabaja casi todos los días al igual que su madre.

Cuando llegó la tarde y se encontraba sola en casa, arregló su habitación, limpió su baño y se dió una ducha profunda porque siempre se anticipaba a ello cuando Samuel la visitaba en su casa, aunque la mayoría de veces eran simples encuentros en dónde veían alguna película, comían o jugaban cartas. Pero esta vez Samuel estaba molesto con ella y esa era una forma indirecta de tener sexo como parte de reconciliación.

Pero esa tarde se sentía extraña, pensaba en aquel cabello y esa piel morena, se le iban hasta las ganas de ver a Samuel —ganas que no había tenido desde hace mucho tiempo—. Cuando el chico llegó casi anocheciendo le hizo una mueca y lo invitó a una bebida caliente por aquella brisa de Otoño que tanto le encantaba.

— Ya llegó Otoño — Habló el chico por primera vez, mirándola a los ojos mientras bajaba la taza humeante de café. Se limitó a asentir y mirar a la pantalla del televisor en dónde pasaban comerciales a los cuales no les prestaba atención y todo era para evitar mirarlo directamente a los ojos — Estás tensa — Estiró su mano y alcanzó a tener contacto con la piel de Jill la cuál se erizó al instante — ¿Pasa algo, Jill? — La chica soltó un suspiro y miró con detenimiento la pantalla de televisión, pensando en cómo decirle que no estaba para nada contenta de la forma en la cuál venía actuando — ¿Vas a ignorarme?

Apretó los ojos y tensó un poco la mandíbula, soltó de nuevo un pesado suspiro y volteó a verlo. — No vamos a coger — Sus palabras salieron casi en un murmuro sin poco tacto, el cual, llegaron en forma de eco a los oídos de Samuel quien apretó la delicada mano de su pareja

— ¿Yo te dije que venía para eso? — Cuestionó con vergüenza porque a pesar de que no venía a visitarla realmente para eso, él se sentía expuesto — Está empezando Otoño y sé que es tu estación del año favorita — Le dedicó una sonrisa — Quería ver algunas películas contigo o leer algún libro

Y aquella actitud la había confundido porque sabía exactamente que ella no se había equivocado al pensar aquello. — Esta mañana me ignoraste, no quisiste siquiera besarme — Tensó su cuerpo y el contacto de sus manos le empezó a incomodar — Tus actitudes me confunden, Samuel

Ladeó una sonrisa y se acercó a ella con la intención de besarla pero al verla apartar bruscamente el rostro, con una sonrisa amarga dejó un casto beso sobre su mejilla y volvió a su lugar aún sin soltar su mano. — Estaba molesto, no contigo, pero aún así no quería llegar a tratarte mal — Le dedicó por último una sonrisa en la cuál sin saber que responderle, se dejó hacer

Y así arreglaba siempre todo, con excusas para de una u otra forma conseguir un poco de lo que quería.

Esa misma noche antes de dormir pensaba aún en aquel chico esbelto, en como contrastaba con el Otoño y aquellos colores que tanto le gustaban, en como su rostro le cautivaba y esa extraña forma en la cuál sentía a ambos ser protagonistas de un libro de romance.

A los días después de encontrarse con su mamá haciendo las compras, se lo topó en el supermercado en el pasillo de las pastas. Lo tenía de espaldas observando los fideos, al parecer, sin saber cuál comprar

Maldijo aquel día por tener la mala suerte de que su madre la mandara específicamente por fideos y que él estuviera allí justo queriendo lo mismo. Esperó unos minutos a que se alejara del pasillo para poder llegar a su objetivo.

AUTUMNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora