❝ Colinas ❞

99 13 4
                                    

Girl.

Todo estaba húmedo. La casa se sentía fría, las paredes, la madera de los muebles, el aire que se colaba por las ventanas. Las gotas se resbalaban y no había rastro de sol, pero al contrario de otros días, no estaba preocupada por el silencio casi ensordecedor. Solo pintaba. Mi pincel se movía arriba abajo sobre el lienzo, rellenando una flor que había dibujado, una color rosa, a la que le había hecho unos ojos azules de largas pestañas y una boca roja. Quería regalárselo a Helena.

La habíamos visitado ayer, Janis le llevó algunos libros, había enfermado, una simple gripa, pero la tenía agotada. Por suerte su madre aseguró que mejoraría pronto. Y estaba tan apenada por dejarla de visitar tanto tiempo, así que solo se me ocurrió hacerle algunos regalos.

Dejé la pintura junto a la ventana, el viento sopló, jugando con las cortinas blancas, iluminando mi obra.
Era uno de mis pasatiempos favoritos, dibujar y pintar, podría hacerlo durante horas perdiendo la noción del tiempo.

"Tiempo" susurré mirando el reloj en mi muñeca, uno que había encontrado en las cosas de mi madre y Janis se había encargado de arreglarlo. Eran las doce en punto, mi corazón se agitó "¡Es tarde!" dejé los pinceles en agua, y corrí por los zapatos que estaban bajo la cama, colocandome una medias blancas y un enorme abrigo café antes de salir. Cerré la puerta y tomé mi bicicleta, pedaleando con fuerza por el camino.

¡Ya era tarde!

Recorrí el camino rápidamente, conociendo cada pequeño giro, bache, y truco que tenía, cada sorpresa en el. Había ocasiones donde hasta soñaba con el lugar, con pequeñas variaciones, pero siempre podía recorrerlo en mi memoria.

Empezando desde que cerraba aquel portón viejo de mi casa, ese que alguna vez fue rojo, dejando la barda de roca, los árboles formaban una hilera durante todo el trayecto, la calle era ancha, podrían pasar tres autos fácilmente, y era dividida por el pasto verde que permanecía en el medio. Todo era recto hasta dejar el prado, donde se desviaba hasta una curva, había caído muchas veces por la velocidad pero ahora la cruzaba fácilmente, después había una desviación, aquella que te llevaba al sur, hacia la granja de Helena, a kilómetros de distancia, se visualizaban tres enormes casas, y después de eso todo estaba lleno de hermosos sauces. Seguí derecho ignorando aquel camino, luego de hermosas vistas al bosque llegabas a B, donde las hileras de árboles estaban lado a lado, donde se dividía nuevamente, dos direcciones, la derecha llevaba por el camino rocoso hacia el viejo Roble, la casa de Robert, algunas casas más y finalmente se conectaba con el lado izquierdo, el que yo tomaba, llevando al pueblo.

Pedalee más despacio, escuchando los autos, y la gente que se movía aquí y allá, comprando, paseando, con abrigos y gorros de lana, guantes o bufandas. Las primeras calles estaban llenas de tiendas pequeñas, el centro del pueblo, tomé el camino hacia la cafetería, yendo dos calles más allá, donde acostumbraba a ponerse el bazar, luego, un giro hacia la derecha, continuando algunas cuadras, las calles se hacían estrechas, hasta terminar en un camino de verde pasto y tierra. Seguí por allí, mirando la barda de piedra que había lado a lado, recordando algunas de las fotografías de mis padres, reconocía éste lugar.

Era donde algunos lugareños dejaban pastorear a sus ovejas o cabras, un arrichuelo entre las colinas serpenteaba por el pasto, siempre verde. Y pinos cerca del arrollo, como si fueran los guardianes de aquellas colinas.

Robert y Simon estaban más allá, en una pequeña cuesta abajo, donde habían puesto una enorme manta, o eso creí hasta que me iba acercando y pude ver que se trataba del abrigo de Simon, observé a Gallup ahuyentando a las ovejas que se acercaban a ellos con gritos y aplausos, y a la pequeña caja que cargaba bajo su brazo. Robert me miró y saludó con la mano al aire.

Just Like Heaven | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora