Capítulo 14 - Final

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Nos hallamos en el extremo de una enorme sala, con luz demasiado tenue. Las columnas con serpientes enrolladas son como las que vi en mis sueños, enormes y aterradoras, con la tarea de sostener un techo perdido en la oscuridad. Sus sombras se proyectaban sobre la extraña penumbra verdosa que ocupaba la estancia.

No había un solo ruido, lo que hacía que mis latidos resonaran en mi cabeza.

Harry estaba aterrado. Apenas se había movido al entrar, atrapado en la imagen que veía. La varita que había sostenido desde antes, la posicionó frente a sí y empezamos a caminar.

Cada paso resonaba en el tenebroso salón a medida que nos acercabamos y, al llegar a la última columna, vislumbre una estatua que me dejó estática. Era tan alta como la misma cámara, con aspecto imponente, unida al muro del fondo.

A diferencia de la película, la estatua era un cuerpo completo. Un rostro aterrador y antiguo, con una barba tan larga que casi llegaba al final de la túnica de donde salían unos enormes pies grises en contacto con el suelo.

Y entre ellos estaba la niña pelirroja, desparramada boca abajo en el suelo.

-¡Ginny! -susurró Harry, soltándome para correr hacia ella e hincarse de rodillas-. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta! -me miró por un segundo con la súplica inyectada en sus ojos verdes- ¿Puedes hacer algo?

Negué con la cabeza.

Dejó la varita a un lado, agarró a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca como el mármol, con los ojos cerrados, lo que la hacía parecer muerta. La preocupación se manifestó en mí y terminé acercándome para poder revisar a la niña.

-Ginny, por favor, despierta -susurró Harry sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.

-No despertará -dijo una voz suave.

Harry se enderezó de un salto. Me detuve a unos pasos de ellos, mi respiración se detuvo y junté mis manos para disimular el temblor que empezaba a afectarme, al mismo tiempo que giraba.

Un muchacho alto, de pelo negro, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirando a Harry. Tenía los contornos borrosos, como si se viera a través de una ventana empañada. Estruje mis manos con fuerza porque su nombre apareció en mi cabeza como un resonar.

Tom Riddle. No. Voldemort.

-Tom... ¿Tom Riddle? -preguntó Harry con voz trémula.

Él chico asintió sin apartar los ojos del rostro de Harry.

-Harry -susurré, sin dejar de ver al muchacho-, debemos salir de aquí.

-¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? -dijo Harry desesperado, sin prestarme atención-. ¿Ella no está... no está...?

-Todavía está viva -contestó Riddle-, pero por muy poco tiempo.

En ese momento, con la extraña luz y neblina, no parecía tan intimidante. Tan solo un muchacho cualquiera de dieciséis años; sin un impulso asesino secreto. Era una lástima que mi cerebro no fuera capaz de ignorar la última parte.

-Harry, tenemos que irnos.

-¿Eres un fantasma? -preguntó Harry dubitativo.

-Soy un recuerdo -respondió Riddle tranquilamente- guardado en un diario durante cincuenta años.

Señaló a los gigantescos pies grises, en donde descansaba el pequeño diario negro que había visto en las manos de Malfoy hace un tiempo.

-Tienen que ayudarme, Tom -dijo Harry, volviendo a levantar la cabeza de Ginny-. Tú también, Ethelwold. Tenemos que sacarla de aquí. Hay un basilisco... No sé dónde está, pero podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdenme

Reencarné en La Cámara de Los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora