Capítulo 2

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Perth se levantó temprano aquella mañana para llevar algunos papeles a la secretaría de su universidad. Odiaba tener que esperar en aquel sitio porque el tiempo se paralizaba. Miró su reloj y vio que hacía veinte minutos que le tenía que haber tocado, lo que hizo que su desesperación aumentara. Sin embargo, el que se sentara a su lado una cara conocida e inesperada le alegró la mañana.

—Tú como siempre tan impaciente —dijo Mean con una sonrisa mientras removía su cabello.

—¿Qué haces tú aquí? —le preguntó muy alegre—. ¿No se supone que deberías estar en clase?

—Es que te tenía que contar algo que no podía esperar—contestó emocionado y con los ojos brillantes.

—¿El qué?

—He conocido a "Ella".

—¿A "Ella"? —preguntó el pelichocolate, fingiendo que no sabía de qué hablaba.

—Sí —sonrió embobado el azabache—. La chica de mis sueños, es tan perfecta. Tendrías que haberla visto.

—Sígueme contando, sé que lo estás deseando —sonrió de forma pícara.

—Es alta, incluso me saca unos cuantos centímetros. Tiene el pelo largo y negro, como por los hombros. Sus ojos son hermosos, son muy parecidos a los tuyos —dijo emocionado, haciendo que Perth se asustara por si lo descubría—. No sé, no tengo palabras, es hermosa.

—Parece que esa chica te ha dado fuerte.

—No, no me ha dado fuerte. No es un capricho, sé que es "Ella".

—¿Tienes su número?

—Sí.

—¿Y le has escrito?

—No, no me atrevo. A lo mejor piensa que soy un pesado —hizo un mohín.

—Debes arriesgarte si tan especial es —chocó sus hombros—. Nunca te has caracterizado por ser un cobarde, no lo seas ahora.

—Tienes razón —se mordió el labio inferior—. Pero, ¿qué le pongo?

—No sé, lo típico. Pregúntale por sus gustos, por lo que suele hacer e invítala a quedar.

—La invitaré a tomar un café —sonrió como un niño de quince años.

—¡No! —exclamó aterrado, haciendo que Mean lo mirara con una ceja enarcada—. Supongo que si salió por la noche es porque le gusta la vida nocturna —intentó convencerlo, ya que era consciente de que si quedaban durante el día, Mean se daría cuenta de que Perl, en verdad, era un chico.

—¿Tú crees? —lo miró extrañado.

—Sí.

—Está bien —se encogió de hombros el alto.

Mean se quedó mirando a Perth con una sonrisa, haciendo que este se quedase embobado mirándolo. En ese momento, un sonido le indicó que debía entrar en la secretaría, lanzando un suspiro que mostraba su molestia porque le habían arrebatado aquel bonito cuadro.

—Te espero si quieres. Podemos ir a tomar algo si no tienes clase —le sugirió Mean.

—Sí —sonrió emocionado.

Perth entró a hacer sus diligencias y estuvo pensando en las palabras de Mean mientras el funcionario tomaba su documentación y tecleaba en el ordenador.
Cinco minutos después, se encontraba fuera de la universidad con Mean, quien le hablaba muy emocionado de todo lo que había hablado con Perl. Le alegró verlo ilusionado que se encontraba el chico, porque eso significaba que Perl lo había impactado de una forma bastante seria.

Fueron a una cafetería para que Mean pusiese fin a su antojo de bubble tea, siendo observado por Perth mientras que se tomaba su bebida.

Mean era tan lindo, tan perfecto, pero sin duda lo que más le atraía era su cara de niño bueno y esos ojos que reflejaban una gran ternura. Era en momentos como ese, cuando Perth se daba cuenta de que estaba enamorado de Mean. No había nada en el joven que no le atrajese y, cada vez más, lo necesitaba a todas horas.

Mean, al levantar la mirada, le dedicó una sonrisa que Perth le devolvió. El azabache volvió a su bebida bajo la atenta mirada del pelichocolate, quien pagó la cuenta una vez que terminaron.

—Pareces mi novio —refunfuñó Mean cuando salieron del local.

—¿Cómo? —preguntó nervioso.

—Casi siempre me invitas y nunca me dejas invitarte —infló los mofletes—. Parezco una chica.

—Es que lo eres —Perth rio a carcajadas.

—¿Qué? —exclamó muy sorprendido—. Perdona que te diga, pero si fuera gay, sería el activo —susurró acercándose a él y haciendo que sus rostros quedasen muy cerca.

—Pero como no lo eres, nunca lo sabremos —miró sus labios y sintió como su corazón se aceleraba al tener a Mean tan cerca de él.

—Y si lo fuese, tampoco lo sabrías. Porque tú eres heterosexual y nunca tendríamos nada —lo cogió de la nariz a modo de broma.

—Eres de lo peor —rio y le dio un golpe en el brazo.

En cuanto llegó a casa, Perth fue corriendo a su cuarto para encender el móvil de Perl

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En cuanto llegó a casa, Perth fue corriendo a su cuarto para encender el móvil de Perl. Sonrió al ver que Mean le había hablado por chat.

"Buenas, ¿cómo estás?"

"Bien, ¿y tú?"

esperó a ver si Mean se conectaba. Al ver que ponía "en línea", sonrió.

"Bien"

Esperó con impaciencia al ver que Mean escribía y borraba.

"¿Te apetecería quedar mañana por la tarde-noche para conocernos un poco más?"

"Claro, ¿por qué no?
¿en el parque de ayer sobre las nueve de la noche?"

"Allí estaré"

"Te devolveré la chaqueta".

"Te la puedes quedar si la llevas mañana puesta".

"Gracias. Me encanta, es muy bonita, así que cumpliré tu deseo".

"Mi único deseo es verte mañana".

"No faltaré"


Perth sonrió al comprobar que Mean había caído de lleno ante él. La alegría hizo que fuese al armario y cogiese la chaqueta para olerla. Adoraba el aroma del azabache, tanto como este adoraba el suyo. Su cara se iluminó al recordar las veces que Mean había puesto su nariz sobre su cuello para olerlo durante un buen rato.

"Ojalá todo salga bien y te des cuenta de que hay algo especial entre nosotros".

Mi nueva mejor amigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora