๛ diecinueve.

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CHARLOTTE BRZENSKA.

Sí, ayer discutí con Ymir y eso acarreó consigo una pequeña discusión con Historia luego, pero no es nada que no pueda manejar.

Me movía de un lado a otro por la cocina ordenando cosas mientras hablaba por teléfono con Jean. Me había llamado hace aproximadamente cuarenta minutos con la excusa de que "me extrañaba", y realmente no me quejaba porque hablar con él me hacía sentir demasiado bien.

—¿Quieres que vaya a verte? —preguntó a través de la línea y las mariposas revolotearon en mi estómago— Así no estarás sola.

—¿Qué hay de Nathaniel? —cuestioné.

—Marco y Sasha lo secuestraron esta mañana para llevarlo al zoológico y luego irían a comer, he estado solo todo el día. ¿Qué dices?

Lo pensé por unos segundos y llegué a la conclusión de que un poco de compañía no me haría mal el día de hoy, además de la obviedad del hecho de que yo también quería ver a Jean, sentirlo cerca y poder pasar tiempo con él.

—Tercer piso, puerta 208. No tardes.

—Ahí estaré. Nos vemos, preciosa.

Colgó la llamada y entré un poco en pánico. ¿Debería arreglarme o simplemente quedarme así? Es decir, Jean ya me había visto sin maquillaje y en pijama cuándo estuvimos en San Francisco y aún así me había dicho que le parecía preciosa, pero no sé, ahora es algo que me genera inseguridad de sólo pensarlo.

No, basta de idioteces.

—Eres linda y le gustas tal cuál a Jean.—me repetí a mi misma cómo un mantra hasta convencerme de ello.

Los siguientes quince minutos me los pasé sentada en el sofá haciendo todo lo que se me ocurría para no pensar en el hecho de que Jean estaría aquí. Ni siquiera yo misma sé porque tanto alboroto, es decir, es Jean, lo veo todos los días en el trabajo y actuamos de manera normal, esta vez no tiene porqué ser diferente.

Pero la verdad es que sí sería diferente, y eso era un hecho que no podía cambiar ni aunque quisiera, por eso los nervios.

El sonido del timbre de mi departamento sonando me sacó de mis pensamientos y entré en pánico por segunda vez en lo que llevaba de día. Ordené un poco mis pensamientos, peiné un poco mi cabello con los dedos y caminé hacia la puerta, rogándole a Dios el no decir ninguna estupidez al ver a Jean.

Abrí la puerta y tras de esta se dejó ver la imagen de Jean portando una camisa color azul marino con los primeros botones desabrochados, mostrando así su clavícula, unos jeans negros rasgados en las rodillas y en sus manos traía unas bolsas de plástico cuyo contenido desconocía. Su cabello estaba algo despeinado y la fuerza que ejercía para mantener el agarre de las bolsas hacía qué, al tener las mangas arremangadas, las venas de sus brazos y manos resaltaran mucho más de lo normal.

Mierda, ¿en serio yo le gusto a semejante hombre?
Si que tengo suerte en la vida, supongo.

—Traje algunas cosas.—fue lo primero que dijo con una sonrisa.

—Pasa.

Me hice a un lado para que entrara y una vez lo hizo, mis fosas nasales se inundaron con el aroma de su perfume, que no era tan fuerte cómo lo suelen ser los perfumes de hombre, era agradable.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora