Apretó sus puños. Tomó una gran bocanada de aire y miró su reflejo con expresión desafiante.
—¡Soy Mina Myoui y no tengo miedo! ¿Sabes por qué? ¡Porque Chaeyoung confía en mí. Y ella me hace fuerte!
Exclamó. Se alejó del espejo y se dejó caer de espaldas en su cama. Tenía la respiración agitada y su pulso temblaba. A pesar de sus persistentes nervios, sintió una oleada de orgullo recorrer su cuerpo. La auto superación definitivamente se sentía de maravilla.
Al anochecer su madre llegó del trabajo y se encontraba preparando la cena. Mina se dirigió a la cocina a tomar un vaso de agua. Se encontraba vestida solo con unas pantuflas en sus pies y una bata de baño ceñida en su cuerpo. Ella se encontraba seca. Sachiko la observó.
—¿Tomarás una ducha? -preguntó aunque fuera obvia la respuesta.
Mina terminó de beber el líquido del vaso de vidrio y la miró a los ojos.
—Sí -respodió y se dio media vuelta, retirándose de ese lugar.
—Está bien. Procuraré no abrir los grifos -le dijo amable mientras la veía irse.
Sachiko siguió con sus labores de cocina. Tomó una cucharada de su salsa y comenzó a probarla, pero de repente algo la dejó en shock haciendo que soltara la cuchara, que cayó al suelo, esparciendo parte de la salsa. Un verdadero desastre. Pero no pudo importarle menos. Volvió su vista a la puerta de la cocina por donde se había marchado Mina.
—"¿Sí?" -dijo en voz alta, porque su voz interna no era suficiente para expresar asombro. Mina hacía ya muchos años que había dejado de usar esa palabra al tener un sustituto gestual.
En la sesión con Haru también ella pudo notar el drástico cambio. Mina respondía todas las preguntas luego de unos pocos segundos. Le dirigía de vez en cuando la mirada. No estaba usando gestos para reemplazar palabras. Tanto Haru como Sachiko no podían salir de su asombro.
—Mina, amor. Despierta -la meció su madre por encima de las mantas- Debemos ir a la casa de los abuelos.
Mina estaba semi dormida, pero oír eso simplemente le quitó todo rastro de sueño. En un movimiento brusco quitó las frazadas que la cubrían y miró fijamente a su madre. Era sábado. Los sábados eran su día especial. Su día libre. El día en que veía a Chaeyoung ¿Por qué ir a la casa de sus abuelos? Eso sólo lo hacían los días domingo. La miró con el ceño fruncido en espera de una respuesta, aunque ninguna que pudiera darle le agradaría.
—Los abuelos se van de viaje mañana. Por eso haremos el almuerzo familiar el día de hoy.
—No -respondió seria.
—Mina...
—No iré.
A Sachiko le agradaba la idea de que su hija hablara más. Pero esta situación simplemente le oprimía el corazón. Esos almuerzos se alargaban por horas y volvían muy al atardecer. Si iban era muy probable que Mina no pudiera ir al centro comercial.
—Debes ir -le dijo afligida.
Ella pudo ver como sus ojos se cristalizaban un poco, su rostro seguía con expresión molesta. Supuso que estaba experimentando demasiada impotencia en esos momentos. Salió rápidamente de la cama y se dirigió al baño, dónde se encerró durante varios minutos. Toda esa situación le resultaba demasiado injusta. No era justo que la privaran de lo que más feliz la hacía en el mundo. Sentía un nudo en su garganta. Tanta práctica en vano, trataba de calmarse. Luego de pasar largo rato encerrada finalmente salió y fue hasta la sala donde se encontraban sus padres ya cambiados, listos para salir. Ella simplemente estaba con unos cómodos y viejos pantalones y un suéter de lana que le había tejido su abuela hace algunos años.