CAPÍTULO VI

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                                    BRINA.

Sentí la presencia de alguien a mis espaldas al poco tiempo de perder el campamento de vista.

No me giré, sabía que eso le daría poder a esa persona, pero sí que decidí cambiar el rumbo ya que ni locos iba a conducir a un extraño a la misma puerta de mi casa con Nadiya y Calla sin protección.

Llegué al claro Hamilton con un par de segundos de ventaja que decidí aprovechar escondiéndome tras el árbol más robusto que pude encontrar.

Aguanté mi respiración en el momento en que el desconocido pisó el claro, colocándose exactamente donde yo quería.

Le analicé desde las sombras. Tenía el cuerpo de alguien que había crecido en un gimnasio y su pelo oscuro se le había rizado un poco en la parte de la nuca por el sudor.
En conclusión, el tipo de hombre que a cualquiera volvería loca, me incluyo.

− Tienes tres segundos para decirme quién eres, qué quieres y por qué me seguías o te convertiré en el próximo menú de la cafetería del instituto – el hombre se giró despacio, observando con, según pude deducir, diversión y cautela, la gran bola de fuego suspendida en mi mano izquierda.

− Apaga eso, no vayas a hacerte daño -

− Tienes que estar de puta coña. Tú otra vez -

− Yo otra vez. Hola de nuevo Mavka – Deimos, el friki del bosque, se encontraba frente a mí con una sonrisa ladina que desesperadamente quería borrar de un puñetazo.

− ¿Qué me has llamado? -

− Mavka. Es de la mitología nórdica, significa "criatura del bosque" ya que, por lo visto, no podemos dejar de encontrarnos entre estos árboles – dio un rodeo a los inmensos árboles a su alrededor para acabar posando la mirada de  nuevo en mí. Pude sentir como sus ojos azules, que brillaban con picardía, me recorrían minuciosamente de pies a cabeza, provocando un sentimiento que hacía mucho no sentía en la parte baja de mi abdomen.

− No nos habríamos encontrado si dejaras de seguirme, Poseidón. Ese es de la mitología griega, ya sabes, el dios de los mares y los océanos – hice un movimiento con la mano izquierda que debió causarle gracia, ya que el abismo de una sonrisa le cruzó los labios.

− Pero tú sí sabes mi nombre. Y ¿Cómo sabes que soy de Agua? No me digas que... Mavka ¿has estado preguntando por mi? - elevó las cejas mientras se ponía la mano enfundada en el pecho, lo que me hizo sonreír sarcástica.

− Que más quisieras. No. Casi pudo distinguir el olor a pescado en ti – arrugué la nariz para darle dramatismo, lo que hizo que se pasara la lengua por los labios despacio – no has contestado a mi pregunta -

− Sabes quien soy -

− No qué quieres ni por qué me seguías -

− Bien, como se que te mueres por saber todo de mi igual que yo me muero por saber todo de ti, te propongo un trato, Mavka. Una respuesta por una respuesta -

− Deja de llamarme así y a lo mejor lo considero – refuté.

− ¿Prefieres que te llame bonita? - el tono de su voz y la intensidad de su mirada me provocaron un escalofrío en la columna vertebral. Carraspeé.

− Acepto tu propuesta – dije con cuidado de que no me temblara la voz como me temblaban las piernas.

− ¿Cuál de las dos? - sonrió de lado ante la mirada de exasperación que le mandé.

− Sorprendeme – fue mi turno de sonreír al ver como elevaba una ceja.

¿Pensabas que era algún tipo de mojigata? Juguemos pues. Pensé sonriendo de lado.

− Quería preguntarte si sabes algo del novio de tu madre. Llevo días buscándolo y no se si me evita o está muerto -

𝑺𝒆𝒓𝒆𝒏𝒅𝒊𝒑𝒊𝒂 ~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora