XXII

153 10 0
                                    

XXII

Arlette

Miré a Adler darse la vuelta, su cuerpo era ridículamente enorme, y de espaldas se notaba más grande aún. No quería decirle a nadie lo que descubrimos porque sabíamos que sería un problema enorme para ambos, pero lo dije y sabía lo que me iba a causar.

Adler se subió a su camioneta y arrancó a toda velocidad, yo me quedé mirando como se alejaba mientras escuchaba como las llantas rechinaban al estacionarse, sabía que era mamá.

Una puerta de azotó y escuché un gruñido antes de que su cuerpo se pusiera frente a mi, agaché la cabeza, ella era un poco más alta que yo, muy poco y gracias a los tacones.

-¿Es verdad lo que se dice en la maldita pirámide?

Tragué saliva y alcé el rostro, detrás de ella estaba Connor.

-Yo...

No pude terminar la frase con la bofetada que me dio, seguida de muchas, no las conté, las recibí en silencio, sabía que lo merecía.

-Y encima me vienes a traer a esta casa! -gritó.- La maldita casa de tu padre!

Mi mejilla ardía y me dolía abrir la boca.

-Perdóname, yo no lo sabía hasta hace un rato.- Traté de hablar.

Me miraba con furia.

-Lo hubieras sabido o no, no tenias por que irte y follar con Adler, es el puto enemigo!- Su pecho subía y bajaba rápidamente.

-Ya lo sé, mamá! -chillé.- Perdón por buscar la falta de mi padre y tu falta de amor hacia mi, me engancho a la primera persona que me demuestre atención, ¿suficiente?- Exploté.

Ella soltó una risa seca.

-No es falta de amor, Arlette, que te entre en la cabeza, tendrías que ser estúpida para acostarte con el enemigo y quien también es tu asqueroso primo!

Me quedé pálida y retrocedí dos pasos.

-¿Co-cómo lo sabes?- Pregunté en un hilo de voz.

-¿Te crees que no me iba a investigar a ese idiota?

Dos gruesas lágrimas cayeron por mis mejillas y ella negó con el dedo.

-Y no llores.- Siseó.

-Lo voy a arreglar y...

-No. -me detuvo- Lo haré yo, pero tú te largarás. Quedas fuera de la pirámide, también Adler, quedas fuera de esta familia y Dexter quedará a cargo. No me interesa nada más, y más te vale que no busques problemas.

Parpadeé incrédula cuando oí eso, ¿ella estaba expulsándome de los negocios y la familia?

-No...no puedes!- Dije desesperada.

-Sí puedo, lee el libro que te di al inicio, ah cierto, lo tiraste y dijiste que no necesitabas eso.

Mi madre.

La persona que más quería en el mundo me había dejado atrás, me había traicionada.

Se subió a su camioneta y Connor la siguió, arrancaron dejándome varada, sin dinero y sin familia.

Mi madre me acababa de desterrar del apellido, ¿Cómo le diría eso a la pirámide?

Oh, hey, mi madre quedará a cargo y no yo porque me cogí a Adler Zhukov que también era mi primo, porque mi papá y Christopher eran hermanos pero a mi padre se le ocurrió pedirle su apellido al Padrino y ser Morningstar para el mundo, ¿entienden?

Pasé una mano por mi cabello, sin saber que hacer, no podía ir a mi casa, tampoco podría ir a la pirámide. Empecé a caminar afuera de la propiedad, la carretera estaba solitaria, la noche ya estaba cayendo y el frío se hacía presente.

Después de caminar por casi 2 horas, el viento sacudía mi cabello y sentía los labios secos por el frío, para colmo mi teléfono se había quedado sin batería, me faltaba poco para llegar a mi departamento.

Mis ojos picaron y me ardieron, dejé salir las lágrimas y un sollozó se escapó de mis labios, no tenía nada, ni a Dexter, ni a mi papá, ni a mi mamá o Zaid y Connor, y mucho menos a Adler.

Me quité los tacones y seguí caminando, ya había llegado a la avenida de todos los edificios de lujo y todos me miraban asustados y extrañados, los pies me dolían, el corazón también, pero algo dentro de mi me hizo dejar de llorar, tenía que ser fuerte y conseguir una manera de volver al poder y así, enfrentarme con recursos.

Al llegar a mi edificio empujé las puertas y el aire cálido me abrazó.

-¿Señorita Morningstar? ¿Está bien?

Miré al portero, Thomas, un viejito muy amable, una vez lo había invitado a desayunar.

-Sí, sí, gracias -murmuré y lo miré.- ¿Tiene un teléfono que me preste?- Dudé.

-Claro, sígame, por favor.

Lo seguí detrás del mostrador y le sonreí cuando me señaló el teléfono.

Marqué los números y sonó 3 veces antes de oír su voz.

-Diga.

-Soy yo..

-¿Dónde estás?

-En mi edificio, per...

-Te han sacado de la pirámide, todas las mafias se enteraron y van a por ti, no enciendas tu teléfono.

-¿Qué? No, nadie puede saberlo y...

-Muñeca, cállate y escucha, detrás de mi hay un hombre de traje gris.

Miré la pared de espejo y lo vi, hice un ruido con la garganta.

-Lo vi.

-Cuando cuelgues vas a pasar por su lado y lo saludarás, se llama Oliver, salúdalo y trata de hacerlo perder tiempo en lo que llego, cuando una mujer de cabello rojo entre al edificio te vas a despedir de él y la alcanzarás en el ascensor, cuando salgas irás corriendo a la azotea, ahí te vas a quedar.

-¿Y si pasa algo? ¿Quién es él?

-Haz caso como la niña obediente que eres, Arlette.

-¿Adler?

-¿Sí?

-Te amo.

Silencio.

-Sigue las órdenes.

-¿Me va a pasar algo?

-A mi lado jamás voy a dejar que te pase nada, y si te pasa, el mundo arderá.

-¿Te estás declarando?- Bromeé.

-El mundo no gira a tu alrededor, Arlette.

-¿Ni siquiera el tuyo, Adler?

-Ni siquiera el mío, Arlette.

Sonreí ligeramente por su tono brusco y bajé el teléfono hasta volver a dejarlo en la pared, me giré hacía Thomas.

-Muchas gracias -miré al tipo de gris, estaba haciéndose tonto.- Tal vez no regrese en algunos días, pero que nadie lo sepa, si preguntan diga que no he salido porque entré en una depresión, ¿podría hacerme el favor?

-Por supuesto linda, pero, ¿todo está bien?- Se veía preocupado.

-Sí, no...bueno- Solté una risa nerviosa.

Me miró riendo.

-Ay niña, tú te vas a ir con alguien con quién tienes prohibido verte, ¿no?

-Creo que sí.

-Yo te cubro.- Sonrió y asentí.

ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora