Catherine

IV

—¿Sabes? Yo no creía que el amor cambiaba a las personas, ¿pero que digo? Yo no creía que existiera tal cosa— me acomode los guantes un poco —Sigo pensando en que debería de proponerle matrimonio ¿Qué dices?

Mire a la joven que sollozaba con los tobillos rotos e hinchados,  las manos atadas y una mordaza en su boca.

—Tienes  razón, puede ser muy pronto.

Cuando me vio acercarme con el cuchillo en las manos sus ojos se abrieron de tal manera que parecía que se saldrían de sus cuencas.

—Esa, esa es la expresión, oh Linda, si tan solo Catherine me mirara así —la levanté para bailar con ella, sus gritos por el dolor que le causaba que sus pies tocaran el suelo moviendo sus tobillos  rotos, se ahogaban con la mordaza—¿Por qué el amor debe ser tan difícil? —la arroje al piso de nuevo —incluso he buscado chicas que se parezcan a ella para satisfacer está necesidad, tu por ejemplo, mírate.

La arrastre del cabello hasta colocarla enfrente del espejo de su habitación, tome su rostro obligandola a verse.

—Tus ojos son cafés, tu cabello es un tono más oscuro que el de ella, pero de complexión son similares— le apreté  las mejillas — pero lógicamente no eres Catherine —su cuerpo temblaba por el terror —antes me daba un poco igual como lucían ustedes, mientras pudiera divertirme solo un buen tiempo era requisito más que suficiente, pero mírame, el amor me cambio —le di un beso en la frente —ustedes son un altar a su existencia.

Le corté un poco la piel de los hombros, el grito ahogado por la mordaza me hizo tragar saliva, mi ansiedad me gano, así se la acosté y me subí en su pequeño abdomen clavando el cuchillo una y otra vez mientras su sangre me salpicaba el rostro y la ropa, cuando note que dejó de moverse, la lleve a su bañera para limpiarla, la vestí con el vestido negro y la dejé acostada, siempre limpiaba todo extremadamente, además los cuerpos los encontraban casi una semana después, ellas siempre están solas.

Mañana hará un día precioso para llevar a  Catherine a pasear...