...

124 12 0
                                    

Ya era tarde cuando Naib encuentra a Eli, escondido bajo la sombra de un roble marchito en el jardín de la mansión. Sus rodillas están dobladas contra su pecho y su cabeza descansa en sus brazos.

Está calmado, los árboles susurran y se balancean al ritmo suave del viento otoñal. Hoy no hay nadie más en el jardín y, por una vez, la lechuza de Eli está ausente. Él está solo.

Naib acaba de terminar un juego. El encuentro no es uno planeado, simplemente era una casualidad. Si bien sus heridas están frescas y sus extremidades adoloridas, se encuentra incapaz de pasar de largo, su corazón simplemente no se lo permite.

—Clark. —llama tentativamente. —¿eres tú?

Eli se pone rígido, pero no hace ningún movimiento para responder. Es como si creyera que si se mantiene inmóvil el tiempo suficiente, se mezclará con su entorno, que desaparecerá de la vista de Naib.

No funciona.

—¿Clark? —vuelve a intentarlo, acercándose al otro como si se enfrentara a un animal asustado. —¿Qué pasa?

Por unos momentos se ha mantenido en silencio. Aunque en toda su estatura Eli es alto , en este momento, doblado sobre sí mismo, se ve tan... pequeño. Como un niño vestido con harapos de gran tamaño. Naib comienza a preocuparse hasta que...

—Ah, Subedar. Saludos. —La cabeza de Eli no se mueve de sus brazos. —Me di cuenta de que te metiste en el bolsillo algunos dulces de Campbell en tu camino aquí.

Naib está a falta de mejores palabras, desconcertado.

Él parpadea.

—Lo siento, ¿qué?

—Robaste algunas de las golosinas de Campbell de camino aquí. — repite. —Sabes que te cortará la cabeza si se entera.

—Yo soy un mercenario, él es un minero. ¿Qué va a hacer? Tengo más experiencia en combate que él.

—Pero debo decir que eres bastante pequeño para ser un mercenario.

—¿Hablas en serio?

—Sí.

Naib parpadea. —No vine aquí para que me insulten.

—Oh ¿Entonces, porque estas aqui?

—Bueno, me estaba preguntando. —Naib hace una pausa, se rasca la mejilla. —¿Te pasa algo?

Eli hace un ruido que se parece un poco a un resoplido. —No, estoy bien.

—Entonces, ¿por qué actúas así? ¿Por qué no me miras?

Otro ruido se le escapa a Eli, esta vez suena algo parecido a una ardilla moribunda.

—Parece que he, eh, perdido la venda de mis ojos. Mi querida Rose la está buscando ahora.

—Si la perdiste, ¿no estaría en algún lugar de tu habitación? —Naib levanta una ceja, algo no parece estar del todo bien. —¿Cómo terminaste aquí?

La cabeza de Eli se mueve hacia arriba, mira hacia él como una cortesía, pero sus manos están pegadas a sus ojos. —Prefiero no decirlo.

La mirada de Naib se mueve hacia la ventana del segundo piso. Las cortinas ondean, como un fantasma bailando en la brisa. Distingue el brillo amarillo que es distinto de las velas y se da cuenta de que es la habitación de Eli.

Él parpadea, y analiza la situación.

—Te caíste por la ventana.

Eli ni siquiera lo niega.

Tus ojos son un océano y ahora estoy perdido en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora