08/01/2022

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Era un sueño maravilloso, semejante a un cuento de hadas: Había un niño que no quería cuidar a su hermano menor, quien era apenas un bebé. Su llanto le molestaba muchísimo, pero entonces venía la madre del niño y le arrullaba, tranquilizándole. Dulcemente, la madre instaba al niño que fuera más gentil con su hermano, y allí es donde ella hablaba de una cosa extraña: Los nombres verdaderos, por el cual jamás debía llamar a su hermano menor.

Cuando el hijo mayor le preguntaba por el significado de tales palabras, la madre explicaba que un "nombre verdadero" era llamar a las cosas por su "verdadera esencia", un nombre de espíritu, opuesto a un nombre de meras palabras. Era una especie de tabú asociado con todo aquello concerniente a lo inmaterial.

—Si llamases a tu hermano por su nombre verdadero, no sé si ustedes dos podrían volver a llamarse hermanos nunca más—decía la madre, y de pronto el niño se veía transportado a un paisaje maravilloso, habitado por blancos unicornios, algunos grandes y otros muy pequeños.

Por entre la hierba se pasaban hadas y duendes diminutos, y el niño se echaba sobre la hierba al pie de un frondoso árbol. También había un unicornio pequeño de ojos azules que le sonreía al niño: Ya antes de que él llegase al lugar había estado deambulando por su casa como un pequeño ratón sin ver visto por nadie.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora