10/01/2022

0 0 0
                                    

Había alguien, una presencia malvada, que se aproximaba hasta mi casa desde la calle.

Parecía un hombre común y corriente de mediana edad, tirando a viejo: Su cabello era cano y sonreía de una manera extraña mientras caminaba por la calle a nuestro departamento, yo era capaz de verlo a través de la mirilla de la puerta principal de nuestra casa.

Aunque era en apariencia un ser humano normal, había algo en él que me advertía que se trataba en realidad de un demonio, el mismo que podía asumir su verdadera forma monstruosa de un momento a otro.

Yo conjuraba entonces en el interior de mi departamento una nueva puerta junto a la entrada: Al abrirla se me presentaban unas escaleras por medio de las cuales yo podía acceder a una suerte de "zona secreta" del edificio en donde yo vivo, más elegante y lujoso, aunque se veía completamente deshabitado. Yo me paraba frente a una pileta que se encontraba en un departamento abierto, decorado de forma semejante a una oficina, con puertas de vidrio oscuro.

Llegaba entonces una hermosa mujer asiática, vestida con ropa de oficina de color negro (incluyendo los zapatos) quien cortésmente me indicaba que deseaba trabajar conmigo, aunque yo estaba seguro de que me había confundido con alguien más, posiblemente el dueño de aquel lujoso edificio paralelo.

También llegaba una pareja de señores ancianos, vestidos con ropa formal y elegante, quienes parecían ser dueños de una alguna importante empresa, quienes también expresaban su intención de hacer negocios conmigo.

El hombre tenía una apariencia similar al actor mexicano Raúl Padilla.

Los cuatro almorzábamos entonces en la terraza del lujoso edificio alterno, al lado de una piscina.

Junto a mi plato de comida, había una pecera con un camarón que flotaba boca abajo: Dicho crustáceo también parecía formar parte del almuerzo a pesar del hecho de encontrarse crudo y claramente vivo.

Y sin embargo, en mi sueño yo tenía que comérmelo, razón por la cual le clavaba un tenedor, experimentando una grave sensación de culpa en cuanto dicho camarón fijaba en mí sus grandes y expresivos ojos, casi humanos.

De verdad que no quería matarlo. No quería comérmelo.

De hecho, quería liberarlo.

Así que tome la pecera en mis manos y me dispuse a arrojarlo a la piscina, aunque era evidente que dicho animal no sobreviviría allí tampoco.

La parte final de mi sueño se basaba en la película ochentera "Adorables Monstruos" (Little Monsters): Maurice el monstruo y Brian el niño jugaban de noche dentro de una vieja iglesia de piedra; una voz inconsciente me indicaba que dicha película era en realidad una adaptación de El Progreso del Peregrino de John Bunyan.

Los ladrillos del techo formaban entonces un rostro, y le advertían a Brian que debía alejarse de Maurice, porque era una mala influencia que le alejaba de la fe.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora