Cap. 12

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12. La plataforma 9 ¾.

Harry saltó, porque no escucho venir al hombre. Era algo mayor, casi parecía una persona normal, salvó por sus ojos emocionados, que parecían lejanos y soñadores.

—¿Que está esperando? —le pregunto quién parecía ser Ollivander-, acérquese.

Cuando Harry lo hizo una cinta métrica salió de la nada a tomar sus medidas: —¿Cuál es su brazo dominante, señor Potter?

—Soy diestro, señor.

Como si fuera un botón de inicio, se dió media vuelta y fue entre los pasillos a recoger varias cajas que dejó en el mostrador.

—Sabe señor Potter, las varitas son especiales en el mundo mágico. Para que te pueda ir bien tienes que escoger una varita que se adapte a ti y pueda lograr el trabajo en lo que normalmente eres bueno -dijo Ollivander mientras seguía trayendo más varitas-... Bueno, dije que tienes que elegir, pero en realidad es la varita quien escoge al mago.

Después de eso le dió la primera varita para que la probara, pero no sucedió mucho. Y varita tras varita, parecía que ninguna quería escoger a Harry. Y este estaba tranquilo, después de todo si ninguna lo quería, ya tenía una varita que le funcionaba bien.

—Me pregunto sí... -murmuró Ollivander antes de correr a la trastienda. Momentos después regresó con una caja empolvada con un fuerte olor a guardado- una combinación poco usual, acebo y pluma de fénix, veintiocho centímetros, bonita y flexible.

Cuando Harry tomó la varita un suave calor subió de entre sus dedos hasta su pecho. El sol parecía más brillante afuera y parecía haber fuego a la periferia de su vista. Una suave canción se escuchó en sus oídos y pensó que tal vez podría ser su madre arrullandolo de nuevo, pero sonaba diferente. No podía decir en qué, pero era así.

—¡Bravo, señor Potter! -festejó el señor Ollivander- Muy bien, bien... Aunque parece ser muy curioso.

—Disculpe, señor... -dijo Harry-, pero ¿que es tan curioso?

—Recuerdo cada varita que vendo señor Potter -comentó-. Y sucede que la cola de fénix de dónde salió la pluma que está en tu varita dió otra pluma, solo una más. Y realmente es muy curioso que estuvieras destinado a esa varita, cuando fue su hermana la que te dió esa... -removió su cabello para buscar algo que ya no estaba ahí- ¿cicatriz? Ahora que lo pienso, tiene los ojos de su madre... Pero no se parece a James.

Harry con fuerza aplanó su cabello para esconder su frente. Era cierto, desde que el Horrocrux murió, su apariencia cambió y su cicatriz comenzó a desaparecer poco a poco. Ahora solo era una línea delgada casi imperceptible, y sentía que con los años, incluso, desapareciera por completo.

—Bueno... -dijo Harry, queriendo cambiar el tema-, las varitas parecen ser un tema interesante. No tendrá un libro sobre ellas que me pueda vender, ¿No?

El señor Ollivander se le quedó viendo un momento, antes de ir de nuevo a la trastienda y regresar con tres gruesos libros que dejó en el mostrador: —Estos libros me pertenecieron hace mucho, de ellos aprendí casi todo lo que sé de las varitas -dijo con tranquilidad-. Ahora no me sirven de mucho. Y no me gusta verlos agarrar polvo. Se los doy si realmente está interesado en las varitas.

—Correcto, ¿Cuánto sería por todo?

—8 galeones -dijo Ollivander.

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