Cuenta uno hasta el diez

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El ambiente en el coche hoy era mucho peor que de costumbre. No había música de fondo, ni conversaciones de ningún tipo. Wan Sao giró el volante y estacionó en el amplio aparcamiento del centro comercial donde solía comprarle ropa y otros artículos. Apagó el motor y comenzó a caminar hacia las puertas de cristal, dejándolo a él corriendo detrás.

—¿Por qué vinimos aquí? —preguntó.

Los ojos oscuros de Wan Sao lo miraron de reojo antes de finalmente responder.

—Para comprar lo que rompiste.

Lo que rompió... ¿se refería al cristal en forma de gato en la mesa de P'Sook?

—Ah... lo siento, no fue mi intención —dijo con la cabeza gacha, sin notar la expresión en el rostro de Wan Sao. ¿Todavía estaba enojado? ¿O ya lo odiaba por haber tocado lo que era importante para él? Tan importante que alguien tan insignificante como él nunca podría compararse.

No hubo respuesta, solo los pasos firmes de Wan Sao hacia una tienda de joyería de renombre. La vendedora, con un traje impecable, los saludó con una reverencia y los guió hacia el mostrador repleto de brillantes gemas.

Nub Nueng observó emocionado antes de detenerse frente a un largo mostrador de vidrio. Wan Sao saludó al gerente de la tienda, quien colocó una bandeja de terciopelo sobre el mostrador con varias figuras de cristal en forma de animales.

Un conejito de ojos negros, un beagle con la cola levantada, y hasta un panda madre e hijo. Y por supuesto, el mismo gato que P'Sook había tenido.

—Quiero este gato —dijo Wan Sao.

—¿Solo uno? ¿No quieres elegir algo para tu compañero también? —La vendedora sonrió, volviendo su mirada hacia Nub Nueng, que estaba demasiado nervioso para moverse. Wan Sao apenas la miró antes de responder en un tono frío.

—No, él es solo un sirviente.

—Oh, cielos. —La mujer se sobresaltó, inclinándose repetidamente para disculparse. Guardó el cristal en una caja y lo puso en una bolsa de papel azul marino con el logotipo plateado de la marca.

Nub Nueng, sabiendo qué hacer, tomó la bolsa cuando Wan Sao terminó de pagar y salió de la tienda. El gerente los observó hasta que casi desaparecieron de su vista. No podía creer que ese niño fuera un sirviente de esa casa, con su piel suave y blanca como el papel, y su rostro dulce. Si tuviera el pelo largo y llevara un vestido, ella lo habría confundido con la pareja de Wan Sao.

—P'Sao, espera —gritó Nub Nueng mientras corría para alcanzarlo. Sostuvo la bolsa con cuidado mientras pasaban por la multitud que hacía fila en los restaurantes.

—Si lo rompes de nuevo, esta vez no será solo una bofetada —advirtió Wan Sao.

Nub Nueng frunció los labios y lo miró con un poco de enfado.

—¿Qué harás, me golpearás?

—¿Quieres probar?

Nub Nueng le dio la espalda, planeando alejarse, pero una mano firme lo arrastró más cerca. Escuchó un suspiro suave y un murmullo de frustración de un hombre que acababa de pasar.

—¿No sabes caminar correctamente? —El tono de Wan Sao era plano pero cargado de irritación mientras lo miraba con desaprobación. Luego, deslizó su mano desde el brazo de Nueng hasta su muñeca, tirando de él para que caminara más rápido. El calor del cuerpo de Wan Sao lo rodeó hasta que lograron salir de la multitud, momento en el que finalmente lo soltó.

Wan Sao miró las tiendas mientras caminaban, carraspeando con falsa indiferencia. Nub Nueng no pudo evitar sonreír ante la escena, porque, por más cruel que fuera, Wan Sao siempre terminaba haciendo algo que lo impresionaba o que lo ablandaba, y tal vez esa era la razón por la que nunca podía odiar realmente a ese hombre.

Cuenta Uno hasta el Sábado ✿[นับหนึ่งถึงเสาร์ ✿]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora