Prólogo

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-¿Puedo ayudarte? -la mirada del pequeño e indefenso Remus solamente mostraba preocupación al oír la voz de ese niño misterioso. -Te ves realmente mal, mi tío dice que no está bien estar asustado, o triste.

-Vete, yo estoy bien. -el mismo se sorprendió al escucharse decir eso, porque no lo estaba. Aún así, no perdió la compostura. -No necesito tu ayuda.

-No seas terco, cabezota. -escucho decir al niño, que no había dejado de verlo fijamente desde que llegó. -Sí la necesitas, mira nada más cómo estás.

El pequeño Remus lo escuchó y se detuvo un instante a observar su aspecto. Su ropa estaba llena de lodo, su cabello podía suponer que no estaba en mejores condiciones. Y también tenía unos cuantos raspones en las rodillas.

Oh, y sus manos tenían pequeños cortes provocados por las ramas.

-Estoy bien, esto me pasa todo el tiempo. -soltó, el otro niño (del que todavía no sabía su nombre) se río.

-¿Te caes muy seguido monte abajo? -preguntó, Remus obviamente notó ese tono de ironía, por lo que hizo un gesto con su nariz. No le gustaba que los niños le hablaran así, se sentía aún más pequeño de lo que era. 

-Sí. ¿Te importa? -inmediatamente se retractó, su mami le había dicho que siempre debía de contestar de manera educada. -Lo... Lo siento, yo... Sí, me pasa regularmente. Mis pies se cruzan mucho, entonces no puedo evitar caer.

El otro pequeño asintió, comprendiendo.

-No necesitas inventar excusas, ¿Sabes? -le dijo, sonriendo. -Vi como esos niños grandes te empujaron.

Remus se quedó en silencio, durante todo el rato que el niño le hablaba, él ni siquiera lo miró. Pero algo hizo que, justo después de que soltara esas palabras, lo volteara a ver.

Rápidamente se dio cuenta de que el niño no era mucho más alto que él, sí lo superaba en altura, pero muy poco. Tenía un cabello negro no muy largo y unos ojos de color gris que con el sol brillaban, a Remus le parecieron lindos. Su tez era clara, y sonreía de manera muy amable, lo que hizo que él sonriera también.

-Los molesté, me lo merecía. -Dijo Remus, bajando de nuevo la cabeza. 

El otro pequeño le dio un golpe en la cabeza, cuando lo volteó a ver tenía su ceño fruncido.

-No digas esas cosas. -le dijo. -Nadie se merece que lo avienten monte abajo. ¡Pudiste haber muerto!

Remus sólo río, no se parecía en nada a ese niño desconocido.

Él no tenía un carácter demasiado fuerte, no era para nada valiente tampoco. En cambio el ojigris parecía serlo a niveles inimaginables.

Remus era pequeño, tenía apenas cinco años. Su color de ojos era -según su mamá- como la miel, mientras que su cabello era color marrón (no muy oscuro), su tez era algo pálida. No era muy alto, a decir verdad.

Él sabía que no era guapo, pero le gustaba creer que sí.

-Soy Sirius. -se presentó por fin el pequeño. -Estoy por cumplir seis años y ahora tú eres mi amigo.

Esto último a Remus le hizo gracia, no porque no quisiera, sino porque lo dijo de una manera muy segura.

-Soy Remus. -se presentó también. -Tengo cinco años, los cumplí este año... y me encantaría ser tu amigo, Sirius.

El pequeño Sirius sonrió, por lo que Remus sonrió también. Y después asintió, algo que Remus no comprendió muy bien.

-Bien, ahora que somos amigos no voy a dejar que esos tontos te vuelvan a molestar. -dijo e hizo el mismo gesto con la nariz que, minutos antes, Remus había hecho. -Vas a estar siempre conmigo, entonces no tendrás tiempo ni para verlos cruzar la calle. Ahora levántate, no creo que el piso sea muy cómodo.

Sirius le ofreció una de sus pequeñas manos a Remus, quien la tomó sonriendo. Por fin tenía un amigo.

Una vez que estuvo de pie, creyó que Sirius lo soltaría, pero este no lo hizo.

Sirius estaba muy consciente de lo que estaba haciendo, estaba tomando la manita de su nuevo amigo, para llevarlo a un lugar donde nadie lo molestara.

Entonces lo comenzó a guiar, sin soltar su manita en ningún momento. Remus se dejó llevar, a pesar de no entender nada.

Cuando llegaron a la puerta de una casa no muy lejos de ahí, Sirius la tocó. Pero reaccionó en que se había llevado a un niño de cinco años sin avisarle a sus tutores, entonces miró a Remus.

-¿Quieres que le digamos a tu mami que somos amigos y quiero que vengas a mi casa? -preguntó, preocupado. -Es que nunca he tenido que hacer eso, mis amigos viven cruzando la calle, entonces no es problema. Pero ¿Tú dónde vives? ¿Tienes mami, verdad?

-Sí, tengo mami. -dijo Remus. -ehhh...

-¡Hola Sirius! -dijo un pequeño con lentes que acababa de abrir la puerta. -Empezábamos a creer que no vendrías, ya ves, porque...

De repente, su mirada se detuvo en el pequeño al que su amigo tomaba de la mano.

-¡Hola! ¿Quién eres? -preguntó, sin dejar de sonreír. 

-Él es nuestro nuevo amigo. -dijo Sirius, levantando la mano con la que sostenía a Remus, lo que provocó que Remus levantara también su manita. -Se llama Remus. Los niños del fondo lo estaban molestando, entonces me lo robé.

El niño de lentes se río. 

-Hola Remus, yo me llamo James. -dijo sonriéndole. -¿Sirius habla mucho?

-Hola James. -le sonrío también. -No, es muy divertido.

-James, hijo, ¿Por qué tardas? -salió una señora, no muy grande. -Oh, hola Sirius, ¿Quién es tu amigo, hijo?

-Hola mamá. -sonrío Sirius. -Él se llama Remus, lo encontré en el parque. Ahora estaba pensando que no le avisamos a sus papis que vendría, ¿Puedes acompañarnos a pedir permiso?

-Por supuesto, amor. -la señora no quitaba su sonrisa maternal de su cara. -¿En dónde vives, Remus?

El pequeño de ojos miel los guío a todos hacia su casa, sin soltar la manita de su amigo. Una vez que sus papás le dieron permiso, ellos volvieron a casa de James.

Sin sus padres saberlo, al darle ese permiso, le estaban permitiendo también tener una vida más feliz a Remus. Porque hizo amigos, James y Sirius eran ahora sus amigos. De vez en cuando un pequeño llamado Peter iba a jugar con ellos, pero no era tan seguido.

Las vidas de los pequeños de cinco y seis años esperaban grandes cosas, buenas y malas.

Pero nada era mejor que tener amigos

o eso creían. 

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⏰ Última actualización: Jan 17, 2022 ⏰

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