╚» CAPITULO DIEZ «╝

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『[GALLETAS] 』
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CUANDO POR FIN LA VELADA ENTRE FAMILIAS TERMINÓ, Y TODO EL PUEBLO CELEBRÓ POR LA NUEVA UNIÓN, Bruno se recostó en su hamaca, balanceándose a través de sus pensamientos.

Esa noche, se sorprendió a sí mismo pensando varias veces en la azabache, ignorando por completo la cálida sensación que nacía en su pecho al pensar en la pelinegra de sonrisa ególatra.

Pensar en ella le daba serenidad y tranquilidad, pero descubrirse a si mismo pensando en una mujer, lo hacía arder por dentro y por fuera.

Bruno se sentía extraño.

Debía admitir que le parecía gracioso como el primer día estaba espantado con la idea de entrar en el bosque y ahora era uno de sus lugares favoritos.

—¡Bruno, hola! ¡Bruno, Bruno, Bruno por aquí!— lo llamó una voz aguda.
El Madrigal agradecía enormemente el hecho de que la muchacha le haya enseñado un camino para ir y venir sin tener que atravesar los matorrales.

Pero no estaba satisfecho con el hecho de que cada vez que ponía un pie en ese sitio, de alguna u otra forma, siempre terminaba en el suelo.

Esta vez, el causante fue un pequeño niño de tez morena y cabellos castaños que se abalanzó encima de el apenas salía de los arbustos que daban paso a la cabaña.

— ¡Soy el gran Gerardo, rey de todo el mundo y el que jamás tiene miedo de nada! ¡Debes obedecerme solo a mí!—ordenaba el menor con una extraña voz fingida aún encima de él.

Bruno, ahora que había pasado el aturdimiento del golpe imprevisto, pudo apreciar que llevaba el característico poncho verde que el siempre usaba, con la capucha cubriendo gran parte de su rostro.
Probablemente le quedaba igual de grande en todo el cuerpo.

— Bueno, gran Rey Gerardo, parece que haz atrapado a un forastero ¿Qué harás con el? ¿Lo encerrarás en el calabozo o elegirás tú su destino?— preguntó una voz externa la cual Bruno ya conocía.

______ Hernández lo miraba divertida con el cuerpo levemente inclinado hacía adelante y de brazos cruzados, llamando la atención de ambos varones.
Entre labios Bruno pudo leer un ' solo actúa' y sonrió por eso sin darse cuenta.

¿Puede prepararme galletas?— le cuestionó el infante en su susurro mirándola luego de volver su cabeza completamente hacia atrás logrando que se cayera un poco el gorro solo para ver a la mujer, quien le dió un asentimiento aprobatorio.— ¡Debes prepararme galletas de mantequilla!—ordenó Nicolás a Bruno, haciendo que este riera juguetonamente.— Por favor y gracias.

— Por supuesto, gran rey, sus deseos son órdenes— Siguió el juego que tenían los dos, tomando en sus delgados brazos al niño, dándose cuenta de que pesaba bastante para su tamaño, ¿O quizás él era muy flaco para poder cargarlo?

— Bueno rey Gerardo, tienes que quitarte la ruana de Bruno para poder devolverla.

—¡No quiero!

— Está bien, déjalo que juegue con ella mientras estoy aquí, no me molesta— la contradijo Bruno dejando al pequeño en el suelo para que este corriera libremente en el prado, victoreando por su nuevo juguete.

— Si lo ensucia, no lo lavaré.

— No importa. ¿Realmente vamos a hacer galletas? Porque mi madre tiene una muy buena receta que nos enseñó de niños.

Los dos adultos se encaminaron a la cocina de la pequeña casa, hundiéndose en risas e historias de ambos para hacer más agradable el lugar de trabajo.

— Gracias por doblar mi ropa— farfulló Bruno tomando el paquete en donde reposaban sus prendas que le había entregado la morena, una vez que ambos terminaron con la preparación de las galletas y estás estaban en el horno, esperando su punto exacto para salir.

— No es nada, la receta de galletas de tu madre será suficiente pago.— Desestimó en broma.

Los pelinegros se dirigieron a las afueras de la cabaña; para Bruno era un lugar agradable, con el tenue sonido del río y las aves de fondo, fácilmente podría dormirse allí olvidando por completo el pueblo.

— Encanto es un lugar muy bonito... Extraño, pero muy bonito...

—¿Que quieres decir con extraño?— confundido, Bruno miró a su acompañante buscando respuestas, la otra solo se encogió de hombros.

— No importa.

Luego de unos minutos de silencio mutuo, ambos estuvieron de acuerdo con que la bandeja de galletas estaba lista.

Llamando al infante, quien orgullosamente ondeaba la tela verde sobre sus hombros, se sentaron a degustar el sabor de estas sentados en el verde pasto.

—¡_______, están muy ricas!— halagó Nicolás con la boca llena colgándose del cuello de la mayor, la nombrada lo reprendió por esto.— ¡A Viktor le van a gustar mucho!

— Si, sí no te las comes todas, pequeño monstruo come-galletas .— Se burló la azabache tomando al niño y haciéndole cosquillas en el estómago ganándose estridentes  carcajadas del otro.

A Bruno le hubiese parecido divertido o hasta incluso adorable de no ser porque se quedó estático mientras su cabeza empezaba a cuestionarse seguidas veces una sola cosa.

¿Quien demonios era Viktor?

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🄳🄴🅂🅃🄸🄽🅈 | 🄱🅁🅄🄽🄾 🄼🄰🄳🅁🄸🄶🄰🄻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora