© ÚNICO

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Disclaimer: Ninguno de los personajes que ven a continuación ni nada de lo que se relacione con ellos, me pertenece. Tristemente solo puedo jugar con sus emociones, para satisfacer una malsana adicción a una pareja imposible.

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Los contrincantes subieron al ring, y aguardaron la señal de inicio mientras tomaban sus respectivas posiciones de combate.

El árbitro los observó a ambos, tan impaciente como todos los presentes, en sus manos estaba el comienzo de una de las peleas más épicas que hubiese presenciado ese cuadrilátero.

— No fuego — impartió escuetamente al joven que se hallaba en el ángulo adverso del lugar — No hielo — agregó al mirar al hermoso muchacho que se encontraba en el lado opuesto.

Retrocedió unos pasos y salió del ring, dispuesto a ordenar el inicio de la batalla.

El platinado de ceño fruncido, se colocó los guantes negros obligatorios, sin apartar un segundo la mirada oscura de su rival, cuyos ojos dorados brillantes no hacían más que acentuar su sonrisa presumida y confiada.

Lo vio imitar su acción con la misma elegancia de un príncipe, encubriendo las cálidas manos con la tela negra de material resistente a las altas temperaturas.

Jimin tragó saliva, nervioso.

—¡Patéale el trasero! — escuchó que gritaba una voz aguda desde las gradas silenciosas.

Taehuyng no era conocido por ser un monumento a la compostura, aunque jamás esperó que la guardase para el hombre con quien estaba a punto de pelear.

Estaba consciente de que se trataba de un mero entrenamiento en esa estúpida institución para personas con habilidades especiales, pero aún así no podía serenarse y apartar de la cabeza la idea de lo que esas manos ardientes podrían provocar, sobre su cuerpo de hielo.

Percibió la voz mecánica de la maquina que detectaba las trampas, es decir, el uso infringido de poderes. Se acomodó una vez más.

— El futuro está en sus manos — alegó el robot autómata — En este mundo solo triunfa el más fuerte — los presentes pudieron reconocer el viejo mantra de la asociación, la cual estaba destinada a la posterior eliminación de los planetas vecinos.

Eran los futuros soldados mercenarios de la galaxia, reclutas que fueron obligados a abandonar a sus familias, en sus apacibles planetas, para unirse a la conquista del universo.

Y él, junto con el pelidorado que se hallaba en frente, era una de las más valiosas piezas que poseía Éxosis*.

— Es una pelea, Jimin; no tienen que haber sentimientos de por medio — se repetía a sí mismo.

No se sentía controlado, como lo estuvo en su última instancia con Hoseok, cuya habilidad en combate solo era equiparable a su poder: la manipulación de una sustancia intravenosa que se asemejaba a los rayos solares.

Tampoco se percibía agresivo, como con Namjoon, quien casi lo dejó fuera gracias a su fuerza descomunal, la cual destacaba mucho más que su peculiar habilidad para entender a los animales...

Frustrado.

Estaba Frustrado.

Simplemente Frustrado.

Nunca antes se había sentido incapaz de luchar durante una práctica, y menos contra ese hombre; con nadie conllevó misericordia.

Pero ese oponente no era un individuo cualquiera, era Jeon Jungkook, den Helvede brand.

𝐑𝐞𝐧𝐝𝐢𝐫𝐬𝐞 #ₖₒₒₖₘᵢₙ 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora