sᴏʟɪᴛᴀʀɪᴏ

2.1K 233 84
                                    

—¿Qué pasa Kacchan?, ¿Por qué estás tan poco cooperativo hoy?

Katsuki escucha aquel mote que en algún tiempo fue afectivo, pero que hoy solo le dejaba un sabor a bilis en la boca.

—¿Estás demasiado cansado como para recibirme?

No alcanza a responder. Suelta un respingo de dolor cuando la mano abierta le da de lleno en el trasero. La piel está enrojecida, y lo sabe porque empieza a sentir el ardor.
Se remueve entre las sábanas. Está incómodo, con el pecho contra el colchón y las caderas levantadas; ofreciéndose. Hunde la cara entre las sábanas para ahogar los jadeos que escapan contra su voluntad.

Esto molesta a Izuku. Lo sostiene de las caderas con firmeza, y una fuerza exagerada que no era necesaria usar, puesto que lo tiene a su merced, y lo sabe, pero no es suficiente; nunca lo es.

Katsuki hace lo que puede, hace lo que puede para retrasarlo. Quiere que se quede lo más posible. No quiere que termine tan rápido como las otras veces, por eso es que está concentrado, por eso es que no se distrae cuando siente la mano contraria envolver su intimidad con tanta propiedad como para divertirse en el descarado juego de la masturbación. Aguanta lo más que puede. Resiste las ganas de gemir en alto su nombre y rendirse por completo ante él.

Tampoco se distrae con el placer tan momentáneo pero exquisito que le brinda tenerlo dentro y empujando con tanta fuerza que le hace temblar las piernas.

—¿Por qué estás desanimado?, ¿Te estuviste revolcando con alguien más?

—N-No—, hace un esfuerzo, pero las palabras se estropean. Siente el impulso de venirse, pero Izuku se lo impide. Katsuki ahoga un jadeo que se queda a medias en su garganta—. Por favor...—suplica con voz trémula, pero de nada le vale.

Izuku es cruel. Se porta indiferente a sus necesidades, cegado por la consumación del placer propio.
A Katsuki no le importa ser su juguete, no mientras lo tenga para él. Mientras pueda prolongar el climax lo más que se pueda.

Trata de no sucumbir cuando los movimientos se hacen más violentos, cuando le falta el aire, cuando la atención vuelve a su dolorido y punzante miembro peligrosamente lubricado en pre-semen. Katsuki se estremece, teme el terminar antes, teme el dejar que el placer le nuble el juicio y dejarse llevar. Teme que termine tan pronto, pero es inevitable ya.

—¡Izu...!—Se queda a la mitad. Un gemido placentero le interrumpe. Siente el líquido caliente llenarle y resbalar por sus piernas; el calor del cuerpo apoyado en su espalda, la respiración agitada y calidez en su nuca; su propio semen empapando la mano que aún masajea con ímpetu su glande.

Pero la sensación de calidez no dura mucho, tan pronto como los espasmos del pre-orgasmo desaparecen, Katsuki siente a izuku abandonarle.

Jadea tenuemente al sentir la fricción del aún palpitante pene abandonar su empapada entrada.
Lo observa de reojo; se viste con prisa.

—Izuku...— llama sin fuerzas, incorporándose con dificultad
—. ¿Dónde vas?

—No puedo quedarme aquí todo el día. Tengo cosas qué hacer— responde tajante. Termina de acomodarse el traje. Hasta en eso era injusto, él se desnudaba por completo, pero Izuku nunca más de lo necesario, ni siquiera le permitía observarle como es debido. Y sin dirigirle la mirada, o siquiera despedirse, Midoriya sale de la habitación, dejando a Katsuki con las palabras en la boca, y la mirada acuosa.

El cenizo se encoge. Abraza sus piernas y lo maldice en su mente mil veces, y otras mil más solo porque le da la gana.

Lo odia. Odia ese sentimiento tan repugnante que le revuelve las entrañas cada que se va de su lado. Maldice su maldita necesidad de él. Y aborrece como todo después del sexo, después de ser usado, se vuelve tan solitario.

[sᴏʟɪᴛᴀʀɪᴏ] [Dekubaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora