―¿En serio vas a quedarte aquí, hombre?
El toque rasposo único en la voz de Armando logró hacer que el superintendente se dignara a levantar la cabeza otra vez después de largos minutos evitando sus ojos, y es que esos olivos que llevaba el ex mecánico en la mirada era demasiado para soportar ahora.
«¿Por qué no lo hice antes?»
La habitación le daba la sensación de estar temblando cuando la realidad no podía ser más distinta. Su cuerpo no podría verse más relajado, como luego de darse una tibia ducha tras haberse ejercitado en demasía. No solo Jack, Armando también lucía de la misma forma, incluso ignorando los pasos del médico al otro lado de la cortina a su derecha, quien preparaba las dosis a inyectar en los próximos minutos, junto con las intravenosas.
No dejó de mirarlo, porque sólo en los ojos brillantes del superintendente junto al fuerte agarre a su mano, podían poner en evidencia cuánto le estaba quemando por dentro esa situación que, por más que Conway intentó buscar la manera de evitarla, la justicia le obligaba a perder una vez más al amor de su vida.
Porque después de los últimos días en los que Jack había perdido la cabeza, trasnochado—cosa que se hacía obvia en el oscuro tono morado bajo sus ojos—, que había peleado con Michelle y sus superiores hasta que su garganta escocía por la resequedad, había podido poner los pies en la tierra y comportarse, no como el desesperado militar retirado que estaba destinado a la miseria, sino como el jefe del Cuerpo Nacional de Policía que debía velar sobre el bienestar de Los Santos y, sobre todo, de sus compañeros.
La fechoría realizada por aquella mafia había sido algo que no podía haberse resuelto de otra manera. Llenar la ciudad de droga, asaltar desde pequeñas tiendas a sucursales de banco, matar policías por diversión, aprovechar el mal estado mental de Gustabo, el coma de Volkov... Eso no podía terminar bien y claramente debían pagar por sus pecados.
Porque no importaba que Armando o su alias "Nadando" hubiese sido simplemente la cara de aquella organización tras la muerte del supuesto Roy, porque no importaba que hubiese sido otro quien hubiese sacado provecho de los logros que habían tenido y había ido por más, hasta tocar al par de agentes que llegó a ver como sus propios hijos, y porque definitivamente, no importaba cuánto intentó ignorar las pruebas que ligaban al hombre que amaba con aquella organización que tanto detestaba. Porque sus compañeros caídos merecían justicia.
El seco suspiro de Jack le recordó a Armando aquellas películas animadas en las que el alma del personaje se escapaba por la boca, y aunque en aquellas caricaturas era algo cómico, en ese instante era lo último que podría arrancarle una sonrisa. Su superintendente estaba devastado, y era por eso mismo que le había pedido, rogado, que no estuviese ahí cuando finalmente le hicieran cumplir su sentencia.
El mecánico cerró los ojos por un instante, el mismo en que apoyó su frente con la de su amado que no emitía sonido alguno. La oscuridad bajo sus párpados le hizo recordar los gritos de Conway en el juicio que le habían hecho hace casi un mes atrás.
―Se le proclama culpable bajo el cargo de homicidios múltiples, tráfico de armas y droga, y atentado a la seguridad ciudadana. Así mismo, bajo su propia declaración como cabecilla de la organización denominada "The Union", se le atribuye la responsabilidad en primer grado de los delitos, por lo que se le condena a la pena capital de muerte, en este caso, inyección.
―¡No!
Armando sintió su corazón detenerse ante el doloroso grito de Jack tras él. Inmediatamente la prensa alrededor comenzó a fotografiar su desgracia, Armando lo escuchaba y con ello también los susurros ya preguntándose por qué el superintendente y jefe de la policía de Los Santos se atrevía a cuestionar el veredicto al hombre que había matado a cuatro de sus agentes.
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Short stories
ФанфикCompilado de short stories de distinto tipo de gtarp que publico (o no) en twitter.