Capitulo 03: Familia

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El pavo estaba listo, todo estaba bien organizado, finalmente después de tantos dolores de cabeza podía relajarse un poco, era una cena especial.

Era una noche especial…

Y como si el mundo se iluminará entre risas y saludos llenos de cariño Petunia recibía a la familia de su hijo, abrió la puerta y el entró primero, Petunia lo abrazó y le dio besos en la mejilla, luego entraron los niños y los abrazo a ambos agachándose para estar frente a sus caras, encontrándose con los ojos negros de Arthur, quien era algo más alto que su hermano pese a ser el menor, de melena despeinada rubia y una enorme sonrisa de oreja a oreja, vestía algo más simple como una camisa de mangas corta Blanca y shorts formales, con calcetines blancos y zapatos negros. Se reía ante los mimos de su abuela y Petunia sentía cálido en su interior.

Cuando termino de prestarle atención a uno, miro los ojos del hermano mayor, más regordete y bajito que el siempre sonriente Arthur, Henry Dursley había sacado los ojos dorados de su madre, pero el cabello negro de su padre, vestía algo similar a su hermano menor con la diferencia de que el usaba una corbata roja y un saco a su medida de lana fina, color verde obscuro y los bordes del cierre rojos, Henry era algo más formal que su hermano menor, pero aún pese a su “elegante” apariencia, lo que nunca pudo cambiar es esa expresión de sueño perpetuo que había heredado de su madre.

Eran tan diferentes del uno del otro y pese a lo que muchos han de pensar entre ambos existe más una relación de unidad que una pelea constante por sus diferencias.

Petunia con los años envidio eso, pues ella siempre sintió que pudo haber tenido una relación mejor con su hermana menor si tan solo no hubiera sido tan terca en el pasado.

Pero como de costumbre cada que se sumergía en el pasado, siempre volvía al presente con una pequeña sacudida de su cabeza disimuladamente, hasta que finalmente llegó a los ojos dorados de su nuera, una mujer rubia y blanca de estatura baja, menuda figura y ojos pequeños.

Ella era Samantha Dursley, una británica de rasgos muy marcados, es una mujer que tiene los ojos un poco más pequeños que el promedio y con los párpados caídos lo que ocasiona que siempre parezca tener sueño y no se le vea muy bien el color de sus ojos hasta que le prestas más atención.

Samantha tenía la apariencia de ser una mujer tranquila que no hacía muchas actividades, sin ambiciones, sin una personalidad destacable, pero tan pronto como abría la boca su lado más enérgico y afectuoso salía a flote y abrazaba a Petunia con efusividad y dándole un beso en la mejilla; Samantha es una mujer que se caracteriza principalmente por ser alguien muy sociable y llena de vida, era un contraste enorme con su apariencia.

Fue tan desconcertante para Petunia el día que la conoció que al principio el rechazo era más que evidente, pero con los años aprendió a quererla, porque sin importar que tan mal la tratara Petunia, Samantha jamás fue descortés y siempre le devolvió una sonrisa llena de genuina generosidad, hasta el día de hoy Petunia jamás se ha disculpado… no en palabras pero le dio la bienvenida a su casa y comenzó a ser más atenta con ella.

En palabras de Samantha; “Mi suegra solo es una persona difícil, cuando terminas de pelar la cebolla te llevas una grata sorpresa”

Pero Petunia nunca lo admitiría y así estaba bien.

Ahora después de los saludos y de Petunia recibiendo el cálido abrazo de su nuera, se apego en su hijo mientras los invitaba a todos a pasar, cerrando la puerta tras de sí, Samantha reía tomando de la mano a sus hijos mientras todos se dirigían a la sala se estar donde ya estarían esperando a Vernon quien al terminar de arreglarse bajo para recibir con una enorme sonrisa los abrazos de sus nietos que corrían directo a él mientras gritaban al unísono un cálido

—¡Abuelito!

Que fue gratamente recibido por el hombre que se agachaba y les acariciaba sus cabellos con mucha efusividad —¡Niños! Que hermoso regalo tenerlos aquí, ¿Cómo han estado ustedes dos?
Dudley miraba con una sonrisa mientras abrazaba a su madre y decía con una leve sonrisa.

—Bueno, se han portado muy bien aún que Henry sigue teniendo problemas en la escuela.

El más bajito de los hermanos miro con cierto desagrado a su padre, arrugando levemente la nariz, pero tan pronto como cruzaron miradas se resigno y desvió la mirada de los ojos inquisitivos de su abuelo.

—En mi defensa, yo no tengo la culpa, es mi profesor que no comprende que hay maneras más rápidas y fáciles de aprender las tablas de multiplicar —Se excusó.

Pero Dudley arqueo una ceja y se cruzó de brazos, —Henry, estoy orgulloso de ti creatividad e ingenio pero desafiar al maestro solo porque no te gusta no te hace mejor, te vuelve un cretino.

—¡Auch!

Salió de la boca del padre, cuando su esposa le dio un leve golpe en el hombro.

—No llames a tu hijo cretino, es demasiado pequeño para saber palabras así de fuertes.

—Si, si…

Petunia miro con una leve sonrisa y le dio está vez unas leves palmaditas a Dudley para que se acercara a su padre, mientras lo soltaba al fin.

—No olvides tus modales —señaló ella.

—Ah es verdad...

Dudley no tardó mucho en reaccionar y se acercó cuando sus hijos se apartaron para que su padre pasará a saludar a su abuelo, a quien lo abrazó fuertemente y reían juntos, la diferencia entre padre e hijo ahora era algo más notoria que en el pasado, Dudley ya no era ese niño de mejillas regordetas y con la mirada llena del egoísmo con el que fue criado desde temprana edad, ya no se creía dueño del mundo.

Así como su físico había cambiado por uno más delgado y un poco fornido, trajeado pero sin corbata y el cabello tan rizado y despeinado como el de Petunia que se le fue deformando con la edad, también lo hizo su actitud era un hombre más tranquilo y más relajado de un carácter y temperamento atroz, pero nada que la madurez a tiempo no logrará controlar, Dudley fue el primero de su familia en darle la cara a los errores del pasado y disculparse cuando debió, cuando Petunia lo miraba ella sonreía con tristeza porque ella sabía que Dudley no era el hombre que es ahora por ella o por su padre, no, nunca lo fue… sino por la influencia que el consiguió lejos del nido y acercándose más a quien en su momento el también necesito de ella.

La imagen de su sobrino vino a ella de manera repentina y con una sonrisa triste ella se acercó y hablo en un tono de voz más alegre.

—Bueno… ¿Nos sentamos? La cena ya está lista.

Petunia Evans: Lazos de HermandadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora