Prólogo.

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El ambiente se sentía muy espeso, posiblemente debido a que ambos estaban un poco incómodos al ver como aquellos sujetos desconocidos cometieron un acto carnal que únicamente era propio de amantes, sin contar que la habitación estaba inundada de feromonas que delataban la excitación.

Ambos sonrieron cómplices, ninguno de ellos se iba a ver afectado por el hecho de ver a dos personas teniendo sexo, teniendo en cuenta que ingresaron a la habitación para hacer lo mismo.

Le tomó del cuello de la camisa y lo atrajo a él, saliendo con dificultad de la habitación, lo único que les importaba era poder fundirse juntos.

Chocando con las mesas y algunos objetos, lograron llegar hasta una de las habitaciones, sintiéndose acorralado y con el pulso a mil, abrió la puerta y lo jalo para que entrase; sacó la cabeza de la habitación, revisando que nadie lo hubiese visto, cuando estuvo seguro, cerró la puerta de forma violenta y le puso el seguro.

Él estaba ya sin camisa, lo acorraló contra la puerta y lo besó de manera feroz y hambrienta.

Las manos traviesas de ambos comenzaron a hacer de las suyas; abrigos, camisetas y pantalones quedaron dispersos por el suelo, todas las prendas formaban un camino irregular hasta la cama.

La poca iluminación que entraba por las cortinas daba una vista exquisita del cuerpo que tenía frente suyo; un abdomen marcado y una cara que parecía demasiado perfecta para ser real, incluso podría jurar que parecía esculpida por la misma Diosa Afrodita.

Los besos empezaron a bajar hasta su ombligo, se sentía tan tenso, pero tan relajado que le sorprendió el ver como su estumago se undia y dejaba a la vista sus costillas, todo de forma inconsciente; él sabía que se venía, no dudo ni un segundo en expresar la sorpresa y extasis que sentía cuando la lengua húmeda y caliente lamio desde su ombligo hasta llegar a la base de su pene ya erecto.

-Joder- gimió al sentir algo más que sólo la lengua lamiendo su falo.

Trató de alcanzar los mechones azabaches pero al estar cerca, una mano lo detuvo y fue entonces cuando sintió como su pene era succiónado.

Trató de tener una imagen algo nítida de lo que estaba pasando, pero al toparse con aquellos ojos verdes llenos de lujuria su visión se lublo aún más; llegó al clímax sin querer, le había encantado tanto que disfruto cuando el alfa quito su boca y se producía un pop húmedo.

Tembló al sentir como sus piernas eran separadas y masajeaban sus muslos con delicadeza ruda.

La noche iba a ser larga y muy placentera por lo visto.

Menta. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora