c a p í t u l o 40

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¡Maldición, Sam!

Su pecho subía y bajaba con rapidez, dejo caer su cuerpo con pesadez cuando por fin se hallaron en un lugar seguro. Poco a poco su respiración se iba normalizando.

— ¡Te dije a la izquierda!

— ¡Estaba rodeada! ¿Qué se suponía que hiciera?

— ¡Por eso no debíamos separarnos!

Steve se detiene frente a ellos, con los brazos cruzados sobre su pecho y una sonrisa discreta para volver a adoptar su posición de líder.

— Todos estamos bien, cumplimos con nuestra misión. Es lo importante. —extiende su mano hacía Celine para ayudarle a ponerse de pie.

Sin quitarle la vista al artefacto que llevaba en la mano, Natasha se une al resto del equipo junto a Wanda. La espía luce ahora su cabello rubio y más corto que antes, algo que le ha servido si quiere pasar desapercibida ahora que sus rostros encabezan las listas de criminales.

— Bien, ahora que ya nos ganamos nuestro sueldo, podemos regresar a la base.

— Yo no llamaría “base” al diminuto departamento que conseguiste. —murmura Sam con cierto desagrado.

La expresión intimidante de Natasha hizo que Wilson quisiera retirar sus palabras, pero solo atino a desviar la mirada antes de que la rusa lo asesinara con ella.

— Bueno, es mejor que en dónde estábamos hace un mes. —dice Wanda, con todo despreocupado para aligerar el ambiente.

— Si, ese lugar era un asco. —concuerda Celine, a lo que el resto del equipo asiente mientras sueltan unas risas.

Natasha recibe una llamada y toma una distancia considerable en la que los demás no pueden escuchar, pero esas llamadas siempre venían de la misma persona; cierto hombre que lleva un parche en su ojo y suele ser aficionado a la ropa negra.

La vida no es fácil cuando has tenido que pasar el último año escondiéndote en lugares que no son precisamente cinco estrellas, y Sam era quien solía quejarse más al respecto. A diferencia de ellos, Clint y Scott habían tenido que aceptar un trato de arresto domiciliario, era la única forma en la que podrían volver con sus familias. Sin embargo, el Secretario Ross se había tomado tan personal su captura, que ese trato nunca fue una opción para el equipo.

— Cambio de planes. —informa Natasha con cierto tono en su voz que alarmó al equipo— Ross ya sabe nuestra ubicación. Así que hay que irnos... de nuevo

Esta vez Sam no pudo evitar rodar los ojos; de todo el equipo, él era al que más le molestaba tener que andar de un lado a otro. Y eso comenzaba a notarse.

Steve cruzo los brazos sobre su pecho y asintió, mientras repasaba en su cabeza todos los lugares en los que ya habían estado tratando de encontrar uno que pasara desapercibido por el Secretario. Solían cambiar de escondite al menos cada tres semanas, y la última vez que habían podido estar tranquilos, pasaron dos meses en Madrid hasta que Ross y sus agentes irrumpieron en el edificio y tuvieron que escapar por la puerta trasera.

Más tarde, mientras viajaban en el quinjet, Celine optó por usar ese tiempo para relajarse y descansar. Busco un rincón donde pudiera alejarse de la conversación tan escandalosa de Wanda y Sam por tratar de decidir cuál sería su próximo destino luego de la reunión con Fury. Aunque su opinión habría sido bien recibida, prefirió guardarsela, Steve le informaría más tarde de cualquier cosa que llegarán a decidir; ella ya tenía planeado su próximo destino.

Luego de aproximadamente treinta minutos de haber tomado una muy pequeña siesta, se tomó su tiempo para revisar sus pendientes; tenía más de cuatro llamadas perdidas y un mensaje que acaparó la pantalla del celular tan pronto como lo encendió.

𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora