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—Mafu, Mafu, espera...
El chico mudo no parecía querer aflojar el paso.
Y de nuevo, no sabía porqué huía.
Quizás era porque estaba demasiado avergonzado, porque tenía demasiado miedo, ni él sabía de qué.
—Mafumafu. — Soraru tomó su muñeca y lo hizo voltear, frenando su paso a apenas un metro de su habitación.
Sus ojos se encontraron y la mente de Soraru se quedó en blanco, ya ni siquiera se acordaba de lo que iba a decir, de lo que había practicado.
Mafumafu ladeó su cabeza, su cabello cayó un poco frente a sus ojos.
—Yo... — comenzó el azabache, sin saber cómo seguir. — había preparado algo, pero ya... No lo recuerdo. — soltó una risa nerviosa. — ¿Te importa si improviso?
Mafumafu se giró un poco más hacia él, esperando lo que tenía que decir, se sorprendió un poco cuando la mano de Soraru bajó de su muñeca hacia su mano, tomándola.
—Mafumafu, me gustas. — dijo. — mucho. Y esto es hace bastante tiempo. Me gustas desde antes del beso, Mafumafu. — sonrió cuando el pelinegro abrió los ojos con sorpresa por esa palabras. — Quiero cuidarte, estar a tu lado todo los días, hablar contigo por horas antes de dormir. — Soraru sonrió. — Yo... no puedo decir desde cuánto es así. Sólo se que te quiero, te quiero tanto que creo que te amo.
Y esa era la única seña que Soraru recortada.
Alzando la mamoneo en un puño levantó su dedo meñique, para luego estirar el dedo índice y el pulgar.
—Te amo.
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