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Cierto día Mafumafu se había lastimado en las prácticas de baile.
Se había doblado el tobillo, al pisar mal, y apenas fracturado, una fisura, como había dicho el médico, la muñeca, al caer con todo su peso sobre esta.
Le dolía tanto que las lágrimas le picaban los ojos, aunque se resistió a llorar, y no fue sino hasta que Soraru llegó con él que se escondió en su pecho para que nadie lo viera.
Soraru se había asustado bastante cuando había recibido el mensaje de su novio de si podía ir a la sala de baile, sin más información que esa.
Incluso cuando la madre del peliblanco llegó para llevarse a su hijo, Soraru no se separó de él, y la mujer tuvo que firmar para retirar a los dos.
En el camino al hospital, con Mafumafu teniendo su muñeca descansar dentro de un pañuelo, atado a su cuello, el chico ya había dejado de llorar y se empeñaba en mantener la vista baja, apoyando su cabeza en el hombro de Soraru.
— No sigas mal —pidió el pelinegro, acariciando su cabello y mejilla, alzando el rostro del chico para mirarlo.
Mafumafu negó, volviendo a acomodarse.
— Mafu —lo llamó, aunque el mudo lo ignoró—. Te conozco, algo te pasa, ¿en qué piensas?
Mafumafu tardó un momento en negar de nuevo.
Soraru se ahorró un suspiro, tomó a Mafumafu por sus mejillas, volviendo a alzar su rostro.
— Dime —habló con suavidad.
Mafumafu suspiró. Con su mano libre señaló a si mismo y luego juntó todos sus dedos, y tocó su mejilla con la punta de estos.
— ¡Mafu!— su madre se enojó un poco, viendo los gestos por el espejo.
— ¿Qué significa? —preguntó Soraru.
La señora suspiró.
— Dijo "Soy tonto".
Soraru lo miró con el ceño fruncido, vió el mohín en los labios de Mafumafu, el mudo volvía a tener la vista baja.
— Mafumafu, no eres tonto —habló el azabache con suavidad— ¿Por qué serías tonto? ¿Por caerte? Es algo que le pasa a cualquiera.
Mafumafu sacó su cuaderno.
"Soy tonto porque no sé coordinar. Me caí por bailar mal".
— No bailas mal —dijo Soraru automáticamente, negando con su cabeza para enfatizar—. Mafumafu, eres el mejor bailarín que he visto.
"Tu no ves bailar a nadie más que a mí"
— No voy a perder el tiempo viendo bailar a otros cuando puedo ver al mejor bailarín del mundo. — replicó Soraru, mirándolo directamente.
Mafumafu bajó su cuaderno, sin nada que decir, sus mejillas se tiñeron de rojo, y Soraru dejó un sonoro beso en ambas, haciendo que la señora riera.
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