Capítulo cuarenta y nueve.

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Instagram: _marttinacastelli


Miles de lagrimas inundan mi rostro.

Y no las puedo frenar. Es como si por fin pudieron ser liberadas después de tanto tiempo siendo contenidas con toda la fuerza que me fue necesaria. Odio llorar. Lo detesto. Hace que me sienta débil, sensible y... Llorar no entra en las clase de cosas que suelo hacer cuando algo me duele.

Pero tal parece que está vez me traicionaron. No las culpo.

Porque me duele. Me duele muchísimo.

El agujero que todo estos días estuvo ahí, presionándome, ahora parece hundirse. Hundirme. Y me marea. Me deja atontada.

Me llevo la mano al pecho de forma instintiva. Me lo quiero arrancar, su presión es dolorosa y no lo soporto. No soporto sentirme así. Duele respirar, así que trago saliva, en busca de que el aire de afuera consiga entrar en mis pulmones y no dejarme al borde de la desesperación.

Joder, nunca me había sentido tan así.

Nunca me sentí tan traicionada como esta noche.

Mi parte racional quiere darme la cabeza contra la pared y hacerme entender que esto solo es algo mal entendido. Que hay una explicación para todo. Para esa fotografía... Pero mi parte sentimental, la parte desconfiada, no creen en falsas justificaciones. Siempre creyó que esto terminaría pasando. Y tal parece que no se equivoco. Pero me encuentro en una batalla donde no sé que creer. Ni siquiera sé si quiero saber la verdad.

El miedo me invade. El pánico se apodera de mi. ¿Él sería capaz...?

Cierro los ojos. Mis pestañas están húmedas y la cabeza me duele. Siento la presión detrás.

Dios, me siento inútil...

No soy consciente del silencio que hay en la habitación hasta que recuerdo que no estoy sola. Que alguien más me acompaña. Que alguien más me está viendo llorar y la vergüenza se apodera de mi rostro. Ni siquiera hago el esfuerzo de mirarlo a la cara, no puedo... Me siento en un profundo hoyo negro. Me encierran entre cuatro paredes y cada vez se cierran más, me aprietan con fuerza.

—Pequeña...—me llama casi con la voz inaudible.

No lo escucho. Alejo sus manos queriendo aferrarme y con una negación de cabeza, me acerco a la puerta.

—Necesito estar sola.

Él no reprocha. Me deja ir y se lo agradezco. Agradezco que no sea el grano en el culo que siempre suele ser. Y me agrada que así sea, pero no ahora... Ahora solo quiero olvidar. Olvidarme de todo por unas horas.
La noche me recibe al salir al patio trasero. Hay un juego de mesas en una esquina, cerca de los cerros que cubren el predio. Me dirijo ahí y me siento en una de las sillas. Mi cuerpo cae rendido ante ella, haciéndome caer en cuenta de que está cansado. Tomo una respiración honda y miro al cielo: las estrellas se alzan sobre mi. Están por todos lados, cubriendo cada hueco vacío.

¿Yo también seré un hueco vació?¿Y si nadie puede llenarme?¿Que hay con eso?

A veces siento que el problema está en mi, no en los demás.

Vinimos al mundo por algo que nunca se termina de saber hasta que lo dejas, pero... A mi sí me gustaría saberlo antes de morir. Saber cual es mi verdadera visión y solo ir tras eso, sin importarme los demás. Eso sería mucho más fácil. Más fácil que tener que enfrentar el dolor, la traición, la decepción, la tristeza... Y tal vez, solo tal vez, traería más felicidad a mi vida.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora