Hagrid

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Eryx estaba en su cama dibujando tranquilamente hasta que una rata llego a sus pies entregándole un papelito donde decía que se encontrara con Harry y Ron afuera de las mazmorras. El rubio volteo a ver a Theo el cual se encontraba completamente dormido en la otra cama, le dio un poco de comer a Scabbers y tomo el primer pants que encontró poniéndoselo silenciosamente para luego tomar a Scabbers, ponerla en la bolsa de su sudadera y salir de su habitación sigilosamente.

Al llegar a la salida de las mazmorras, es jalado a la capa de invisibilidad de Harry y voltea a ver a los dos chicos con la mirada confundida.

—¿Qué pasa?—Pregunta en susurro viendo a los dos chicos.

—Descubrí algo, tenemos que hablar con Hagrid—Dice Harry empezando a caminar jalando a Eryx de la mano.

El recorrido por los corredores oscuros del castillo no fue en absoluto agradable. Estaba tan lleno de gente: profesores, prefectos y fantasmas circulaban por los corredores en parejas, buscando cualquier detalle sospechoso. Como, a pesar de llevar la capa invisible, hacían el mismo ruido de siempre, hubo un instante especialmente tenso cuando Ron se dio un golpe en un dedo del pie, y estaban muy cerca del lugar en que Snape montaba guardia. Afortunadamente, Snape estornudó en el momento preciso en que Ron gritó. Cuando finalmente alcanzaron la puerta principal de roble y la abrieron con cuidado, suspiraron aliviados.


Era una noche clara y estrellada. Avanzaron con rapidez guiándose por la luz de las ventanas de la cabaña de Hagrid, y no se desprendieron de la capa hasta que hubieron llegado ante la puerta.  Unos segundos después de llamar, Hagrid les abrió. Les apuntaba con una ballesta, y Fang, el perro jabalinero, ladraba furiosamente detrás de él.


—¡Ah! —dijo, bajando el arma y mirándolos— ¿Qué hacen aquí los tres?

—¿Nos acabas de amenazar con una ballesta?—Pregunta Eryx— Cool.

—¿Para qué es eso? —preguntó Harry, señalando la ballesta al entrar.

—Nada, nada... —susurró Hagrid—. Estaba esperando... No importa...Siéntense, prepararé té.

Parecía que apenas sabía lo que hacía. Casi apagó el fuego al derramar agua de la tetera metálica, y luego rompió la de cerámica de los puros nervios al golpearla con la mano.


—¿Estás bien, Hagrid? —dijo Harry—. ¿Has oído lo de Hermione?


—¡Ah, sí, claro que lo he oído! —dijo Hagrid con la voz entrecortada.


Miró por la ventana, nervioso. Les sirvió sendas jarritas llenas sólo de agua hirviendo (se le había olvidado poner las bolsitas de té). Cuando les estaba poniendo en un plato un trozo de pastel de frutas, aporrearon la puerta. Se le cayó el pastel. Eryx, Harry y Ron intercambiaron miradas de pánico, se echaron encima la capa para hacerse invisibles y se retiraron a un rincón oculto. Tras asegurarse de que no se les veía, Hagrid cogió la ballesta y fue otra vez a abrir la puerta.


—Buenas noches, Hagrid.


Era Dumbledore. Entró, muy serio, seguido por otro individuo de aspecto muy raro. El desconocido era un hombre bajo y corpulento, con el pelo gris alborotado y expresión nerviosa. Llevaba una extraña combinación de ropas: traje de raya diplomática, corbata roja, capa negra larga y botas púrpura acabadas en punta. Sujetaba bajo el brazo un sombrero hongo verde lima.

Colors - Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora