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La primera vez que Chifuyu le celebró el cumpleaños a Kazutora, fue el año en que salió de la cárcel. Pero no fue un festejo enorme con globos, regalos y con los miembros que conocían a Kazutora de la Tokyo Manji. Kazutora le había comentado acerca de la fecha de su nacimiento muy por encima de dicha fecha, por lo que Chifuyu se exasperó y exaltado, ese mismo 16 de septiembre, fue a una pastelería cualquiera para comprarle un pastel; un clásico pastel de crema blanca con fresas frescas y los dos pasaron el cumpleaños en el apartamento en donde los dos convivían ya hace unos meses. Esa noche, simplemente hubo un saludo de felicitaciones, Chifuyu cortó el pastel y los dos comieron sin intercambiar alguna palabra durante el resto de la noche. El regalo jamás apareció debido a que Chifuyu, en ese momento, no conocía por completo a Kazutora y, por ende, no sabía cuáles eran sus gustos, por lo que se empeñaría en saber de él con el pasar de los meses y para el próximo cumpleaños, tal vez tenerle un obsequio para cuando sea la fecha de nuevo.

"¿Por qué no me lo comentaste antes?", le preguntó Chifuyu en un tono suave pero de reproche al día siguiente durante el desayuno.

Ante la pregunta, Kazutora sonrió con tristeza y bajó un poco la cabeza. "Yo... no he tenido buenos cumpleaños y sólo tuve uno que recuerdo que no fue tan malo, pero... creo que no lo recuerdo bien", comenta él con melancolía.

Chifuyu no sabe responder, parpadea un par de veces y simplemente suelta un suave y tímido "oh", llevándose la taza de café a los labios para tomar un poco del contenido líquido caliente antes de empezar una nueva jornada de trabajo.

A pesar de haberlo recogido de la cárcel y estar conviviendo junto a él, a Chifuyu le costaba ser cercano a Kazutora por los eventos del pasado. La imagen de Kazutora era sinónimo de sufrimiento y desconfianza, los eventos de Bloody Halloween no habían creado una buena imagen de su persona, al contrario, se había marcado aquella personalidad maniática y desquiciada que tenía una sola misión que cumplir dicho día: acabar con la vida de Mikey por un asesinato que no estaba dispuesto a asumir como responsabilidad, no obstante, todo cambió con una sentencia de 10 años por lo ocurrido y con una rehabilitación para una posterior reinserción a la sociedad; aquella personalidad se fue, dejando a relucir ahora una más calmada, nerviosa e introvertida. Fue una sorpresa para Chifuyu cuando buscó a Kazutora, después de 10 largos años de reclusión, pensó que aquellos atisbos de locura y aquellos ojos que denotaban inestabilidad mental que recordaba seguían en él, pero fue todo lo contrario; Kazutora realmente se había reformado. Aquella primera imagen se desvaneció y desapareció con el pasar de los meses de convivencia, y Kazutora ya era sinónimo de compañero de apartamento y del trabajo.

De manera gradual, cosas como la confianza y el aprecio se fueron dando en la relación tan peculiar entre Chifuyu y Kazutora, al menos, peculiar para los otros miembros de una disuelta Tokyo Manji. Para Draken, alguien que también estuvo resentido de Kazutora durante mucho tiempo −aunque eso no duró mucho−, no entendía del todo el por qué Chifuyu había optado por tal resolución cuando el chico de ojos azules le había comentado que iría por Kazutora cuando supo la fecha exacta del término de la condena, por consiguiente, la fecha de su libertad. En un inicio, pensó que era por Baji y sus anhelos, pero éstos fueron descartados cuando se dio cuenta de la cercanía que Kazutora empezaba a tener con Chifuyu y la confianza de Chifuyu hacia Kazutora.

Los siguientes dos cumpleaños de Kazutora también fueron sencillos, solo que esta vez, personas como Takemichi, Mitsuya, Hakkai, los gemelos Kawata, Pe-yan, Pah-chin, Inupi y Draken estaban presentes en las celebraciones. Se juntaban en algún restaurante decente cualquiera a comer seguido de ir a un bar al azar a beber cerveza y pasar un buen rato de convivencia, charlando acerca de la vida adulta y rememorar sus días en la Tokyo Manji. Pese a que se reunían en más de una ocasión, el molestar a Kazutora por ser cercano a Chifuyu se había vuelto una tradición en el grupo de amigos. Pero no lo realizaban al frente de ellos, ya que sabían a la perfección que, si bien Kazutora le restaría importancia o trataría de salir de la situación eludiendo las preguntas del resto con nerviosismo, Chifuyu era quien reaccionaba de manera errática ante tales preguntas y comentarios. Por ende, siempre esperaban a que el cumpleañero y su compañero de apartamento se fueran para charlar sobre ellos. Y aquel cumpleaños no era la excepción.

"Realmente así es Kazutora, eh...", suelta Nahoya, mientras termina de beber la cerveza, traga en seco lo poco y nada que le quedaba del licor. "Y pensar que era un maldito loco desquiciado".

"La rehabilitación surtió efecto, es todo", justifica Mitsuya, quien no cree que la influencia de Chifuyu haya sido tan magna como para hacer un cambio en la personalidad de Kazutora.

"Y Chifuyu, querrás decir", corrige y enfatiza el chico de cabello rosado. "Esos dos no van separados a ninguna parte. Es muy raro que Kazutora salga solo".

"Porque vienen conviviendo desde hace tiempo, ¿no?", se integra Hakkai a la conversación, era uno de los pocos de la mesa quién no estaba consumiendo alcohol. "Es como Taka-chan y yo, de alguna forma", y se encoje de hombros.

"Pero Chifuyu hace años que ha tratado de ser cercano a Kazutora, ¿o no, Takemichi?", pregunta Souya a Takemichi, quien estaba absorto en sus pensamientos.

"¿Eh?... ¡ah sí!", atina a decir el joven de cabellos negros y grandes ojos, saltando de su asiento, "fue repentino que empezara a enviarle cartas, jamás me explicó el por qué", suelta, sin agregar algo nuevo a lo que ya todos sabían.

"Baji lo hacía", dice sin rodeos Draken, dejando su vaso vacío sobre la mesa y se relame los labios, "no me extrañaría que Chifuyu lo hiciera por él".

"Pero que estén juntos no es simplemente por Baji", comenta Inui, quien si bien no estuvo en los primeros años de ToMan, sabía de algunas cosas gracias a Draken y también el haber estado en los Black Dragons en donde se había enterado de los acontecimientos a través de los rumores, "las motivaciones de Chifuyu hacia Kazutora cambiaron a medida que crecimos", hace una pequeña pausa y junta sus manos, "hace años que dejaron de ser simplemente el 'amigo de Baji' para el otro", finaliza.

Los presentes quedaron un poco atónitos ante las palabras de Inui, porque tenía razón en varios puntos, no obstante, siguieron charlando animadamente por varias horas, hasta que fue hora para que cada uno retornara a sus respectivos hogares.

***

La tienda de mascotas era un éxito y todo se mantenía en buenos números que tendían al alza. De alguna forma, Chifuyu y Kazutora lograron crear un impacto con la instalación de la tienda, por lo que significaba buenas ganancias y auguraban un buen futuro por delante. Debido a ello y el tiempo que consumía mantener y cuidar animales, el tiempo para ellos se acortó, por lo que decidieron repartir los quehaceres del hogar para lograr tener un espacio de descanso mutuo.

Era la primera semana de agosto de un nuevo año más que pasaba. Ya habían pasado algunos días desde que Chifuyu se contactó con Draken por medio de mensajería instantánea para hablar sobre un asunto de importancia y aquel jueves por la noche, iría a su taller para hablar más en profundidad. Se había cambiado la tenida formal del trabajo por unas prendas más holgadas, después de todo, Tokio se caracterizaba por ser una ciudad calurosa inclusive en la noche y ese día no era la excepción que no corriera ni una pisca de brisa helada para refrescar el ambiente caluroso. Salió de la habitación, después de un fugaz cambio de prendas de vestir, dispuesto para ir hacia el taller de motocicletas y un delicioso olor se coló por sus fosas nasales. Se desplazó por la sala de estar y terminó en la cocina de concepto abierto, atraído por el exquisito olor.

Un chico de un par de centímetros más alto que él, se encontraba afanado en su labor culinario. Su largo cabello decolorado estaba semi atado y se había colocado un ridículo, pero adorable, delantal azul pálido de cocina. Tararea en voz baja una canción la cual Chifuyu reconoce de inmediato: American Idiot de Green Day. Se escucha el borboteo del agua caliente en su punto de ebullición en una olla y los cortes a unas verduras sobre una tabla de cortar. Además, la olla arrocera está en funcionamiento. Al darse cuenta de que es observado, detiene su tarareo, gira su cuerpo para encontrarse con quien le ha estado mirando desde hace ya unos largos minutos. Se coloca uno de los mechones sueltos de cabello detrás de su oreja y lo inspecciona de abajo hacia arriba.

"¿A dónde vas?", inquiere, alzando una ceja

"¿Acaso eres mi madre para preguntarme a dónde voy?", bromea el otro, ladeando una sonrisa.

Kazutora frunce el ceño. "No es común en ti que te cambies de ropa", argumenta, "por lo general tardas demasiado o dices que te da pereza".

Chifuyu se aproxima a Kazutora con curiosidad, eludiendo la pregunta e intrigado por saber qué es lo que cocina. Se queda a su lado y observa con detenimiento lo que hay sobre la encimera de granito. Lo que ve es algo de desorden culinario: envolturas de algunos productos y cáscaras de verduras, pero no hay signos de que la cocina se fuese a quemar como otras veces en el pasado.

"¿Qué preparas?", pregunta finalmente.

"Curry", responde el otro, con un tono emocionado.

"¿De esos que vienen precocinados?"

Kazutora niega con la cabeza y le muestra su teléfono móvil táctil. Lo que ve es una página de internet sobre cocina cualquiera con una receta de cómo hacer curry de manera casera. Los ojos de Kazutora brillan como los topacios y su semblante está iluminada por la emoción. Parece un niño entusiasmado que sigue al pie de la letra algo que ha querido hacer por mucho tiempo. A Chifuyu le parece adorable, muy adorable.

"Creo poder hacerlo. He estado siguiendo la receta al pie de la letra", dice, emocionado e hincha el pecho de orgullo. Chifuyu le sonríe.

"Bueno, al menos ya no quemas nada de lo que cocinas", bromea Chifuyu otra vez. Ante el comentario, Kazutora hace un pequeño puchero y Chifuyu ríe un poco. "Has mejorado con el tiempo", añade.

"¿Si me dirás a dónde vas?", insiste Kazutora, de nuevo.

"Iré con Draken a su taller de motocicletas", responde, "necesito a hablar con él sobre algo importante".

Kazutora lo mira por unos segundos, con una mirada sospechosa. Pero al final su mirada se suaviza y asiente con una pequeña sonrisa en su rostro. Le surge la curiosidad preguntar por qué tan repentina reunión, no obstante, su mente está focalizada en preparar un delicioso curry y en intentar no quemar la cocina como ya lo ha hecho en situaciones anteriores. Chifuyu le da un cálido beso en la mejilla, pasa su mano por su hombro y se voltea para ir hacia la entrada del apartamento.

"Estaré aquí para la cena", exclama ya estando desde el umbral de la puerta de entrada.

"¡Mándale mis saludos a Draken y a Inupi!"

***

De todos en los que estuvieron en ToMan, Draken había sido el primero incursionando en el emprendimiento. Llevaba ya un buen tiempo arreglando motocicletas de los demás, justo como lo hacía el hermano mayor de Mikey, Shinichiro. Fue cuestión de tiempo para darse cuenta de que eso era lo que quería hacer y desempeñarse a largo plazo. Con la integración de Inui en la pandilla, sumado a que tiempo después se interesó en el proyecto de vida de Draken con tal de ayudarlo y ofrecerse como socio, poco a poco el taller fue surgiendo a la par que ambos se empezaban a relacionarse bastante bien, a pesar de que Inui era bastante retraído y carente de emociones, pero eso lentamente cambió con el tiempo.
El taller era un local enorme, en donde albergaba varias largas filas de motocicletas de diferentes marcas famosas y reconocidas a modo de exposición, estantes con piezas de motos y, no muy lejos de esa zona, existía un sitio exclusivo para reparar motocicletas, que era uno de los servicios que ofrecía D&D Motors. Aquel sitio era la zona preferida tanto de Draken como de Inui, porque se disponían horas y horas reparando las motocicletas. Además, el sitio en donde atendían era lo suficientemente espacioso como para que al final de un pasillo, diese al hogar que Draken e Inui compartían hace años.

No existía un horario fijo para terminar de reparar motos para Draken. Muchas veces, era Inui quien le recordaba que tenía que terminar la labor, a pesar de que era alguien quien se quedaba apreciando cómo el otro arreglaba los vehículos, así que ese jueves no era la excepción. Afanado en su labor, junto al rubio que estaba sentado apoyado sobre la pared y charlando con él, se vieron interrumpidos cuando la puerta de la tienda se abrió y un joven de cabello corto, negro, con un arete de plata en la oreja hace presencia. Draken se limpia las manos con un pañuelo ya desgastado y andrajoso y se levanta del suelo para recibir a Chifuyu. Estrechan la mano e Inui imita el gesto también.

"¿Qué es lo que querías pedirme?", le pregunta Draken, yendo directo al grano del asunto por el cual se habían reunido.

"Aguarda un momento", le dice Chifuyu, buscando su teléfono móvil en uno de los bolsillos de su pantalón. Cuando lo encuentra, con mueve los dedos rápidamente hasta que encuentra lo que quiere mostrar. Voltea la pantalla y Draken observa. La curiosidad se contagia en Inui y él también decide ver.

"¿Una moto?", inquiere Inui.

"Para Kazutora", añade Chifuyu, "quiero regalarle una motocicleta para su cumpleaños"

Draken e Inui se miran mutuamente por unos segundos y luego miran a Chifuyu. "¿Cuáles son tus motivos para querer hacer eso?", vuelve a preguntar Draken.

Chifuyu se encoje de hombros. "No lo sé, creo que se lo merece, ¿no? Ha cambiado y lo ha hecho para bien. Confío en que le encantará", responde con seguridad.

En eso, a Draken se le vienen los recuerdos de la infancia. Más precisamente aquel día en que Mikey los había citado a un santuario para hablar sobre un asunto importante. Todos presumían sus motocicletas como los mocosos inmaduros que eran durante el trayecto. '¡Mi Ketch es la mejor del todo maldito universo!', había exclamado un joven Kazutora de 12 años ese día yendo al punto de encuentro. Una Ketch. El modelo se le había hecho familiar porque la foto mostraba una similar a la que había tenido Kazutora hace años atrás. Su rostro muestra sorpresa y Seishu se le queda mirando con intriga, sin entender el por qué la reacción del más alto.

"¿Cómo sabes que tenía una moto así?", le pregunta Draken a Chifuyu.

Chifuyu parpadea reiteradas veces y se echa a reír. "Él me lo dijo. Ya sabes, pasamos tanto tiempo juntos que uno de esos tantos días me contó sobre lo mucho que adoraba montar en su Ketch".

"Es difícil de conseguir en estos tiempos, ¿sabes?", le dice Inui, integrándose a la conversación otra vez. "Es un modelo antiguo, dejaron de producirlo hace años y, de ser así, las piezas que le falten serán aún más difíciles de encontrar".

"Difícil, pero no imposible", y Chifuyu chasquea los dedos.

"Eso es fácil decirlo para ti", espeta Draken sin ninguna emoción, "no harás el trabajo, nosotros sí"

"Pero el que pagará todo seré yo", replica Chifuyu, de manera desafiante, "no importa el costo, es su regalo de cumpleaños y tengo el dinero de sobra"

Chifuyu iba en serio y Draken lo podía notar en su mirada. No estaba vacilando ni dudaba en lo que decía. Realmente quería ese modelo, como un intento de querer revivir a la querida Ketch de Kazutora, aun sabiendo que no quedaría de la misma forma que cuando era en el pasado. Entendía a la perfección que Chifuyu estimaba demasiado a Kazutora, tanto al punto que él fue el que se encargó de darle una segunda oportunidad en la vida, un hogar, hasta un trabajo para que tuviese la vida casi resuelta. Incluso llegaba a sospechar que eran algo más que simples buenos amigos, pero eso era otro tema. Era un desafío que le tenía muy poca probabilidad de ser exitosa, a pesar de tener su ayuda y la de Inui. No obstante, tal vez era demasiado temprano para sacar conclusiones apresuradas y al menos, quería depositar algo de esperanza en el regalo para su amigo.
Draken deja escapar un sonoro suspiro y se rasca la nuca.

"Haremos lo que esté en nuestro alcance", accede Draken, chasqueando la lengua. "Necesitaré de tu ayuda de todos modos porque tu pedido va a ser jodidamente difícil".

"Sabía que podía contar contigo", dice Chifuyu, palmeando el hombro de Draken. El más alto resopla y pone los ojos en blanco.

"Sí, sí, como sea", dice Draken en un tono monótono, "más te vale estar al pendiente de tu maldito teléfono móvil cuando necesite de ti"

"Cuenta con ello", Chifuyu le guiña el ojo y una gran sonrisa aparece en su rostro.

Después de un apretón de manos como despedida, Chifuyu se retiró de la tienda para regresar a su apartamento. Draken e Inui, por su lado, regresan al trabajo con la motocicleta que estaban reparando en ese instante en el que se habían reunido con el joven dueño de una tienda de mascotas.

"¿Kazutora tenía una Ketch de niño?", le pregunta Inui a Draken.

"Sí", responde a secas. Ya está enfocado en el trabajo y está tendido en el suelo revisando la motocicleta, a su lado, tiene un par de herramientas y un paño sucio y andrajoso. "La adoraba"

"Entonces no me sorprendería que Chifuyu quisiera traerla de vuelta a su vida", murmura Inui.

"¿Tienes pensado su razón por la cual la pidió?"

"Supongo que sí", vacila y se encoje de hombros. "Quiero decir, si le encantaba de niño, tal vez ahora le haría muy feliz tenerla. 10 años en la cárcel es mucho tiempo, de seguro tener de regreso una parte de su infancia que le dio buenos recuerdos le haría bien", argumenta el rubio.

Draken no dice nada por un momento, ha tomado la llave inglesa y está ajustando algunas tuercas. "Pues, creo que tienes razón en eso", dice finalmente.

Hay un silencio, pero no es penetrante e incómodo. Inui está sentado apoyando contra la pared, observando cómo Draken trabaja. A diferencia del más alto, a Seishu le gustaba observar el trabajo, le traía recuerdos del pasado. No obstante, con el tiempo también cedió a manipular las motocicletas y ser más útil para Draken, aunque la mayoría de las veces Draken era quien se encargaba de lleno.

"Inupi", llama Draken, "¿crees que con un six-pack de bebidas energéticas estaremos bien?"

El rubio parpadea incrédulo y una sonrisa burlona aparece en su rostro. "Creí que odiabas las bebidas energéticas porque son extremadamente dulces", le responde.

"¿No tienes alguna alternativa? Tendremos estas semanas muy ocupados"

"El café es una opción", hace una pausa, su dedo índice se posa y presiona ligeramente su mejilla derecha, "las manzanas también son una buena fuente energética", agrega.

"Eh, eso no lo sabía", admite Draken, soltando una carcajada.

Se hace presente de nuevo el silencio, entonces, Draken le lanza el pañuelo andrajoso a Inui, desconcertándolo por la acción.

"Oye, no te quedes ahí. Tenemos mucho trabajo que hacer".

***

Agosto fue un mes muy ajetreado, pero pasó tan rápido que Chifuyu ni se percató cuando el mes de septiembre estaba llegando por fin. Tuvo muchos días en los que constantemente recibía llamados, incluso varios durante el día, ya sea provenientes de Draken, Inui o de los contactos que había conseguido con tal de ser el nexo entre Draken y el vendedor. Existieron noches de insomnio, noches en las que se cuestionaba si había hecho bien darle un plazo tan corto a Draken e Inui para la motocicleta, noches en la que se sentía desesperanzado de no lograr tener el regalo a tiempo a pesar de que Draken era bastante optimista en ese sentido, por más que al inicio del proyecto no le pronosticaba un buen augurio, noches en las que pasaba su mano por su cabello corto y negro pensando en una segunda opción de regalo. Y, cuando se sentía tan abrumado de esos pensamientos negativos, observaba a Kazutora dormir plácidamente a su lado.
Él siempre dormía en una misma dirección, la misma pose, con la boca ligeramente abierta, con un semblante que por lo general transmitía calma y tranquilidad y una de sus manos siempre entrelazada con la de Chifuyu para sentirse seguro. Era una costumbre que había agarrado a través del tiempo y que servía, en la mayoría de las veces, para alertar a Chifuyu por los ataques de ansiedad que Kazutora tenía entre sueños, porque cuando las pesadillas le abrumaban la mente había dos formas de saberlo: la primera siempre era un agarre mucho más fuerte al punto de que a Chifuyu le dolía la mano, pero servía para reaccionar y calmarlo. La segunda opción era la ausencia de su mano, y aquella siempre era la más común.
Con sólo mirarlo un par de segundos, todas sus preocupaciones y miedos en ese instante se disipaban como el aliento desvaneciéndose en una noche helada. Por lo que, Chifuyu volvía a sentirse confiado, añorando que el regalo de cumpleaños iba a ser un éxito.

El 16 de septiembre llegó tan rápido como el mes en sí. Aquella mañana, Chifuyu se había despertado con buen humor y tenía sus motivos. La semana anterior, Draken le había mandado un mensaje que lo dejó más que feliz y realizado: todo había sido un éxito, el regalo estaba listo. Incluso había recibido unas cuantas imágenes del resultado final. Lucía bien, bastante bien para ser un modelo que había sido descontinuado hace bastantes años atrás. Había sufrido bastantes modificaciones en cuanto al diseño, pero era un detalle menor de poca relevancia porque la esencia de la motocicleta en sí permanecía intacta. Literalmente había conseguido traer a una Ketch a la vida y era para Kazutora. Aprovechó también, por medio de mensajes, llegar a un acuerdo de cómo le entregaría el regalo, por lo que todo ya estaba solucionado y preparado. Sólo restaba que llegase la tarde para la sorpresa.

Estaba sentado en el comedor, con una taza de café. Miraba de nuevo las imágenes que Draken le había mandado la semana anterior, embelesado. Entonces, unos pequeños toques suaves a su hombro lo sacaron de sí y, de manera instintiva, apaga la pantalla de su teléfono móvil y lo deja boca abajo sobre la mesa.

"Se va a enfriar", le dice Kazutora a su lado, señalando la taza de café que tiene al frente.

Chifuyu parpadea varias veces para recordar que estaba tomando café por la mañana, antes de ir al trabajo. "Ah", musita finalmente, "gracias por avisarme".

Kazutora alza una ceja y lo mira de manera extraña mientras toma un poco de su propio café con crema batida. "Estás extraño"

"¿En qué sentido?"

"No lo sé", vacila Kazutora y se encoge de hombros, "estás algo distraído, no siempre estás así en las mañanas".

Chifuyu se percata que Kazutora tiene un poco de crema en la cara, más en específico en la mejilla. No lo duda dos veces y con el pulgar le remueve la crema y se lleva el dedo a la boca para saborear y sentir cómo la crema se deshace en su boca.

"Dulce", comenta él, relamiendo sus labios.

"Ya sabes que me gustan las cosas dulces", se defiende Kazutora, con las mejillas levemente ruborizadas a raíz de la acción que había hecho Chifuyu.

Chifuyu esboza una cálida sonrisa. "Lo sé", hace una pausa. "¿Sabes qué día es hoy?"

Kazutora se queda estático por unos momentos. Su mirada se desvía y juega de manera intencional con sus dedos. "...Mi cumpleaños, ¿verdad?"

Chifuyu asiente con la cabeza y su sonrisa se ensancha.

"Supongo que los demás tienen reservación en alguna parte o algo por el estilo", musita Kazutora, dándole otro sorbo a su café antes de terminarlo.

"En realidad, estarán ocupados el día de hoy", dice Chifuyu, dejando perplejo a Kazutora, aunque en el fondo, sabe que no es verdad y se lo ha inventado como parte de su plan para entregarle el regalo. "Así que sólo seremos tú y yo celebrando tu cumpleaños"

Kazutora tiene vagos recuerdos de la primera vez que celebró su cumpleaños junto a Chifuyu. No son recuerdos bonitos, pero tampoco son malos. Aun así, la idea de celebrar su cumpleaños junto a él despierta su curiosidad y necesidad de preguntarle el por qué, pese a ello, prefiere no preguntar al respecto, por lo que simplemente afirma con la cabeza.

"Bueno, date prisa", le dice Chifuyu, levantándose de su asiento. Pasa por detrás del asiento en donde está Kazutora y le da un beso en la coronilla de su cabeza. "Tenemos que abrir dentro de poco".

***

Por lo general, el humor de Kazutora para su cumpleaños siempre variaba durante el día. Fluctuaba entre la nostalgia y la melancolía. No era una persona a la que le gustara recordar que ese día había nacido, sumado a que, desde lo poco y nada que Chifuyu sabía, él intuía que los cumpleaños de Kazutora en su infancia estaban plagados de tristes y agridulces recuerdos. Sólo uno de sus cumpleaños fue la excepción. O al menos así vagamente le había relatado Kazutora, porque tampoco deseaba ahondar en detalles y jamás le insistió contar demasiado. De todas maneras, ese día no estuvo exento de los cambios de humor de Kazutora, sólo que tuvieron un vuelco diferente.
El joven más alto se había dado cuenta que Chifuyu estaba actuando raro, al menos, a su percepción estaba siendo bastante extraño con su comportamiento. Parecía que algo muy bueno estaba pasándole, por lo que, dentro de su lógica, pensó que también debía alegrarse por eso, porque de igual manera, su alegría era contagiosa.

Dentro de su mente, barajaba las diferentes ideas por las cuales Chifuyu estaba tan animado porque, después de todo, existía un motivo detrás, sólo era cuestión de averiguarlo. Pero Chifuyu era astuto, no diría ninguna palabra, aún si él insistiera en poder saber algo. Pese a ello, Kazutora intentaba descifrar lo que Chifuyu ocultaba, aun sabiendo que sus probabilidades de éxitos eran escasas, por no decir que eran nulas.

Por otro lado, Chifuyu lucía mucho más emocionado que el mismo cumpleañero. Y no era menor, se sentía satisfecho y realizado tras haber conseguido algo que por muchos días y semanas consideró como algo imposible. Estaba eternamente agradecido de Draken e Inui, por lo que pensaba que debía darles una especie de recompensa más tarde por la ardua labor. De alguna forma, eso le recordó cuando era adolescente, el momento en que deseaba conocer y hacer un trato con Takemichi, por lo que había destinado 1 a 2 horas en mirar la televisión, sólo con el motivo y una razón de tener una manera de dirigirse ante él, bajo los motivos que tenía para dicha proposición. Era la misma sensación, la misma emoción, pero quizás aumentado al doble.
De todas formas, intentaba apaciguar su emoción porque sabía que Kazutora le observaba en silencio, tratando de aprovechar algún momento para descubrir ese secreto que lo tenía tan emocionado.
Aquella dinámica del gato tratando de capturar al ratón permaneció durante gran parte del día. Llegó la tarde, el cielo se teñía suavemente de tonos anaranjados, rojos y morados, cuando Chifuyu se levantó de manera estrepitosa del asiento frente al mostrador.

"Vamos a cerrar un poco más temprano", le avisa Chifuyu a un Kazutora que está limpiando una de las jaulas de unos felinos.

Kazutora lo mira con escepticismo e incredulidad. Sus cejas alzadas son la prueba de ello. "¿Por qué?", inquiere.

"Pronto sabrás el por qué", responde Chifuyu con voz cantarina, dejando aún más intrigado al otro.

Una vez que Kazutora había terminado de limpiar, hicieron la rutina de cierre: revisaron el stock, compararon datos y los anotaron, aseguraron a los animales de que tuviesen agua y comida suficiente para el día siguiente, los últimos correos electrónicos del día fueron escritos y enviados y finalmente colgaron en la puerta el letrero de 'cerrado'. Al salir, Chifuyu le indicó que irían por una ruta diferente, por no decir que iban en una dirección totalmente opuesta hacia el apartamento. Esto levantó sospechas en Kazutora, mientras mantenía una casual charla con el chico de cabello negro. A medida que caminaban, más sentía la incertidumbre de preguntarle, pero no se atrevía porque era obvio: Chifuyu no le diría nada y esquivaría la pregunta de alguna u otra forma.
No sabía con exactitud qué tanto habían caminado. Sabía a duras penas que estaban a varias manzanas de distancia del apartamento. Pero en un momento dado, Chifuyu se detuvo en seco.

"Kazutora", le llama.

"¿Sí?"

"Cierra los ojos"

Kazutora le mira con extrañeza. "¿Qué?", dice con incredulidad, "¿por qué?"

"Porque hay algo que te está esperando y necesito que cierres los ojos", desliza Chifuyu, con una sonrisa traviesa en su rostro.

El más alto se queda en blanco. ¿Una sorpresa?

"¿Eh?", atina a decir el de cabello decolorado.

"Cierra los ojos", insiste Chifuyu, "¿no confías en mí?"

Kazutora se muerde el labio inferior, finalmente suspira, asintiendo con la cabeza con lentitud. Chifuyu se pone a sus espaldas.

"Te guiaré", le avisa y le guiña el ojo.

Entonces Kazutora cierra los ojos, pero a su vez siente dos manos que ayudan a cubrir su visión también, se aturde y se exalta. "Dijiste que sólo los cerrara", protesta.

"Nada me asegura que los vayas abrir", espeta Chifuyu. "Vamos, camina", le ordena.

Kazutora suelta un bufido y con pasos inseguros, retoma la caminata. Con la visión inhibida, Kazutora no se siente demasiado seguro caminando, no obstante, Chifuyu es su guía, por lo que pronto retoma la confianza y sus pisadas se vuelven más seguras. No sabía a dónde lo estaba dirigiendo, y la intriga le estaba carcomiendo por dentro. Tal vez, sólo tal vez si hace alguna que otra pregunta ahora, quizás obtendría una respuesta por parte de Chifuyu.

"¿A dónde vamos?", pregunta Kazutora.

"A un sitio en especial", responde Chifuyu.

"¿Hay algo ahí?"

"Hmmm... quién sabe"

Y ahí estaba de nuevo con sus respuestas esquivas. Chifuyu era demasiado bueno en eso y lo sabía porque en una de las tantas reuniones con amigos, decidieron jugar al "sí o no"; un juego que consistía en responder de manera tal que no se debía mencionar el sí o el no. Kazutora recuerda lo divertido que había sido la velada porque todos habían caído tan rápido y Chifuyu había salido invicto varias veces consecutivas durante esa noche. Pero no se quería rendir, aún Chifuyu no le decía que debía detenerse.

"¿Puedo tener una pista?", insiste Kazutora, mordiendo su lengua.

Chifuyu ríe con suavidad. "¿Estás desesperado?"

"Haz estado actuando raro", argumenta él, "y sé que preguntándote no me lo habrías dicho"

"Ya estamos cerca, sólo aguanta un poco más", finalizó Chifuyu.

El más alto mordía ahora su labio inferior con impaciencia y nerviosismo. Sus pasos volvieron a ser dudativo, por lo que el otro hombre tomó la iniciativa de guiarlo. Chifuyu se detuvo en seco, por consiguiente, Kazutora también lo hizo sólo porque sintió la presión en sus ojos un poco más fuerte de lo normal.

"Ya llegamos", dice el más bajo, retirando sus manos.

Kazutora baja un poco la cabeza para recuperar la visión ya que, al abrir los ojos, veía parcialmente borroso. Se restriega los ojos con las manos por unos instantes y luego alza la mirada para observar el lugar, es por ello por lo que camina un poco para contemplar todo lo que ve. Están en lo que parece ser un callejón aparentemente seguro con estacionamiento. Hay algunos autos, tal vez de residentes de la zona, que están estacionados, nada resalta a la vista hasta que divisa algo que lo desconcierta. Por un momento, piensa que ha visto a un fantasma del pasado, porque las piezas de un vehículo de dos ruedas le hacen recordar lo que alguna vez tuvo a sus 12 años. Sus ojos, un par de topacios, comienzan a brillar más de lo usual por la emoción que emerge en su ser. Entonces, la sorpresa era...

"¿Te gusta?", le pregunta Chifuyu, quebrando el silencio del momento.

Pero Kazutora no sabe qué responder, es tan malo encontrando las palabras indicadas por el momento que piensa para decir algo, aun así, no logra decir algo. Aunque su sonrisa ensanchada en su rostro es la evidencia suficiente para Chifuyu.

"Fue difícil encontrarlo porque se dejaron de producir hace años", continúa él, "pero al menos es algo similar a lo que tuviste hace años, ¿estoy en lo correcto?"

De uno de sus bolsillos, Chifuyu extrae unas llaves, captando la atención de un emocionado Kazutora. "Atrápalas", exclama.

Kazutora tenía buenos reflejos, por lo que capturó unas llaves en el aire. Eran llaves de una motocicleta. Chifuyu se acerca a su lado y palmea su hombro unas cuantas veces.

"Ve y pruébala", le dice.

"¿De verdad es mía?", pregunta Kazutora en un hilo de voz. Chifuyu ríe con suavidad.

"Es tu regalo", reitera él, convenciéndole que realmente lo que está sucediendo es real, "ve y pruébala"

Kazutora toma la mano de Chifuyu y lo invita a que lo siga, dejando un poco sorprendido y aturdido al otro. También, sus mejillas se ruborizan un poco por el repentino contacto.

"Demos un paseo juntos", propone Kazutora.

***

Había extrañado poder montar en una motocicleta. La velocidad, el aire chocando con todo su cuerpo, en especial en su rostro y su cabello que ahora está recogido, el rugir del motor del vehículo. También extrañaba tener a un acompañante detrás de él y lo transportaba a los buenos momentos que vivió con sus amigos en el pasado. La noche ya estaba presente y los acompañaba una luna menguada junto a las estrellas, blancas perlas esparcidas por el vasto cielo azul oscuro. A pesar del horario y la alta fluctuación de vehículos en la calle, Kazutora y Chifuyu se desplazan a gran velocidad por las calles de Tokio.

"¿Realmente es una Ketch?", le pregunta Kazutora a Chifuyu.

"Ya te lo dije", replica el otro, a sus espaldas; una de sus manos toma con firmeza su cintura mientras que la otra está detrás tomando con firmeza un pequeño barandal de metal, "Draken me dijo que lo es, sólo que con las modificaciones luce diferente".

"Me impresionas"

Chifuyu infla el pecho de orgullo, mientras esboza una sonrisa ladeada. "Lo sé, soy bastante detallista", admite él, provocando que Kazutora suelte algunas carcajadas.

Montar en motocicleta era algo que no había hecho durante años. Después de la disolución de la Tokyo Manji, Chifuyu pensó que ya no era pertinente seguir andando en motocicleta y tampoco encontraba algún motivo para usarla tan seguido, por lo que la suya prefirió guardarla como una reliquia sagrada que permanecía en el estacionamiento del apartamento. No obstante, la sensación de ir por las calles a alta velocidad le traía buenos recuerdos de cuando estaba en la pandilla con Takemichi y los demás.

Kazutora dobla hacia la derecha y, de manera imprevista hace un movimiento tosco que provoca que Chifuyu, asustado, se aferre a él, envolviendo la cintura del cumpleañero con fuerza.

"¡Idiota!", sisea el más bajo, "¿¡qué intentas hacer!?"

Kazutora no puede evitar reír. "Lo siento, lo siento", dice con voz despreocupada. "no pensé que te daría miedo"

"Casi nos matas", refunfuña Chifuyu.

Llegan a un semáforo en rojo, por lo que Kazutora reduce la velocidad hasta que el semáforo cambie de color y les permita continuar con el paseo.

Ketch | KazuFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora