Capítulo 35. ¿Digno de confianza?

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—¿Dónde diablos esta ella? - pregunto Oliver bajando enfurecido de su auto.

Apenas escucho que Mikael había ido a la casa de Ariadna, no perdió tiempo y se dirigió hasta allá. Sin embargo, en el trayecto le informaron que se estaban yendo y pese a que el rubio le metió la mayor presión posible a su chofer, parecía que llego tarde.

—Se... señor, -comenzó a explicar un guardaespaldas con bastante nerviosismo; su jefe estaba sumamente enojado, y temía que él sería quien pagaría los platos rotos —ellos se fueron hace unos pocos minutos...

—¿A dónde?

—No sabemos bien... Müller parece que escucho que se dirigían al aeropuerto...

—¿¡Y porque no los detuvieron!?- pregunto Oliver alzando la voz, haciendo que su empleado de paso se encogiera por el temor.

A pesar del hombre agradable que su jefe intentaba aparentar ser frente a la señorita Ariadna, también tenia una faceta atemorizante y la cuál sacaba sobre todo cuando se sentía frustrado o sus planes no se cumplían.

—Es... es que... no nos dij...

—¡Son unos idiotas!, ¡eso es lo que son! - le grito enfurecido y después se apoyo sobre la reja de metal que estaba a un lado —solo... solo averigüen bien a dónde fueron e infórmenmelo lo más rápido- le indico un poco más calmado, con el semblante cansado.

 solo averigüen bien a dónde fueron e infórmenmelo lo más rápido- le indico un poco más calmado, con el semblante cansado

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El guardaespaldas asintió, y se retiro en silencio, esperando que no fuera echado por aquel error.


























"Maldita sea... ese canalla se la llevo", pensó el rubio mientras le daba un trago al que era su quinto vaso de whiskey.

No había podido hacer nada para detenerlos, cuando se entero de que iban hacia Massachusetts era ya demasiado tarde. Estaban en el avión.

Seguramente a esa hora ya estarían acostándose

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Seguramente a esa hora ya estarían acostándose... y ella... bajo el cuerpo de otro hombre... diciendo un nombre que no era el suyo...

—¡Mierda! - grito lleno de celos para después arrojar el vaso contra la pared, haciendo que se partiera pedazos.

Ya no me duelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora