"Querido diario:
¿Tengo un alma gemela?"
Hoy era el primer día de clases, empezaba en un instituto nuevo, nuevos compañeros, nuevos profesores... Estaba muy nerviosa, no he podido pegar ojo, y esto me iba a pasar factura durante el día.
El despertador sonaba, y yo, sin ganas, me disponía a apagarlo. Ese sonido, repetitivo y molesto, fue el que hizo que sacara ganas de donde no las tenía. Pegué un pequeño brinco, y me dirigí al baño para lavarme la cara. Justo entrando, vino mi perro, Rocky. En verdad, es el único que consigue sacarme una sonrisa todos los días, con sus pequeños movimientos de cola, hace que me olvide por un momento de todo. A veces, desearía que ese momento durara para siempre, pero nada es para siempre.
Una vez ya me lave la cara, me vestí y preparé el desayuno para todos. Al ser el primer día, entrábamos más tarde, por lo cual, tendría más tiempo para mí. Suponía que era un día especial, entonces, hice tortitas con mermelada. Esta idea a mi padre y hermana les fascinó. Nos sentamos y empezamos a devorarlas.
— Enhorabuena, Elya te han salido increíbles –. Dijo papa, felicitandome por mi gran especialidad. He de decir que es lo único que sé cocinar, como mínimo me tenían que salir bien.
Acabámos de comer, recogí toda la cocina, cogí mi mochila y me despedí de mi padre y hermana, – Chao peli –. Esa era la frase que siempre usaba mi padre para despedirse de mí, a mí me hacía sentir muy bien, ya que yo siempre me he avergonzado de mi horrible cabello pelirrojo. Esa frase me hacía sentir cómoda con él por un pequeño instante.
Al salir por la puerta me detuve por un momento, y como decía mi madre, tuve la precaución de empezar con el pie derecho.
Salí del bloque de pisos, y como éramos nuevos en la ciudad, no sabía muy bien por donde tenía que ir, así que le pregunté a una mujer que había por allí. Sus rasgos eran muy poco comunes. Rubia, ojos azules, todo indicaba a que era extranjera, pero al preguntarle, su acento era tan perfecto como el de cualquier otro nativo. Esta, amablemente, me dijo que no llevaba mucho tiempo viviendo por la zona, pero me indicó el camino hacia el instituto más cercano, el cual, di por hecho que era al que tenía que ir.
Raramente, no me perdí. Me estaba acercando cada vez más y más hacia la puerta. Mis manos empezaron a temblar, sorprendida por el acontecimiento, me las escondí corriendo en los bolsillos del chaquetón. Al parecer, una chica se dió cuenta de mi nerviosismo, entonces, se acercó a mí, – ¿Tu primer día? –. Dijo esta con tono de curiosidad. Al girarme, la pude ver, era una chica pelinegra, con ojos verdes y algo más alta que yo. "Tiene buen estilo", fue lo primero que pensé, y efectivamente.
– Sí, soy nueva, y no conozco a nadie, lo cual me da un poco de miedo –. Dije algo avergonzada. – Pues por eso ya no hay problema, encantada, soy Marce –. Al escuchar las palabras de esta, me hizo sentir mucho más segura. Me agarró del hombro, y empezamos a caminar juntas hacia la puerta.
Una vez dentro nos empezaron a asignar los cursos, por suerte ambas caímos en la misma clase. Justo cuando entramos, miramos alrededor de la clase. Marce, me dijo que se quería sentar conmigo, lo cual me pareció una buena oferta que no podía rechazar. Nos dispusimos a sentarnos en algún sitio. Una vez ya sentadas empezamos a observar que compañeros nos habían tocado, a lo que Marce respondió con una pequeña mirada de desprecio.
– ¿Por qué los miras así? –. Dije algo curiosa. –No me caen muy bien, hace dos años se empezaron a meter conmigo, pero yo no me quedé callada, y desde entonces no nos llevamos bien –. Dijo Marce mientras echaba un vistazo a mi pelo. – Que color tan bonito de pelo –. Dijo sin ningún tipo de vergüenza. Respondí agradecida por el cumplido.
De repente entró por la puerta un pirata, o al menos eso pensaba yo, pero solo era un profesor con el aspecto de este. – Buenos días, y bienvenidos a tercero de la ESO –. Dijo con entusiasmo, pero todos los de la clase respondieron con un soplido de cansancio. Se presentó, dijo que era el profesor de geografía. Este, se veía amable y simpático, aún por su aspecto rudo. Él, dijo que no quería perder tiempo, y, aunque aún no tuviéramos libros ni nada. Nos empezó a hablar del universo y la vida que se habitaba en este.
Este tema, me encantaba, puesto que era el pasatiempo favorito de mi madre. Era de lo que siempre me hablaba, de las estrellas, de las constelaciones. Ella decía que eran los sueños de las personas, los cuales se habían cumplido, alineados entre sí, formando una hermosa figura. Al principio, yo solo pensaba que eran puntos blancos amontonados en un lugar sin fin, pero, al cabo del tiempo comprendí que juntas formaban la melodía que llevaban el ritmo de nuestras vidas.
"¿Tiene fin?", esa era la pregunta que me hacía día tras día, noche tras noche, pero nunca encontraba solución. Temerosamente, le pregunté al profesor. Este me respondió que no. Este pequeño argumento lo complementó con que había estudios que demostraban que existía vida más allá de las estrellas que somos capaces de ver. Se dispuso a explicarnos, que en alguna parte del extenso universo, existe nuestra alma gemela, un ser que se pasa la vida tratando de encontrarnos. Pero nos contó, que en realidad, nunca nadie había conocido a su alma gemela. Nadie excepto Oliver Twist...
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El borde del universo
Science Fiction¿Qué pensarías si te dijeran que tienes un alma gemela en alguna parte del universo? Que hay alguien que vive para conocerte, para poder disfrutar una vida a tu lado, pero, millones de años luz os separan... Ese es el caso de Elya, una chica sencill...