29. El concepto de hogar.

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Perdón, perdón mamá

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Perdón, perdón mamá.

Juro que nunca quise decirte esas cosas, juro que nunca quise lastimarte, juro que te amo y que todos los días deseo ser la hija que mereces, pero soy débil, soy pequeña y la mayoría de veces no se que estoy haciendo, no se como estoy sobreviviendo en este mundo, no se como sobreviviré en el futuro, el cual veo tan incierto y me da ansiedad pensar que nunca llegaré a ser nadie en mi vida.

Perdón, perdón, papá.

Juro que intente seguir cada cosa que me dijiste, juro que quise buscar ayuda, pero a veces soy demasiado orgullosa y tengo miedo de que al mostrarle a alguien toda la oscuridad que tengo en la cabeza, se asusten o me juzguen.

Perdón, perdónenme, solo era una niña.

A veces siento que aún sigo siendo una niña, que está perdida, que necesita ayuda, que necesita que la hagan sentir más que un fantasma, que necesita dejar de sentirse de esta forma tan nefasta y tengo que dejar de tener miedo al mundo, ¿pero como? Si lo único que ha hecho ha sido lastimarme.

Mi cuerpo estaba despertando cuando sentí una caricia en mi mejilla y me mantuve con los ojos cerrados, disfrutando del tacto delicado de una mano que no era tan delicada.
Mi padre tiene los dedos algo chuecos, flacuchos y su mano es áspera, pero no podría ser de otra forma, toda la vida ha trabajado con ellas, ha hecho arte y por eso se han formado esas asperezas, las cuales podrían contar increíbles historias si pudiesen hablar.

Lo oía murmurar una canción, tan bajo que apenas podías oírlo, pero era tan relajante que daban ganas de seguir durmiendo, pero aún así, abrí los ojos, quería asegurarme de que era verdad y que mi padre estaba aquí.

Ciertamente, mi padre estaba sentado en el piso, junto a la cama que él comparte con mamá y al ver que desperté, me sonrió, de forma tan dulce que apuesto a que nadie se esperaría ese gesto de alguien que se ve tan rudo y capaz de matarte.

—¿Y mamá?— pregunté, pues según recuerdo me dormí abrazada a ella.

—Se fue a trabajar— papá susurró, sin dejar de acariciar mi mejilla con sus nudillos.

Hice un intento por levantarme, no quería agobiarlo más, suficiente los he agobiado este tiempo y no quiero irritarlo al punto de que se quiera ir otra vez.
Pero mi padre apoyo su mano en mi hombro, dándome a entender que no debía huir.

—Hey, tranquila, quédate un poco más, princesa— el susurró, mirándome con una sonrisa dulce.

Me deje caer sobre la almohada una vez más y papá me cubrió con la manta, asegurándose de que quede arropada, como si aún fuese una niña y a veces es difícil pensar en que fui niña muy poco tiempo.
Tengo recuerdos de aquella pequeña que solía ser antes de empezar a convertirme en esta persona desagradable que soy y puedo recordar que era dulce, que me gustaba dar y recibir cariño, que a pesar de todo el daño que me hacían, de igual forma me gustaba confiar en las personas y es gracioso, considerando que ahora tengo miedo hasta de levantarme de la cama.

Amber's head Donde viven las historias. Descúbrelo ahora